A comienzos de siglo XX cambiaban los comportamientos sociales de Bilbao, sobre todo durante los años de la Primera Guerra Mundial. Se deterioraron los conceptos jerárquicos tradicionales. Surgía una resistencia a la autoridad que no se detectaba veinte años atrás.
Publicidad
La cuestión configura el telón ... de fondo de lo que sería la crisis de la Restauración. Uno de sus principales hitos fue la huelga general de agosto de 1917, pero no nos referiremos aquí a ésta, sino a algunos sucesos de comienzos de ese año, que no tuvieron consecuencias políticas o sociales. Podrían calificarse de nimiedades, pero reflejan la aparición de una especie de indisciplina social de masas, bien que todavía sin un propósito definido.
Ocurrió el día de año nuevo, que arrastraba el aire bullicioso de la nochevieja. Las versiones periodísticas difieren en puntos sustanciales. Nos referiremos primero a la de 'El Noticiero Bilbaíno', que parece peor informada pero que tiene el interés de considerar verosímil un relato basado en la movilización espontánea de un gran grupo.
El protagonismo se lo concede a «unos beodos», no menos de 300, que habrían formado un grupo notable. Según el relato de este periódico, a las once de la mañana deambulaban juntos y bebidos y dieron en insultar a los «mangueros municipales» que limpiaban la embarrada calle San Francisco. Los mangueros se defendieron lanzando agua a los borrachos, con la mala suerte de que mojaron también a personas ajenas a la broma.
Publicidad
Así, las cosas se fueron complicando, pues los mojados que eran inocentes lanzaron serias protestas. Sin que sepamos bien cómo se precipitó todo, «hubo escándalo». Los mangueros fueron agredidos, cabe suponer que por los borrachos. Entonces intervinieron guardias de seguridad, para defenderlos, pero «también fueron golpeados». En la trifulca entraron más municipales; se conoce que en la calle San Francisco, siempre populosa, había muchos guardias de seguridad. A un municipal, Sebastián Pérez, le rodeó un compacto grupo y trataron de quitarle el bastón y el revólver.
Fue entonces cuando la guardia de Seguridad efectuó una carga, despejando la calle.
En 1917 una concentración de gente más o menos espontánea (y alcoholizada) podía degenerar en un serio enfrentamiento de orden público. Al menos, así lo creía 'El Noticiero Bilbaíno', el más leído de la villa.
Publicidad
Las cosas no acabaron ahí, pues cuando guardias y mangueros se retiraron, se rehízo el grupo de «beodos» y lograron coger al municipal Sebastián Pérez. Estaban junto al puente de Cantalojas y trataron de echarlo por la barandilla. Logró impedirlo otro municipal, que la emprendió a bastonazos. Hubo otra nueva carga y de nuevo se despejó la calle.
Y marcharon los guardias de Seguridad por la calle García Salazar, hacia el cuartel. Había ganas de pelea. Les siguieron 300 individuos, que llegaron hasta el cuartel a voz en grito. Allí salieron varias parejas de guardias que dieron una carrera sable en mano. Por fin se disolvió el grupo, dejando dos heridos; por la tarde hubo cuatro detenidos.
Publicidad
La naciente sociedad de masas creaba también conflictos de masas, aparentemente sin un objetivo definido, pero que arremetía contra la autoridad. Fuesen cuales fuesen los motivos, este periódico trató el asunto como un suceso más, otro escándalo urbano. Implícitamente, señalaba que se estaban rompiendo los valores que sostenían el edificio social. Se había tratado de una agresión a la autoridad tras la limpieza de la calle, actividad que no parecía cuestionable.
«Quedó demostrado una vez más que el principio de autoridad para determinadas personas es un mito y los que lo representan muñecos, de los que se puede mofar el ciudadano más desprestigiado», pues encontrará el apoyo de gente, «que no se molesta en averiguar si tiene razón o no». 'El Nervión' sacaba esta conclusión. También su información es más completa, pero presenta algunas diferencias con la de 'El Noticiero Bilbaíno'. La más importante: no existía el grupo de borrachos y la multitud se arremolinó a partir de un incidente entre dos borrachos y los mangueros. En su versión, más creíble, iban beodos por la calle San Francisco dos sujetos, naturales de un pueblo de León y de Vitoria, de 33 y 27 años, ambos residentes en Uribarri, que fueron quienes les recriminaron a los mangueros su labor. Dos guardias de seguridad que estaban en la zona les aconsejaron que dejaran de molestar a quienes limpiaban la calle, pero los borrachos se les enfrentaron.
Publicidad
En plena discusión, se formó un grupo, que se manifestó hostil a los guardias, que se vieron en la necesidad de sacar el sable, hiriendo a los dos beodos. Para entonces, había aumentado la concentración de gente, que seguramente desconocía el origen de la trifulca y que increpaba a los guardias, que al marchar fueron seguidos a pedradas. La llegada de otros municipales calmó algo los ánimos, pero continuó la persecución vecinal hasta el cuartelillo. Al llegar a éste hubo una carga en toda regla, con éxito, si bien el capitán recibió a una comisión de manifestantes. El guardia Sebastián Pérez mostró las heridas que había recibido en el altercado. Por último, una comisión se entrevistó con el gobernador civil interino, mientras se proferían gritos. «Los sucesos y el escándalo fueron la comidilla del día».
Fue un incidente trivial, pero indica una tensión vecinal con la policía, que saltó más o menos espontáneamente. Se había resquebrajado el principio de autoridad. Al menos, en los barrios altos, esto es, en la zona obrera donde ocurrieron los hechos relatados.
Noticia Patrocinada
La disciplina civil se relajaba, era la conclusión más extendida. También podía entenderse que había mayor sensibilidad contra los abusos de la autoridad, lo que explica la inquina contra las fuerzas del orden, en realidad el origen del incidente que hemos relatado, que arrancó de una nimiedad provocada por dos borrachos.
Se había producido un cambio en las relaciones jerárquicas. De ello da cuenta otro incidente producido dos años después, en julio de 1919. Tampoco fue trascendental y es de índole muy distinta al anterior, pero retrata los cambios que se producían en las relaciones jerárquicas.
Publicidad
'El Liberal' lo denominó «La furia de Estanislao» y se refería a la airada reacción de un peón descargador que trabajaba en la compañía de los ferrocarriles vascongados, en la estación de Atxuri.
Resulta que Estanislao Prieto, de 36 años, natural de Orduña, fue despedido «por faltas en el trabajo». En realidad, todo se debía a que había participado en una protesta en los almacenes de la estación. De entrada, aceptó con resignación el despido y marchó a cobrar los haberes que le debían. De pronto, se enfureció, dio media vuelta y arremetió contra el factor Adrián Marín, jefe del almacén, al que consideraba culpable de su despido. Lo hizo navaja de gran tamaño en ristre.
Se armó una pelea de cuidado, en la que el jefe de almacén repelía los navajazos. Intervinieron varios obreros, que querían separarlos. Un mozo del tren, Lucio Arnalde, quiso arrebatarle el arma. «Estanislao estaba tan ciego, luchaba tan desesperadamente, que al tirar uno de los lances se hirió a sí mismo».
Publicidad
Total, que los tres acabaron en el hospital, con heridas de distinta consideración. «Estanislao Prieto, en la Casa de Socorro, promovió un lamentable incidente, insultando al personal facultativo». Después, lo llevaron al Hospital Civil, a Basurto. Había saltado por los aires el mundo ordenado de la sociedad tradicional y el respeto a las jerarquías laborales y profesionales.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.