
La biografía imposible de Malinche
Tiempo de historias ·
El musical de Nacho Cano devuelve a la actualidad a la protagonista más polémica de la historia de la conquista española de MesoaméricaSecciones
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El musical de Nacho Cano devuelve a la actualidad a la protagonista más polémica de la historia de la conquista española de MesoaméricaMalinchista es un adjetivo que prácticamente solo se usa en México. Y no para hablar bien de alguien, precisamente. Según el diccionario de la RAE, significa «que muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio». La palabra deriva de «Malinche, esclava mexica que desempeñó un papel importante en la conquista española de México como intérprete, consejera y amante de Hernán Cortés». Pocas protagonistas de la historia de la América hispana habrán sido tan denostadas como esta mujer, ahora de actualidad por el musical 'Malinche', de Nacho Cano, estrenado en Madrid. Sin embargo, la historiografía más reciente, sobre todo la que aborda la conquista desde enfoques poscoloniales y feministas, reivindica a esta «gran calumniada», como la definió la escritora e historiadora mexicana Otilia Meza en el mismo título de la biografía novelada que le dedicó.
Que la Malinche pueda ser descrita como la gran traidora, una víctima o como una líder indígena a partir de las mismas fuentes se explica porque su biografía es casi imposible. No hay dato sobre ella que no haya sido discutido o cuestionado. Esto afecta a su mismo nombre. En lo único que parece coincidir casi todo el mundo es que lo de referirse a ella como Malinche es un error –de hecho, los mexicas usaban este nombre para referirse a Cortés, no a su traductora–. Se ignora cómo se llamaba antes de ser bautizada como Marina. Los nahuas –su propia etnia– la llamaron Malintzin, «proveniente del nombre con el que Fray Bartolomé de Olmedo le había bautizado, Marina. Puesto que los pueblos nahuas no tenían el sonido de la 'r', al referirse a ella pronunciaban Malina y eventualmente le agregaron el sufijo 'tzin', una partícula que indica reverencia», según escribe la historiadora Alondra Domínguez Ángeles. Al aludir a su persona, «los indígenas enfatizaban la consideración de la que dignamente ella era merecedora».
Sobre su vida antes de entrar en contacto con los españoles poco se sabe. Acudir a los escritos del propio Hernán Cortés (1485-1547) es una decepción. El conquistador extremeño la ignora en sus cartas, en las que la menciona de pasada, refiriéndose a ella como su lengua –intérprete–, y solo una vez por su nombre cristiano: «Marina, la que yo siempre conmigo he traído, porque allí me la habían dado con otras veinte mujeres».
En efecto, Cortés la recibió como parte de un regalo de unos caciques en 1519. El cronista que relata el episodio con más precisión es Bernal Díaz del Castillo (1496-1584), que participó en la conquista de México y fue más tarde regidor de Santiago de Guatemala. Este autor es el que aclara precisamente que «en todos los pueblos por donde pasamos y en otros donde tenían noticia de nosotros llamaban a Cortés Malinche». La razón de esto era que «como doña Marina, nuestra lengua, estaba siempre en su compañía, en especial cuando venían embajadores o pláticas de caciques, y ella lo declaraba en la lengua mexicana, por esta causa llamaban a Cortés el capitán de Marina y, para más breve, le llamaron Malinche».
Díaz del Castillo cuenta que «a quince días del mes de marzo de 1519, vinieron muchos caciques y principales de aquel pueblo de Tabasco y de otros comarcanos, haciendo mucho acato a todos nosotros». Llegaron con regalos: oro, joyas, mantas... Pero «no fue nada todo este presente en comparación de veinte mujeres, entre ellas una muy excelente mujer que se dijo doña Marina, que así se llamó después de vuelta cristiana».
Aunque este punto es discutido y hasta negado, parece que Marina era una esclava de origen noble, posiblemente la hija de un cacique. Había sido entregada o vendida por su madre al enviudar, para evitar un conflicto familiar con el hijo o los descendientes de su nuevo marido. En cualquier caso, Cortés no pareció fijarse en ella al principio y de hecho se la 'adjudicó' a uno de sus acompañantes, su paisano Alonso Hernández Portocarrero.
Pero Cortés se dio cuenta de que la joven –que debía contar entre 15 y 25 años– podía hablar con mujeres mexicas nobles. Así que la convirtió en su segunda intérprete, complementando a Jerónimo de Aguilar (1489-1531). Este religioso español, prisionero de los mayas del Yucatán entre 1511 y 1519, hablaba maya. Se estableció así una curiosa cadena de comunicación por la que Cortés hablaba en castellano, Aguilar traducía al maya y Malintzin lo hacía al nahuatl para el interlocutor, invirtiéndose el proceso cuando este respondía. Pero Aguilar fue desplazado rápidamente por la mujer, que aprendió castellano con una facilidad y rapidez providenciales, según destacaron asombrados algunos cronistas. Cortés convirtió a Malintzin en su traductora de confianza y en mucho más: tras el regreso de Portocarrero a España, tuvo un hijo con ella, nacido en 1522, al que llamó Martín, como su padre y su abuelo paterno.
El papel desempeñado por Malintzin en la conquista de la Nueva España es complejo y difícil de desentrañar. Un relato indígena que recoge Miguel León Portilla en 'Visión de los vencidos: relaciones indígenas de la conquista', revela que pudo mantener una especie de doble juego, llegando a avisar a los mexicas de los momentos de debilidad de los españoles por lo menos en una ocasión: «Pues cuando de este modo se hubo recolectado todo el oro, luego vino a llamar, vino a estar convocando a todos los nobles Malintzin. Se subió a la azotea, a la orilla de la pared se puso y dijo: Mexicanos, venid acá: ya los españoles están atribulados. Tomad el alimento, el agua limpia: todo cuanto es menester. Que ya están abatidos, ya están agotados, ya están por desmayar. ¿Por qué no queréis venir? Parece como que estáis enojados. Pero los mexicanos absolutamente ya no se atrevieron a ir allí. Estaban muy temerosos, el miedo los avasallaba, estaban miedosos, una gran admiración estaba sobre ellos, se había difundido sobre ellos». Las representaciones gráficas indígenas la reflejan junto a Cortés, en igualdad de condiciones, y hasta armada con espada y rodela.
Sobre la naturaleza de la unión de Cortés y Malintzin solo se puede especular, aunque es evidente la relación de dominio -por no decir propiedad- del primero sobre la segunda. En su biografía del conquistador, Esteban Mira explica que «sucumbida la Triple Alianza dejó de serle útil, por lo que Cortés la volvió a despreciar, entregándola al salvaterreño Juan Jaramillo, que se casó con ella en 1523» y con el que tuvo una hija, María. ¿Por qué actuó Cortés así? «La abandonó porque estaba decidido a desposarse a cualquier precio con una aristócrata hispana», añade Mira. El conquistador tuvo por lo menos once hijos de seis relaciones diferentes y se casó dos veces.
De Malintzin ni siquiera se sabe cuándo murió. Las fechas que se barajan van de 1529 a 1550, año propuesto por el hispanista Hugh Thomas. Para mal o para bien, el trabajo de Malintzin fue fundamental para la caída de Tenochtitlán y el imperio mexica. «Parece claro que, de facto, ejerció de informadora, consejera, mediadora y hasta de espía. Una verdadera intermediaria entre dos mundos, como refleja el Códice Florentino en el primer encuentro entre el tlatoani y el metelinense, colocándola en el centro entre ambos dignatarios, lo que no deja de ser muy significativo», considera Mira. ¿Traidora? «No puede ser acusada de haber traicionado a los mexicanos porque estos no existían como tal, ni mucho menos a la nación aborigen, porque nunca tuvieron conciencia de unidad», escribe el mismo historiador. El arqueólogo Geoffrey McCafferty la describe como una mujer «inteligente, con educación y habilidades», que «no consideraba a los aztecas como de 'su pueblo'» y pudo haber actuado «en función de los intereses políticos de su pueblo olmeca-xicalanca».
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Lucía Palacios | Madrid
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