Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Quizá la cita más reproducida del estadista, lingüista e ilustrado prusiano Wilhelm von Humboldt (1767-1835) sobre los vascos y el euskera sea la primera frase de la introducción de 'Los Vascos o apuntaciones sobre un viaje por el País Vasco en primavera de 1801': « ... Oculto entre montañas habita las dos laderas de los Pirineos occidentales un pueblo que ha conservado por una larga serie de siglos su primitiva lengua y, en gran parte también, su antiguo régimen y costumbres, y que, según la feliz expresión de un moderno escritor, se ha sustraído, tanto a la mirada del observador, como a la espada del conquistador, el pueblo de los Vascos o biscaynos».
Menos citado es el apunte del diario de su viaje anterior, en 1799, que recoge su impresión del euskera tras el primer contacto directo con sus hablantes: «Sobre el sonido del idioma nada me atrevo a decir, más que es del todo extraño, y no se entiende lo más mínimo». Estudiarlo y entenderlo se convirtió en un propósito firme después de aquella primera visita a tierras vascas en compañía de su mujer, Carolina, sus hijos –Carolina, de ocho años; Wilhelm, de cinco, y Theodor, de dos– y un amigo pintor, Gropius. Un objetivo que hizo necesario un segundo viaje, en abril y mayo de 1801, sin su familia y acompañado por su amigo Georg Wilhelm Bokelmann, comerciante y diplomático danés.
El erudito prusiano pasó cuatro días en Bilbao –del 14 al 17 de mayo–, villa de la que dejó escritas sus impresiones en sus diarios, las cartas a su esposa y su ya citado 'Los Vascos'.
«Querida Li: Por fin estoy en Bilbao, el lugar en que comienza mi viaje de regreso», escribió a su mujer el 16 de mayo. «Bilbao es extraordinariamente bonito: en limpieza solo Cádiz se le puede comparar, y de la amenidad encantadora del paisaje no es posible, con solo la descripción, proporcionar una idea».
Humboldt quiso saber cuántos habitantes tenía la villa y lamentó no poder «adquirir ninguna noticia exacta posterior al año 1797». Según sus datos, en Bilbao vivían 10.953 personas «que habitaban en 781 casas. De aquellas eran 4.684 varones y 6269 hembras; a saber 2.565 solteros y 3.552 solteras; 1.925 casados y 1.940 casadas; 194 viudos y 777 viudas. Frailes se hallaban 39, monjas 61, personas eclesiásticas 132», detalla en 'Los Vascos'.
De las casas bilbaínas, «blancas y amistosas», apuntó además que «no son tan grandes y suntuosamente edificadas como en otras ciudades comerciales aún más importantes de España». Sin embargo «algunas, cuyo piso bajo es todo de mármol, hacen excepción».
Destacó de la villa «la disposición para proveer constantemente de buen agua a la ciudad». De los «establecimientos públicos merecen mención la Casa de Misericordia y el hospital». De la primera explicó que acogía a unos 90 hombres y mujeres, «de los que aquellos que tenían todavía bastante fuerza, trabajaban en provecho de la casa». Del hospital alabó su limpieza, un rasgo que no dejó de anotar cada vez que lo observaba en cualquier construcción, como el matadero, «que puede considerarse en realidad como un modelo de edificios de esta clase».
El teatro, «recién construido, da cabida a unas 900 a 1.000 personas». La Plaza del Mercado le pareció «maravillosa». Junto al río, «toma una traza singular principalmente por la iglesia gótica y el ayuntamiento recargado con dorados». En esta plaza se celebraban las corridas de toros, a las que Humboldt dedica varias páginas tanto en su 'Diario del viaje vasco' como en 'Los Vascos'. Destacó que normalmente son solo novilladas, porque «las verdaderas corridas son demasiado caras». En «las últimas», en 1799, «comprar 36 toros costó 57.000 reales». Al cambio, 4.168 táleros –moneda de plata alemana–. Solo contratar al «torero Romero» costó 90.000 reales, 6.512 táleros.
Wilhelm von Humboldt probó el txakoli «blanco, de la quinta de Mazarredo», y le gustó: «Comparable al Vin de Grave –de tierras adyacentes al Garona, vinos incluidos en la categoría de Burdeos– y cuando es más añejo al vino del Rin. Refrescante como el Mosela. Ordenadamente tratado puede conservarse muchos años», apreció y anotó en su 'Diario del viaje vasco'.
Humboldt asistió a la romería de San Isidro, en la anteiglesia de Abando. Del baile anotó que «es la expresión más natural de la alegría que yo he visto en mi vida». Le asombraron «las culadas»: «Todos los bailarines de ambos sexos de vez en cuando se dan golpes con las caderas». Cuando la alegría «es más fuerte se extiende ese gusto a los espectadores y nadie está ya seguro en esa parte de su cuerpo. Al pasar cerca de mí, señoras del todo desconocidas me han honrado con semejantes golpes», le contaba a su mujer en una carta. De la fiesta, le llamó la atención la separación de mujeres y hombres. «Se ve marchar solas a filas enteras de chicas y mujeres y aquí es costumbre que el marido busque a sus amigos y la esposa a sus amigas. En general aquí son las mujeres mucho más alegres que los hombres, no siendo aparte de ello, nada galantes los varones», comentó en la misma misiva.
Observó a las lavanderas en el río y el trabajo de las mujeres en los muelles, que «llevan, en la descarga de los buques, los más grandes pesos sobre la cabeza desde el río a los almacenes». Además, anotó que en Bilbao «no es nada extraordinario que las mujeres de comerciantes no solo ayuden activamente a sus maridos en la dirección de sus negocios, aun donde se trata de comercio de especulación en grande, sino que también lo gobiernan por sí con éxito en el por mayor y el por menor».
A Wilhelm von Humboldt le gustó Bilbao, «con mucho, la ciudad más importante y floreciente, en muchos respectos la más encantadora del País Vasco». Pero para sus propósitos le pareció también «la menos notable de todas». ¿La razón? «El continuo tráfico con forasteros ha desalojado las costumbres patrias, que solo se pueden buscar en el campo y en la montaña, y hasta el idioma es en alto grado impuro, y mezclado con el castellano».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.