Aragoneses contra arandinos: los tres muertos de la taberna 'El Boquete'
Tiempo de historias ·
Hace un siglo, una discusión de juego con los «cerebros recalentados por el alcohol» dio lugar a «infinidad de disparos» en el bar de 'El Maño', en Etxebarri
A veces tendemos a pensar que las ciudades y los pueblos del pasado eran más pacíficos, como si la violencia callejera hubiese sido un invento de las últimas generaciones, pero, desde luego, esa idea un poco ingenua no resulta válida para el Bilbao y la Bizkaia de hace un siglo. El territorio tenía en 1918 unos 400.000 habitantes, algo más de la tercera parte que hoy, y sin embargo la presencia cotidiana de las armas de fuego era mucho mayor que en nuestros días. Ocurría de manera habitual que los enfrentamientos -pendencias en las minas, manifestaciones políticas, riñas de bar- degenerasen en tiroteos con heridos y muertos. Las pistolas y revólveres formaban parte de muchos entornos domésticos y, con bastante frecuencia, también daban lugar a balazos accidentales.
El 24 de noviembre de 1918, hace ahora un siglo, las armas salieron a relucir una vez más, con la diferencia de que el saldo de víctimas mortales -tres- convirtió aquel suceso en uno de los más dramáticos de aquel año. El escenario fue la taberna de 'El Maño', conocida también como 'El Boquete' por el lugar en el que se encontraba: la zona de El Boquete, entre Etxebarri, Basauri y el barrio -entonces aún begoñés y no bilbaíno- de Bolueta. El otro nombre del establecimiento se debía, lógicamente, a su dueño, un aragonés de carácter llamado Pablo Serrano. La cantina se había convertido en lugar de reunión para un grupo de paisanos del propietario y otro de arandinos, es decir, de burgaleses de Aranda de Duero y su comarca: unos y otros se dedicaban allí a jugar a las cartas, a beber alcohol y, muchas veces, a pelearse si la suma de lo uno y lo otro los animaba a ello.
Los hechos de aquel domingo nunca llegaron a esclarecerse del todo. Los periódicos publicaron relatos fragmentarios, confusos y discrepantes en algunos detalles. 'Un tabernero se lía a tiros con los parroquianos', tituló 'El Pueblo Vasco' su primera noticia sobre el suceso, que achacaba al propio Pablo Serrano la responsabilidad de desencadenar la reyerta, ya que «sacó un revólver» y «comenzó a hacer disparos» que «alcanzaron a dos jóvenes que hacía poco tiempo que habían llegado a la taberna para beber unos chiquitos». 'La Gaceta del Norte' identificaba a esos dos chicos como parte de «un grupo de mineros» y también situaba en la escena a una hija del tasquero, que gritaba con desesperación «no tire, padre, no tire». En las primeras informaciones, el balance era de dos heridos graves, precisamente esos dos hombres que supuestamente habían sido objeto de las iras del hostelero: se trataba de dos paisanos, oriundos del pueblecito burgalés de Gumiel de Izán. El minero Dámaso Casado, de 23 años, había recibido dos impactos (uno en el pecho y otro en el muslo), mientras que Antonio Molero, jornalero de 25 años, se había llevado la peor parte, con dos balazos en el pecho, un tercero en la región lumbar y uno más en el glúteo. No lo encontraron hasta dos horas más tarde, desplomado en una carretera.
Pero, como se aclaró al día siguiente, el enfrentamiento había tenido consecuencias mucho más trágicas y no se había limitado a un arrebato violento de 'El Maño'. Todo empezó por un desencuentro en una jugada de cartas: «Como los cerebros estaban recalentados por el alcohol, salieron a relucir las armas, haciéndose infinidad de disparos», resumía 'El Pueblo Vasco' en su ampliación sobre lo sucedido. Habían muerto dos personas: Manuela Mancebo, de 37 años, que era la esposa del tabernero y había recibido un tiro en el pecho, y Francisco Guerra, de 22 años, alcanzado en la cabeza y señalado como uno de los promotores del enfrentamiento. El herido más grave, Antonio Molero, falleció en el hospital de Basurto y elevó a tres la cifra de víctimas mortales.
Otro homicidio el mismo día
Hubo siete detenidos que ingresaron en la cárcel bilbaína de Larrinaga, porque se consideró que las celdas de Etxebarri no reunían condiciones para ello: el propio Pablo Serrano (de quien decían que estaba abatido por la pérdida de su esposa), Mariano Lezcano, Restituto Lumbreras (que también había resultado herido de gravedad en el tiroteo), José Molero (hermano del fallecido Antonio), Victoriano Cobos, Teodoro Herrera y Secundino Pérez. Los tres primeros eran aragoneses y el resto, arandinos, y esa tozuda división en dos bandos se prolongó durante toda la instrucción, ya que unos y otros se acusaron mutuamente de haber realizado los disparos. Solo Lumbreras admitió haber usado su revólver, con la puntualización de que se había visto obligado a defenderse. El juicio se celebró en Bilbao en mayo de 1920 y, ante la imposibilidad de asignar responsabilidades a los participantes en el tumulto, concluyó en una sentencia absolutoria para todos.
No hace falta buscar mucho para comprobar que lo ocurrido en El Boquete no fue una explosión aislada de violencia, sino una manifestación de un problema que tenía preocupados a los vizcaínos. Aquel mismo día, se registró otro homicidio a tiros: tuvo lugar en el Club de la Gran Peña, un local («de mala reputación», puntualizaba 'La Gaceta') situado en un primer piso de la calle Nueva. Los implicados en este caso no fueron mineros, jornaleros y demás representantes de las capas más humildes de la sociedad, sino personas con formación universitaria. Todo comenzó en otro club, el Vizcaya de la calle San Francisco, donde varios jóvenes «hicieron blanco de sus chacotas» al capitán Antonio López Castro, de 31 años y médico segundo del Hospital Militar. Según 'La Gaceta', los impertinentes bromistas llegaron al extremo de derribar al doctor de un empujón. El grupo del médico y el de sus acosadores volvieron a encontrarse esa misma noche en el local de la calle Nueva, donde se reanudaron las chanzas de mal gusto hasta que el militar esgrimió una pistola y abrió fuego. Una bala alcanzó en el abdomen a Ignacio Segurola, un estudiante de Medicina de 21 años que falleció posteriormente en el hospital.
El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a las vez.
Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Sesión cerrada
Al iniciar sesión desde un dispositivo distinto, por seguridad, se cerró la última sesión en este.
Para continuar disfrutando de su suscripción digital, inicie sesión en este dispositivo.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.