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Tomás Ondarra

Tiempo de historias

Alfonso de Mella y los herejes de Durango

Este fraile franciscano observante creó un movimiento que fue reprimido con dureza y acabó con un centenar de quemados en la hoguera

Domingo, 17 de septiembre 2023, 00:46

En tiempo de este rey don Juan, «acaesció que en Durango, que es en las montañas de Viscaya, se levantó una grand heregía entre los omes e mujeres de aquella tierra». Así comienza la relación que hace la 'Cuarta crónica general', compuesta hacia 1460, de ... la aventura de los llamados herejes de Durango, un movimiento disidente religioso liderado por el franciscano observante Alfonso de Mella que se desarrolló con rapidez en esta villa, las anteiglesias aledañas y algunos otros puntos de Bizkaia e incluso Gipuzkoa, y que acabó reprimido con dureza.

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No son muchas las fuentes que recogen el episodio, lo que ha sido un problema para la historiografía, sobre todo para definir la naturaleza del grupo disidente encabezado por fray Alfonso. Los papeles del proceso fueron destruidos intencionadamente en el siglo XIX. Otros documentos se perdieron y las crónicas que narran el suceso son parcas y se dejan llevar por los clichés a los que se recurría casi de oficio al describir cualquier corriente herética. Se conserva una carta del propio heresíarca y recientemente ha salido a la luz una réplica a la misma, lo que ha permitido precisar algo más sus planteamientos ideológicos.

Alfonso de Mella pertenecía a una familia noble de Zamora en la que destacó su hermano Juan, que llegó a ser cardenal. Alfonso formaba parte de la Orden de Hermanos Menores de la Regular Observancia. Surgida dentro de la orden franciscana como movimiento de reforma que buscaba una mayor austeridad y rigor de la vida conventual, fue el punto de partida de varias tendencias heterodoxas. Fray Alfonso debió de acercarse a ellas en Italia, donde tuvo problemas con la jerarquía eclesiástica y acabó condenado por una comisión cardenalicia. Recluido en un convento, se le prohibió predicar y confesar. De vuelta en España, llegó a Durango probablemente hacia 1440 acompañado por varios de sus hermanos de religión, como fray Guillermo de Alvisia y fray Ángel Tovar.

Según la crónica ya citada, «por cabsa de algunos sermones e pedricaciones que ficieron unos frailes de Sant Francisco de la observancia contra el santo matrimonio, la mayor parte de las mujeres de aquella tierra dexaron a sus maridos, e las moças a sus padres e madres, e se fueron con los dichos frailes e con mucha compaña de omes que los acompañauan por las montañas e por las cuevas dellas».

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«Aleluya y caridat»

Allí, es de suponer que en la sierra de Anboto, «facían adulterio e fornicación los omes e los frailes con ellas e con las que querían públicamente, diciendo: 'Aleluya y caridat'». de tal modo que, de no haber intervenido el rey Juan II, «todas las mujeres de aquellas partes dexaran a sus maridos, e se fueran andar con ellas. E este rey don Juan prestamente embió allá alcaldes e executores que prendieron a la mayor parte dellos, aunque los frailes se fueron por mar, e los mandó traer a Santo Domingo de la Calzada, e a los que quisieron tornar a buena recordación e se reconciliaron a la fe con el obispo de Calahorra, e dexaron de se llamar como se llamauan, a los unos Sant Pedro e a los otros Sant Pablo, e nombres de otros santos e santas, a estos tales mandoles facer merced». Pero a los otros, a los que persistieron en el error, «mandolos quemar, por tal manera que fueron muertos e quemados más de ciento omes e mujeres e moças, e por esto cesó aquella heregía».

¿Qué herejía era?

La documentación permite apuntar que el movimiento de Alfonso de Mella defendía la llegada de un tercer tiempo, el del Espíritu Santo, en el que se alcanzaría la libertad espiritual completa y la Iglesia corrupta y carnal sería sustituida por una nueva y espiritual, abierta a los musulmanes.

Alfonso de Mella y algunos de sus compañeros, como Guillermo de Alvisia, huyeron al reino nazarí de Granada. Desde allí, el heresíarca escribió una carta al rey en la que explicaba que se había visto obligado a escapar a pesar de «predicar la verdad de los Santos Evangelios», y pedía una comisión de teólogos ante la que debatir sus proposiciones doctrinales, de las que no solo no renegaba sino que seguía considerando correctas. También hacía una defensa de los musulmanes y del islam, que consideraba una fe compatible con el cristianismo tal como lo veía él. Nada en la carta refleja que su grupo fuera una especie de comuna hippie 'avant la lettre' en la que se predicara contra el matrimonio y se diera rienda suelta al «adulterio y la fornicación».

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Alfonso de Mella pedía un debate pero solo obtuvo una réplica. Un escrito de autor desconocido pero con cierta cercanía al heresíarca, pues se dirigía a él como «amigo fray Alfonso». Apunta el historiador Iñaki Bazán –en el artículo 'Fray Alfonso de Mella y el milenarismo espiritual joaquinista en el Señorío de Vizcaya a finales de la Edad Media', Anales de Historia Antigua, Medieval y Moderna (2023)– que el impugnador «parece ser un religioso natural de Zamora, como el propio hereje, pues se refiere a él como 'compatriota fray Alfonso'. Pero no era franciscano, pues achacaba a Mella las imprudencias de los 'hermanos de su orden', sin incluirse». También le criticaba su cobardía, por haber huido, y su acercamiento al islam, extremo que le llevaba a las lágrimas: «Te has hecho apóstata, tránsfuga, desertor de una guerra oficialmente declarada y traidor de la patria».

Alfonso de Mella no tuvo un final bueno. Fue ejecutado en Granada por razones que se desconocen en una fecha algo posterior a 1455. Una suerte parecida corrió su compañero fray Guillermo, ajusticiado también pero en su caso a manos cristianas. Murió en la hoguera, en la plaza de San Francisco de Sevilla en 1442. En cuanto a su movimiento en Bizkaia, debió de persistir durante unas pocas décadas hasta desaparecer por completo.

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