Sombras deshabitadas
Carlos Jasso - REUTERS
Los niños abandonaron los juguetes, la ropa quedó colgada en los tendederos de los patios traseros y los animales murieron petrificados. Después de la erupción, el exuberante paisaje verde se convirtió en un cementerio gris polvoriento, envuelto en un persistente olor a azufre... Toneladas de árboles, rocas y gases tóxicos se deslizaron por los flancos del Volcán de Fuego formando lo que se conoce como «flujo piroclástico,» que alcanza velocidades más rápidas y letales que la lava. Cuando las familias de las aldeas más afectadas -El Rodeo y San Miguel de Los Lotes, en el centro de Guatemala- se dieron cuenta de lo que sucedía, no tuvieron tiempo de huir.