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La irrupción de Internet en los teléfonos móviles trajo consigo pros y contras. Favoreció el contacto pese a la distancia y el acceso a un cúmulo inabarcable de información (muchas veces conforme se produce la noticia). No obstante, las redes sociales también brindan un anonimato desde el que resulta sencillo opinar a mala fe o descalificar al prójimo con absoluta impunidad, acciones que a menudo dejan poso en el destinatario de estos ataques.
Pero algunos acosadores no se esconden, como en aquellos casos de bullying que traspasan las aulas para instalarse en el perfil de TikTok o Instagram del adolescente de turno. Las burlas no terminan conforme éste llega a casa, sino que inundan su vida digital hasta el punto de arrinconarle y colocarlo en una situación límite.
A comienzos de año, el Departamento vasco de Educación informó de un incremento del 29% en los casos de bullying registrados en el País Vasco (se produce uno nuevo cada tres días). Igualmente, el servicio de orientación Zeuk Esan del Gobierno Vasco notificó un aumento del 144% en las consultas telefónicas por bullying, algo a lo que sin duda contribuye la imposibilidad de desconectar de los acosadores.
Lógico que en este contexto cada vez más progenitores se preocupen por las redes sociales que frecuentan sus hijos, cuyos buzones de mensajes privados suelen atesorar ejemplos de toxicidad. Afortunadamente hay quien intenta cambiar la cosas: en 2017 la desarrolladora Nikita Bier lanzó una aplicación denominada 'tbh', cuyo éxito fulgurante acabó con su adquisición (y posterior cierre) por parte de Facebook. Aquella app tenía por objeto que los adolescentes se lanzasen cumplidos unos a otros a través de preguntas anónimas; favorecer unas relaciones digitales sanas.
Bier recuperó su idea el pasado agosto con una aplicación completamente nueva, 'Gas', que ha saltado a titulares gracias a su inmejorable acogida: supera el medio millón de descargas y ha conseguido situarse por delante de 'BeReal' en el ránking del App Store. Esto pese a que aún no está disponible en todas las regiones y sin que pueda descargarse en la Play Store de Google, de donde desapareció sin previo aviso. «Alcanzar el número uno supone un voto de confianza en que estamos haciendo algo bueno para los adolescentes. Muchos nos dicen que la aplicación ha mejorado su autoestima; que se sienten queridos y más cerca de sus amigos», explicó Bier a The Wall Street Journal.
Gas se orienta a escolares, a quienes pide su localización para determinar el instituto en el que cursan sus estudios. De este modo fomenta la interacción entre compañeros de clase, pero también permite la adición de amigos (o 'amigos de amigos') que ya tengan la app instalada. Su funcionamiento es de lo más simple: lanza una serie de preguntas cuyas respuestas son los nombres de los amigos en cuestión. Todas ellas desde lo positivo, como por ejemplo: '¿A quién admiras en secreto?', '¿Quién tiene la mejor sonrisa?', 'Quién es más íntegro?', '¿En quién piensas más de lo que esa persona cree?'. Cualquiera puede redactar interrogantes de forma anónima (tan sólo se indica su género y el curso en el que estudia) y responderlos. Los aludidos reciben 'flames' (llamas de color azul si han sido escogidos por un chico, rosa si se trata de una chica o morado en el caso de personas no binarias), las cuales pueden destapar mediante una suscripción.
Como puede verse, en Gas no hay cabida para el resentimiento, puesto que toda averiguación derivará en un sentimiento positivo hacia el resto de usuarios. Una mala nueva para unos 'trolls' que en realidad llevan existiendo mucho antes de Internet, desde que el mundo es mundo, como bien explicó a este periódico Carlos Knecht, psiquiatra del Hospital Pare Jofré de Valencia: «Las conductas antisociales y sádicas, con el principal objetivo de causar daño y humillación, han existido probablemente desde el albor de los tiempos o, al menos, no son inherentes a la sociedad actual. Lo que sí es propio de ésta en general y de Internet en particular, es el mecanismo específico para dar rienda suelta a esos instintos».
Pero, ¿por qué se comporta el troll como lo hace? «Por el mismo motivo por el que lo hacemos todo: para obtener placer, diversión, entretenimiento... sólo que en este caso resulta ser a costa de causar sufrimiento a los demás. Nada hace más feliz a un troll que, además de causar daño, percibir que lo ha causado (obteniendo una respuesta por parte de la persona que ha sido objeto de su ataque) y recrearse en él (lanzando nuevos ataques). A esto se añaden las particularidades de la comunicación a través de Internet, donde la ausencia de comunicación no verbal facilita prescindir de las restricciones morales y convenciones sociales propias de la comunicación directa. El 'trolling' también puede tener una recompensa 'social' para las personas que lo practican: atención, aprobación ajena...».
El tiempo dirá si las pretensiones de Bier con Gas llegan a buen puerto. Por el momento sus responsables preparan la inevitable escalada de servidores para lanzar la versión definitiva de la app en un mayor número de regiones y plataformas.
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