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sara borondo
Miércoles, 16 de enero 2019, 00:23
Uno de los fenómenos más espectaculares en lo que llevamos de siglo ha sido el incesante auge de las redes sociales (RRSS). Hace 15 años, las formaban los vecinos, familiares y allegados varios, pero ahora prácticamente todo el mundo está en varias páginas que ... le permiten contactar e interactuar con los demás. La famosa teoría de los seis grados de separación por la que cualquiera puede conectar con otra persona a través de no más de cinco relaciones intermedias, ha quedado reducida a una búsqueda y un clic. La idea de que un famoso pueda recibir el mensaje de un fan sin importar su procedencia, o de que una persona anónima se convierta en una de las más conocidas del planeta sin aparecer en los medios de comunicación, nos ha seducido de forma vertiginosa.
El problema es que las RRSS trajeron consigo un lado turbio. Supusieron el fin de la intimidad; ser juzgado por todo lo que se sube a la red... incluso casos de insultos y amenazas, casi siempre amparadas por el anonimato. Ha habido casos de gente despedida por un tweet con tintes racistas o insultante sacado de contexto, otros acosados por mostrar su opinión sobre un tema polémico…
Por otro lado, Twitter, Facebook, Instagram, YouTube o Snapchat se han convertido en agujeros negros que absorben buena parte del tiempo diario de los usuarios. En las comidas de amigos, las reuniones familiares, el autobús, la sala de espera del médico… cada vez más gente está pendiente de la pantalla del móvil en lugar de su entorno. Se calcula que uno de cada tres menores de edad dedica más de tres horas al día a internet y que los adultos miramos el móvil unas 150 veces diarias.
En consecuencia, no pocos deciden dar un paso atrás en las redes sociales. Primero fueron algunos famosos, por motivos muy diversos: los cantantes Kanye West (ha desactivado y activado sus cuentas varias veces), Ed Sheeran, Iggy Azalea (una de sus fotos fue muy criticada) o Justin Bieber (se marchó por críticas hacia su novia) están entre quienes se han tomado algún periodo de descanso en las RRSS. En el caso de Rihanna se extendió hasta los seis meses e igual sucedió con las actrices Daisy Ridley ('Rey' en Star Wars) que fue duramente criticada tras poner un post contra la violencia con armas de fuego; Leslie Jones, quien se enfrentó al odio de los seguidores de 'Los cazafantasmas' por su intervención en el remake protagonizado por mujeres en 2016; y Kelly Marie Tran, que abandonó Instagram tras numerosos comentarios negativos sobre su papel de Rose en 'Los Últimos Jedi'.
El escritor y presentador de televisión Maxim Huerta también se fue de Twitter cinco meses, tras su dimisión como ministro de Cultura y Deporte en junio de 2018. Son solo unos pocos ejemplos, en la mayoría de casos con Twitter de por medio, red que tiene fama de tener el mayor número de usuarios agresivos. En otras ocasiones ha sido una desaparición previsible, como la de Meghan Markle, quien borró sus redes sociales poco antes de su matrimonio con el británico príncipe Harry.
La situación se repite entre los nuevos famosos o 'influencers', quienes han adquirido su popularidad en las propias redes sociales. El caso español más famoso es el del youtuber Rubén Doblas, El Rubius, que se retiró de las RRSS durante tres meses en 2018. Por su parte, la community manager Berta Bernard llegó a escribir un libro con su experiencia, titulado 'Cómo sobrevivir a Instagram'. ¿Qué lleva a alguien que se ha creado fama e imagen en las redes sociales a abandonarlas? La ansiedad generalizada provocada por causas varias: el miedo a quedarse fuera de la actualidad tecnológica (conocido en inglés como FOMO, de 'Fear of Missing Out') si no están conectados permanentemente; el estar todo el día en el centro de atención de los seguidores, sin que haya una línea entre la vida privada y la pública; la necesidad de conseguir aprobación ajena a base de 'me gustas'; el miedo a defraudar...
Además, también ellos han sufrido las airadas acusaciones de los usuarios, como en el caso de Aida Domènech, Dulceida, que cerró su cuenta de Twitter tras las críticas por la falta de tallas en su colección de ropa (tras haber defendido la diversidad corporal). Fue la gota que colmó el vaso, ya que semanas antes había sufrido dos embates por fotografiarse en una bañera en Ciudad del Cabo cuando la ciudad sufría fuertes restricciones de agua y utilizar una foto con varios niños africanos para publicitar unas gafas.
No hace falta ser famoso o influencer para tener esas sensaciones y eliminar o dejar en suspenso las cuentas de las RRSS. Jaron Lanier fue uno de los pioneros en el desarrollo de la realidad virtual y trabajó como científico interdisciplinario en Microsoft Research. Ahora es un líder filosófico: cree que Internet ha sido invadida por el liberalismo y es necesario reescribirla. Desde el año pasado propugna el abandono de las redes sociales, sobre todo Facebook, por considerar que sus usuarios se sienten más tristes, enfadados y aislados y que las empresas creadoras de las redes intentan modificar la conducta de sus usuarios de la manera más provechosa para las grandes corporaciones.
Lanier ha publicado un libro titulado 'Diez razones para borrar las cuentas de las redes sociales de inmediato'. Entre ellas encontramos que las RRSS están haciéndonos perder el libre albedrío y la capacidad de empatía, idiotizándonos y haciéndonos infelices.
Aunque según un estudio los usuarios de Facebook estarían dispuestos a pagar más de 1.000 dólares (880 euros) por mantener una cuenta en el servicio que proporciona la compañía de Mark Zuckerberg, dejar las redes para 'desintoxicarse' es beneficioso. Así lo concluye una investigación de 'The Happiness Research Institute': quienes dejaron de usar esta red social durante una semana se sintieron más felices y disfrutaban más con la vida, eran más entusiastas, sentían menos preocupaciones, enfado, tristeza o soledad, habían aumentado su vida social en el mundo real y les costaba menos concentrarse.
Hemos enumerado usuarios más o menos conocidos que decidieron cerrar sus redes socialers ante ataques agresivos, pero no todos los casos son así: hay muchos que lo hacen por otras razones. Eric W. trabaja en una gran tecnológica y al empezar el año decidió desinstalar del móvil las 'apps' de Twitter, Instagram, Facebook, LinkedIn y los juegos. Todo ello le arrebataba un mínimo de dos horas diarias: «desviaban mi atención continuamente, arruinando mi capacidad de concentración, tanto en el trabajo como con mi familia y amigos». Esta decisión llega tras un proceso que comenzó hace unos años, tras interesarse por técnicas para la mejora de la productividad y la capacidad de atención.
De momento no se plantea borrar las cuentas, pero sí entra en las redes mucho menos y solo desde el ordenador: «Creo que las redes sociales tienen una gran utilidad - en especial Twitter y LinkedIn - para mantenerse informado, crear una marca personal, leer y compartir opiniones... Pero al mismo tiempo, han sido especialmente diseñadas para hackear nuestra atención y mantenernos enganchados, aportándonos pequeñas descargas de dopamina a las que difícilmente nos podemos resistir. No es porque seamos débiles, simplemente somos humanos», dice, y añade que «las empresas utilizan en nuestra contra las capacidades que nos han ayudado a la supervivencia como especie».
Afirma que lo primero que sintió fue liberación: «aunque aún tengo mucho FOMO y muchas veces desbloqueo el móvil por pura costumbre, aún no he desarrollado el hábito de no estar pendiente del móvil». «También me ocurre que he sustituido el comprobar las redes sociales por el correo personal», explica, reafirmándose en que quiere estar más tiempo con la familia, leer, escribir, estudiar «o, simplemente, dejar a mi mente tiempo para que respire, recuperar el derecho a estar aburrido, porque en esos momentos es donde surge la inspiración».
Por razones diferentes se está planteando dejar Facebook José Valero, Business Developer y QA Manager en Xpec Entertainment: «Twitter lo necesito para trabajar y es más divertido. El problema que le veo es cuando la gente cuenta demasiadas cosas de su vida privada. No lo entiendo. Facebook se me hacía un lugar más propicio para contar cosas de la vida privada porque eliges a tus amigos, pero Twitter es abierto. [...] Facebook se está muriendo, en mi opinión. Con su algoritmo actual tan sólo interactúo con la gente que más frecuento, pero a veces lo único que quiero es comprobar que el resto de mis contactos están bien».
Otra razón que le está llevando a plantearse dejar la red social es la sospecha de que Facebook y Twitter han probado a experimentar con las reacciones de algunos usuarios, enviándoles contenidos contrarios a sus gustos; a esto añade el hecho de que cuando utiliza el micrófono para Messenger de Facebook o WhatsApp, al poco tiempo le llega publicidad relacionada con lo que ha hablado. Un último motivo es el aburrimiento: «Facebook no me aporta nada a nivel profesional o existencial». También se está planteando abrir una cuenta nueva y eliminar completamente la anterior, visto el caso de algunos políticos o directores de cine que han perdido sus puestos por comentarios pasados.
Laals (nombre ficticio) es alguien conocido en su sector, también relacionado con la tecnología, que decidió dejar casi por completo Twitter «porque me creaba una falsa sensación de productividad». «Con el paso de los años me di cuenta de la cantidad de horas que había perdido en algo que no me había aportado nada ni personal ni profesionalmente». «Además», prosigue, «Twitter se ha convertido en una red social muy negativa en los comentarios y percibí que me amargaba leyéndolos. Era innecesario». Para él, en las redes sociales la gente vive «una irrealidad muy preocupante de la que se han vuelto adictos y predomina la negatividad. Me di cuenta de que esas personas que me influían negativamente ni siquiera me importaban, ¿por qué dejar que un extraño me amargara el día cuando en la vida real ni nos saludaríamos».
También se fue de Facebook porque «se me hizo demasiado grande y sentí que ya no era un espacio personal en el que compartir cosas con las personas que más me importan». Ahora utiliza una cuenta en Instagram «ya que me ha permitido cerrar mucho mi círculo de amistades y crear un espacio muy personal».
Desde que ha reducido drásticamente el uso de Twitter, se siente «más tranquilo, he aprendido a valorar mejor lo que hay fuera de Internet y soy más productivo. Además, ahora me doy cuenta de que muchas personas viven dentro de una realidad muy adulterada. Al acumular unos miles de seguidores ya se sienten con la obligación de opinar sobre todo y al tener un TL repleto de aduladores se adentran en una realidad completamente adaptada y muy peligrosa que con el tiempo acaba cambiándolos negativamente. Es muy triste ver como las vidas de muchas personas solo tienen sentido a través de las redes sociales y me alegro mucho de estar fuera de ese circo».
El caso de Sandra es más drástico, ya que ella ha trabajado de community manager gestionando las redes sociales de una empresa. Sigue teniendo cuenta en las principales, pero con un uso bastante limitado. A diario solo usa Instagram y no entra prácticamente en Facebook ni Twitter: «Si las utilizas de forma asidua te dan una falsa sensación de productividad. Prefiero dedicar mi tiempo libre a hacer otras actividades o a compartir momentos con mis seres queridos y amigos». «Supongo que las redes sociales que no son útiles en mi día a día han dejado de interesarme con los años», afirma. Coincide en pensar que en las redes sociales se vive una realidad ficticia: «en cuanto las dejas te das cuenta de que las relaciones personales y las cosas importantes deben estar fuera».
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