El tiempo no corre, vuela. Sólo así se explica que hayan pasado ya cuatro años desde que Samsung presentó en sociedad una nueva gama de móviles que podría marcar un antes y un después en un sector tan maduro que apenas deja espacio a las ... sorpresas. Sus teléfonos plegables provocaron un asombro que no se veía desde la presentación del primer iPhone. Y muchos soñaron con un mundo lleno de terminales de generosas pantallas encerradas en modelos de tamaño contenido. Desde entonces, los Samsung Galaxy Z Flip y Samsung Galaxy Z Fold han ido puliendo sus puntos débiles con el objetivo de ser cada vez más atractivos para los usuarios de smartphones clásicos. En esta generación, la multinacional coreana ha logrado confeccionar un producto muy atractivo, aunque los peajes a pagar por albergar una tecnología tan novedosa siguen ahí, lo que provocará que siga siendo considerado como un segmento de nicho dentro del competitivo mercado de la telefonía móvil.
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Y eso que el concepto del Samsung Galaxy Fold sigue siendo una maravilla: convertir un móvil de un tamaño similar a los terminales de generosas pantallas que tanto éxito tienen entre los usuarios en una pequeña tableta, en concreto de 7 pulgadas, con sólo desplegarlo. Ideal para disfrutar de una buena lectura tomando algo en una cafetería o esperando a que llegue nuestro avión en el aeropuerto. Y todo ello sin necesidad de cargar con un dispositivo extra para tener esa experiencia de uso. En esta cuarta generación nos encontramos con un terminal premium, aunque sin presentar un salto evolutivo que lo haga atractivo a un mayor número de usuarios. Pero vayamos por partes.
Como se puede imaginar, es uno de los apartados estrella de un terminal de estas características. Plegado, nos encontramos con un teléfono muy alargado y más estrecho que sus hermanos mayores y que recuerda al diseño de los terminales de Sony. La gran ventaja de este formato es que permite agarrarlo con mayor facilidad con una sola mano. De esta forma, contamos con una pantalla Amoled de 6,2 pulgadas con resolución HD+ (2316 × 904), unas dimensiones que penalizan los contenidos multimedia ya que no están preparados para soportar ese formato de imagen (23.1:9) provocando que no ocupen todo el ancho de pantalla, algo que puede resultar molesto para algunos usuarios. Por fortuna, es un panel que se ve realmente bien, incluso a plena luz del sol, por lo que en muchas ocasiones no tendremos necesidad de desdoblarla para convertirla en una tableta Amoled de 7,6 pulgadas con resolución QXGA+ (2176 × 1812) que permite una óptima visualización de contenidos, aunque alejada de la calidad de otras pantallas de la gama alta.
Eso sí, las pantallas interiores cuentan como ventaja respecto a la exterior una tasa de refresco adaptativa de 120 hz que permite que la visualización de contenidos, como el scroll al navegar por Internet, sea realmente ágil. La mala noticia es que cuatro generaciones después Samsung todavía no ha eliminado la doblez en el centro de la pantalla. Es cierto que la arruga se nota menos cuando la pantalla está encendida y, al contrario que en el Fold, rara vez el dedo pasa sobre ella. Pero no deja de ser un lunar que resta puntos a la experiencia de uso de este tipo de terminales junto con el hecho de que su textura resulta más plasticosa que la de los paneles tradicionales, lo que la hace especialmente vulnerable a arañazos involuntarios.
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Y ahora otro punto insalvable para muchos usuarios. Se trata de un móvil demasiado ancho cuando está plegado. Por una parte lógico, teniendo en cuenta que integra tres pantallas en su interior, pero eso no quita para que sea una característica que arruina el diseño del teléfono. Lo ideal sería que una de las partes del teléfono fuera mucho más delgada que la otra, como la tapa de un libro, pero Samsung no ha logrado aún reducir tanto su grosor. Si a eso le añadimos que se trata de un terminal muy alargado, nos encontramos con un móvil de unas generosas dimensiones (67,1 x 155,1 x 15,8 mm) que supone cargar con dos móviles pegados. Pese a ser más ligero que su predecesor, su excesivo peso con 263 gramos, tampoco ayuda.
Eso sí, desplegado nos encontramos con unas medidas (130,1 x 155,1 x 6,3 mm) mucho más acordes de lo que se espera de una tableta de casi ocho pulgadas y cuyo uso mejora al repartir el peso entre las dos manos. Por fortuna, la calidad de los materiales empleados en su construcción, como el aluminio, nos deja bien claro que nos encontramos con un smartphone premium cuya bisagra (que permite abrir y cerrar sus pantallas) ha mejorado aún más, dando mayor sensación de durabilidad y resistencia que en modelos anteriores. El lector de huellas físico está ubicado en el botón de encendido en uno de los laterales del terminal y es realmente rápido, aunque, al ser tan estrecho, es preciso acostumbrarse a colocar el dedo en el lugar adecuado.
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Como el año anterior, el Galaxy Z Fold monta el último procesador de Qualcomm del mercado, en esta ocasión Snapdragon 8+ Gen 1 de cinco nanómetros, con lo que la potencia está más que asegurada tanto en aplicaciones como en videojuegos gracias también a sus 12 GB de memoria. El problema es que tanta potencia bruta en un terminal con un diseño tan peculiar paga como peaje un sobrecalentamiento cuando está trabajando a tope, lo que provoca que tenga que bajar de revoluciones para evitar males mayores. La caída de rendimiento es notoria en los videojuegos más exigentes. Por lo menos se agradecen los 256 GB de almacenamiento en el modelo base, una cifra que debería extenderse ya a todos los gamas altas de mercado.
Es complicado valorar la autonomía en un terminal capaz de convertirse en una tableta. Con uso moderado, la batería nos durará hasta el final de la jornada. Eso sí, en el caso de que estemos todo el rato con el teléfono desplegado, al final de la tarde ya nos pedirá enchufarlo a un cargador que no viene integrado en el teléfono. Una faena. Además, contamos con una carga rápida de 25 W que ya se ha quedado obsoleta respecto a la velocidad que ofrecen otras marcas. En el caso de que vayamos a estar todo el día fuera, es aconsejable poner desde primera hora de la mañana el modo ligero, que sirve para gestionar el uso de la batería de forma inteligente, permitiendo un mayor gasto energético cuando realmente se necesita en términos de potencia a la hora de jugar o sacar fotos.
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Qué bien le ha venido a esta familia de terminales Android 12L (la versión del sistema operativo de Google para tabletas que permite a este tipo de dispositivos ser mucho más intuitivos para sus usuarios). En el caso de este Fold, el dock inferior le da una nueva vida, ya que en él podemos poner las aplicaciones y juegos que más usamos para lanzarlos a un modo multiventana que es de lo mejor que tiene este teléfono. Su límite máximo de visualización de tres ventanas simultáneas es más que suficiente teniendo en cuenta las dimensiones de esta minitableta.
Como es habitual, podemos dejar el móvil medio abierto para ver vídeos mientras, por ejemplo, escribimos un correo o nos hacemos una foto apoyándolo en una mesa. En la práctica es un modo de visualización que apenas se utiliza en el día a día.
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Como nota negativa, el gran número de aplicaciones y servicios 'made in Samsung' e incluso de Microsoft que vienen preinstalalados y funcionando en el terminal. Muchos de ellos repitiendo funciones que ya realizan las aplicaciones de Google y que forman parte de Android. Es cierto que se pueden borrar, pero no dejan de ser un incordio para muchos usuarios.
Es otro de los aspectos que más ha mejorado el Fold este año. En un intento por reducir costes, este tipo de terminales montaban las cámaras de generaciones anteriores. Pero este año nos encontrábamos con los mismos sensores que el S22+. Y se nota, vaya que si se nota. Contamos con un objetivo angular de 50 mpx, con apertura focal de f/2.2, un ultra angular (también de 12 mpx con f/2.2) y un teleobjetivo 3X de 10 mpx y f/2.4. El teléfono sorprende por la capacidad de hacer muy buenas fotos con cualquiera de las tres lentes sin que sea necesario retocarlas gracias al uso de la inteligencia artificial. También por un muy buen empleo del HDR para evitar zonas quemadas o excesivamente oscuras.
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Aquí podemos ver cómo su gran angular ha captado una escena muy complicada: un atardecer en el puerto deportivo de Laredo tomada en modo automático con la propia aplicación de cámara de Samsung que se caracteriza por su sencillez. A plena luz del día, las cámaras se comportan de forma superlativa destacando su definición y unos colores vivos sin llegar a la saturación. Y en muchas ocasiones, este zoom óptico de 3x se agradece cuando toca fotografiar personas u objetos que están lejos de nosotros o para el modo retrato, que se caracteriza por su gran calidad con sujetos bien definidos en fondos difuminados, lo que permite tener fotos espectaculares.
Sólo hay que apuntar y disparar para sacar buenas fotos, aunque también están presentes los distintos modos fotográficos como el retrato, cámara superlenta, rápida o el profesional para modificar manualmente los controles de la cámara. Sobre el vídeo, destaca por su gran estabilización sin que se produzcan saltos en la imagen, incluso si se graba en 8K.
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La cámara delantera también cumple con holgura, sobre todo a la hora de sacar selfies muy naturales incluso en bajas condiciones lumínicas y en modo retrato. El modo noche de la gama alta de Samsung es de los mejores del mercado, como se puede comprobar aquí. Se activa de forma automática, por lo que es aconsejable dejar que el teléfono decida cuándo es realmente necesario para no sobreexponer las fotos.
Y otra ventaja de este terminal. Si lo desplegamos parcialmente, podemos utilizar la cámara trasera para hacernos selfies de gran calidad mientras utilizamos la pantalla externa como visor. Pequeños detalles exclusivos de esta gama imposibles de recrear en los teléfonos tradicionales. Eso sí, no es aconsejable usar la cámara de tan sólo 4mpx insertada en la pantalla cuando el móvil está en modo tableta para sacar fotos. Su calidad es bastante pobre (por ser generoso) al estar concebida para mantener videoconferencias y poco más.
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Como es habitual desde su nacimiento, los móviles plegables de Samsung provocan sentimientos encontrados. Por una parte, es una gozada tener la posibilidad de llevar una mini-tableta en el bolsillo con todo lo que ello implica. Y es verdad que se han mejorado algunas cosas como sus capacidades fotográficas o un software por fin a la altura de un dispositivos de estas características. Por otra, quedan todavía muchos aspectos mejorables pese a que han pasado ya cuatro años desde el lanzamiento del primer Fold. Sigue siendo demasiado grueso y pesado. Además, la arruga sigue presente en mitad de una pantalla más frágil que las que utilizamos normalmente.
Y queda pendiente el espinoso asunto de su precio: 1.799 euros para un teléfono disponible en verde, negro y beige. La puntilla para la gran mayoría de los usuarios y lo que impide que este móvil se popularice como los de otras marcas, incluidos los gama alta de la propia Samsung. Quizás dentro de unos años, cuando los costes de fabricación sean más asequibles, podamos ver su despegue definitivo. De momento, sólo serán atractivos para un número muy reducido de personas que quieran tener dos dispositivos en uno en todo momento y a toda costa.
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