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Modelo de la marca 'Fairphone'

¿Qué es un móvil sin 'minerales de sangre' y por qué deberías comprarlo?

Hacia una extracción de minerales para dispositivos electrónicos que respete los derechos humanos

sara borondo

Lunes, 25 de noviembre 2019, 00:06

El estilo de vida de la sociedad actual se sostiene sobre algunos pilares que plantean problemas éticos: la ropa que hay en las tiendas se produce en muchas ocasiones en países en desarrollo donde los salarios son muy bajos; y los teléfonos y tablets -entre otros dispositivos electrónicos- se fabrican con los llamados 'minerales de sangre', además de ser perjudiciales para el medio ambiente por la propia forma de fabricarlos: su duración es muy corta y normalmente no compensa arreglarlos.

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Entre esos minerales de sangre (también llamados minerales en coflicto) se encuentran el estaño, el tungsteno (también llamado wolframio), el tantalio (que se extrae del coltán) y el oro. También se les conoce como 3TG por sus siglas en inglés: tin, tungsten, tantalum y gold.

Un mineral esencial para fabricar dispositivos electrónicos

Coltán, el 'oro azul'

El coltán está compuesto por minerales de columbita y tantalita y es indispensable para la fabricación de teléfonos móviles y otros dispositivos electrónicos, ya que sirve para crear condensadores muy finos con una alta fiabilidad y resistencia energética. El tantalio sirve también para construir el microprocesador y las lentes de las cámaras. El problema es que es un mineral muy escaso que se encuentra en pocos países y se concentra en la región ecuatorial de África, sobre todo la República Democrática del Congo (RDC).

La mayoría del coltán del mercado procede de las minas de la RDC, Uganda y Ruanda, aunque el que procede de estos dos últimos países en realidad tiene origen en minas del territorio congoleño. Además de los mencionados, otros países productores son Nigeria, Brasil, China y Etiopía. En España acaba de empezar a funcionar la mina 'A Penouta' en Viana do Bolo (Orense), de la que se extrae estaño, tantalio y niobio.

Tras la guerra de coltán de finales de siglo, en la que el ejército ruandés invadió el territorio congoleño con el pretexto de proteger a la población tutsi (en realidad se trataba de tener el control de las minas de la zona), parte del territorio de la RDC quedó ocupado por Uganda y Ruanda. Varias ONG como Unicef o Amnistía Internacional han denunciado que los gobiernos de la zona financian con la venta del mineral a más de cien grupos armados dentro del territorio congoleño para controlar las minas de coltán, níquel, estaño, tungsteno y cobalto, mientras cometen masacres masivas sobre las poblaciones civiles, violan a las mujeres y obligan a los niños a convertirse en soldados.

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En las minas africanas controladas por grupos armados las condiciones laborales son deplorables, ni hay los medios adecuados ni la mínima seguridad, y es habitual que los niños trabajen ya que son mano de obra barata que no suele quejarse. Según datos de Unicef de 2016, hay unos 40.000 niños trabajando en condiciones de esclavitud en las minas de coltán, cobalto y cobre de RDC durante 12 horas diarias. Debido a todas estas razones se considera que el coltán es uno de los minerales de sangre. Se calcula que una parte ínfima del coltán que sale del Congo procede el mercado legal, mientra que el resto sale de explotaciones controladas por distintos grupos armados a través de múltiples intermediarios. Esta situación puede cambiar cuando se encuentre un sustituto adecuado al coltán, como el polímero de aluminio, con más conductividad y duración que los de tantalio, aunque también son más caros.

Por si fuera poco la guerra del coltán, la situación en Congo se está recrudeciendo debido a la demanda del cobalto necesario para fabricar las baterías de ión-litio de los móviles y de los vehículos eléctricos. Además, el país es el mayor productor de cobre de África, aunque ninguna de estas riquezas del subsuelo acaban revirtiendo en riqueza para el país debido a la legislación local de minería.

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En 2021 entra en vigor la regulación en la Unión Europea

Menor trabajando en una mina de Coltán congoleña

La Unión Europea ha regulado ya la importación de los minerales de sangre imponiendo controles en la entrada de estos materiales dentro de sus fronteras, para que los importadores garanticen que las materias primas no provienen de zonas donde existan conflictos armados.

El 1 de enero de 2021 entra en vigor la ley que que establece esos controles en el territorio de la UE, que diversas ONGs han considerado un primer paso. Pero no definitivo, ya que tiene lagunas como que solo se refiere a las materias primas y no a los productos acabados (como teléfonos móviles), dejando fuera la importación de otros materiales que también financian guerras como las esmeraldas, el carbón, el cobre, el jade o los rubíes. En EEUU había unos controles similares desde la aprobación, en 2010, de la Ley Dodd Frank, pero en 2017 el actual presidente estadounidense, Donald Trump, suspendió provisionalmente la sección que establecía que los minerales que entrasen en el país americano debían proceder de zonas libres de conflictos armados.

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Mientras los gobiernos nacionales o supranacionales regulan los controles a la importación de estos materiales, hay algunas empresas que han actuado por su cuenta. La Electronic Industry Citizenship Coalition, fundada en 2008, integra en su Responsible Minerals Initiative (RMI) a casi 400 empresas que se han comprometido a utilizar un abastecimiento responsable de minerales para sus suministros, garantizando con un certificado que proceden de minas que cumplen con la seguridad de sus trabajadores y en las que no trabajan niños. Entre ellos hay fabricantes de dispositivos electrónicos como Apple, Acer, Fujitsu, Fitbit, Alphabet (Google), HP, Huawei, Intel, Logitech, Lenovo, Microsoft y Tesla Motors.

El primer smartphone ético: Fariphone

Fairphone 3

Otra de las empresas incluidas en la RMI es Fairphone, que va un paso más allá al apoyar al medio ambiente. Empezó como parte de una campaña de toma de conciencia sobre los minerales de zonas en conflicto: el holandés Bas Van Abel fundó la empresa en 2013 y el mismo año lanzó el Fairphone 1, del que se vendieron 60.000 unidades. Bajo el lema «Nos preocupamos por la gente y por el planeta», la empresa fabrica smartphones intentando que su impacto en el medio ambiente sea el menor posible, usando materiales reciclados y asegurándose de que proceden de zonas donde se garantizan los derechos de los trabajadores. También diseñan sus modelos con un sistema modular, para reemplazar las piezas que se rompan sin necesidad de comprar un teléfono nuevo.

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El último modelo que ha lanzado es el Fairphone 3 (450€, con un descuento de 40€ por la entrega de un móvil para reciclar), con una pantalla de 5,65»; 4GB de RAM y 64 GB internos ampliables; cámara posterior de 12 MP y frontal de 8MP; dos NanoSim y Android 9 como sistema operativo. Con los módulos reemplazables se puede renovar la parte que se haya roto usando un simple destornillador, que viene incluido en la caja junto al protector del teléfono (aunque no trae cargador ni cable de carga). Entre las empresas que han anunciado acuerdos con Fairphone está Vodafone, que comercializará sus teléfonos por toda Europa (incluida España).

Los citados módulos (cámara, altavoz, pantalla, flash...) logran de paso algo impensable en un smartphone moderno: que el dispositivo 'aguante' más allá de los cinco años. Otra ventaja incuestionable para apostar por este nuevo segmento de terminales.

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