Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
sara borondo
Martes, 9 de octubre 2018
La medicina está viviendo estos años una revolución que ahora empieza a llegar a los pacientes de la mano de distintos sensores de uso sanitario insertados en wearables (objetos cotidianos a los que se ha incorporado un chip) como la pulsera Embrace que avisa ... de una crisis epiléptica a un móvil a través de bluetooth. Y no nos olvidemos de las aplicaciones para móviles. Algunas de ellas utilizan la inteligencia artificial para realizar una detección precoz del cáncer de piel, comparando fotos enviadas por los usuarios. Los avances son múltiples en casi todas las áreas de la medicina y el futuro es prometedor. Google y Novartis están trabajando en unas lentillas para prevenir el glaucoma, mientras investigadores de la Universidad de Harvard y el MIT prueban un tatuaje con biosensores capaz de indicar con un cambio en el color de la tinta si la persona que la lleva está deshidratada o tiene una bajada de azúcar.
En 2017 se vendieron en todo el mundo más de 113 millones de wearables, según la International Data Corporation (IDC). Desde pulseras y sofisticados relojes inteligentes a camisetas con conexión a Internet. A la cabeza de las ventas de este tipo de productos se sitúa Apple, seguida de Xiaomi -que reina en el mercado chino-, Fitbit, Huawei y Garmin. Los últimos avances tecnológicos han traído consigo el despegue definitivo de estos dispositivos, que llevan ya años en el mercado cada vez con mediciones y características más perfeccionadas.
Es el caso de las pulseras y relojes inteligentes con sensores de ritmo cardíaco. El Apple Watch ya lo incluyó en su primer modelo de 2014 y lo ha ido perfeccionando hasta que en su última versión, la Serie 4, añade un electrodo que realizará un electrocardiograma del usuario cuando, dentro de unos meses, salga la 'app' correspondiente. El smartwatch de la manzana mordida también detecta si quien lo lleva se cae y avisa a un contacto en el caso de que no haya una respuesta por parte de su dueño.
Igual sucede con el dispositivo, iBeat, que, sin necesidad de conexión con el teléfono ni de ninguna 'app', controla específicamente los datos del usuario en tiempo real y los analiza utilizando inteligencia artificial. Si percibe algo extraño, pregunta a quien lo lleva si todo va bien. En caso de no recibir respuesta en 10 segundos o que esta sea «no», el aparato avisa al equipo de iBeat y éste al servicio de emergencias.
Además del sensor cardíaco, la mayoría de las pulseras y relojes que hacen seguimiento de la actividad física controlan también la calidad del sueño. Y algunos de ellos cuentan además con un tensiómetro, pero los resultados no parecen del todo fiables comparados con aparatos médicos. Al menos, sí consiguen que los usuarios que los llevan se preocupen más por su salud. Y eso ya es un paso.
Precisamente, esa es la principal conclusión a la que se llegó la semana pasada la mesa redonda sobre salud y tecnología organizada por la Sociedad Española de Cardiología (SEC). El doctor Domingo Marzal, cardiólogo del hospital Virgen del Mar de Madrid y director de innovación y estrategia médica digital en Sanitas, destacó que con estos dispositivos «el paciente es más protagonista de su enfermedad», ya que él controla cuando surge un problema y se ahorra pasar tiempo en los hospitales.
Este médico explicó que con dispositivos como el Apple Watch Series 4 se puede controlar una fibrilación auricular, un tipo de arritmia a la que predisponen factores como la edad. «La recomendación es poner un Holter, que es un electro de 23 horas y pedirle a la persona, sobre todo si tiene más de 60 años, que se toque el pulso de vez en cuando y compruebe si es regular y rápido. Ahora, la gente de Apple ha sacado un reloj capaz de detectar la fibrilación auricular. Es infinitamente mejor que lo que tenemos», dijo.
En mayo de este año ya se comprobó la eficacia de estas nuevas tecnologías. El estadounidense William Monzidelis se sintió mareado en el trabajo y empezó a sangrar por la boca al tiempo que su reloj activaba la alarma de ritmo del corazón anómalo. Monzidelis decidió ir entonces al hospital sin esperar más tiempo y casi no llega porque en el camino empezó a sangrar mucho más debido a una úlcera perforada.
Hace unas semanas también salvó la vida el australiano Adam Love, a quien una 'app' conectada a su smartwatch le avisó de que su pulso mientras dormía era muy elevado: más de 130 pulsaciones por minuto cuando lo normal es 60. Al final, fue al hospital con los datos de su wearable y los doctores que le atendieron descubrieron que tenía un agujero congénito en el corazón, por lo que parte de su sangre no fluía por todo el cuerpo.
En la misma charla, Carme Carrion, investigadora del eHealth Center de la Universitat Oberta de Catalunya y directora del Máster en Salud Digital, apostó decididamente por un uso de la tecnología, para lo que, dijo, «tiene que haber una apuesta clara de cambio de cómo se funciona en el centro de salud, no puede haber parches y pequeños proyectitos aquí y allá». Así se conseguirá mejorar la calidad asistencial, reducir costes hospitalarios y que el profesional de la salud pueda acceder al paciente siempre.
Otra área dónde se están produciendo grandes cambios es el tratamiento de la diabetes. «Hemos entrado en la era de los sensores», afirma con rotundidad el doctor Franco Sánchez, endocrinólogo del Hospital Nuestra Señora del Rosario de Madrid. Los sensores a los que se refiere y que están cambiando a pasos agigantados el seguimiento y tratamiento de esta enfermedad son los que miden la glucosa en el tejido instersticial (en la piel) y no directamente en la sangre. Su principal ventaja es que el paciente no tiene que pincharse varias veces al día para controlar sus niveles de glucosa y que estos se están controlando constantemente o cada pocos minutos. La desventaja, el caballo de batalla actual para las empresas que realizan los sensores, es que aún queda por solventar la diferencia entre la medición en sangre y la intersticial (en la segunda se detecta más tarde una hipoglucemia).
Son varios los medidores que hay en el mercado de glucosa instersticial. Algunos, como Dexcom, Enlite de Medtronic o el Sistema Flash de Freestyle Libre lo realizan cada cinco minutos. Hasta ahora había comunidades autónomas que los financiaban (el País Vasco fue la primera en sufragar el Sistema Flash a diabéticos de tipo 1 menores de edad) y otras que no, pero el 19 de septiembre el Sistema Nacional de Salud aprobó las ayudas económicas de estos sensores para los diabéticos tipo 1, entre 3 y 18 años. Es probable que sea solo el primer paso para que todos los enfermos puedan acceder a ellos a través de la Seguridad Social.
Estos medidores incluso pueden detectar una futura hipoglucemia y almacenan los datos durante ocho horas -hay que descargarlos en el glucómetro tres veces al día-. El control continuado es una de las principales razones de que supongan una revolución, ya que ahora se pueden utilizar parámetros que antes no era tan fácil conseguir, como la oscilación de la glucosa durante varias horas, «importante para saber si ha habido hipoglucemias nocturnas y actuar», explica Sánchez, o en qué niveles está antes de comer. También cómo la altera el trabajo del paciente, o conducir, o el ejercicio físico. Además, permite ajustar las dosis en función de estos datos, de forma que se implica más en su salud y es más consciente de lo que le afecta. «El otro día un paciente me contaba cuánto lamentaba haber tomado una cerveza. La labor educativa de estos sensores es muy alta», añade el endocrinólogo.
No obstante, no todos los aparatos tienen la misma fiabilidad ni utilidad, igual que las más de 300.000 'apps' de salud que se calcula hay en las tiendas de Apple y Android. Lo más recomendable en el caso de los wearables es preguntar al especialista por el que mejor se adecúe, si es que el médico se ha interesado previamente por esta formación (porque no la reciben en este tipo de dispositivos y depende del interés de cada uno).
En el caso de las 'apps' tampoco es fácil discernir las que son adecuadas médicamente de las que no. A nivel europeo, no se ha llegado a ninguna conclusión aunque sí ha habido diversas reuniones, y a nivel nacional sí hay países que están estableciendo cribados de ellas. Así, el sistema de salud británico (NHS) ha creado una biblioteca de aplicaciones en las que incluye las que consideran clínicamente seguras. Dentro de España, en Andalucía existe el sello 'app saludable' que, según Carrion «es un referente en toda Europa para desarrollar la metodología y saber cómo separar el grano de la paja». En Cataluña la Fundación iSYS está elaborando un Catálogo de Aplicaciones de Salud puntuándolas según un baremo.
Además de la calidad y la utilidad de cada aplicación hay otro punto sobre el que alertó el experto en derecho digital Borja Adsuara en el encuentro organizado por la SEC : el tratamiento de los datos que el usuario proporciona. Según Adsuara, hay 'apps' -sobre todo las gratuitas- que después negocian con esta información. Ahora que estamos viendo lo que pueden hacerse con el cruce de datos sería posible, por ejemplo, que un banco pudiese llegar a saber la salud de un cliente y lo tuviese en cuenta a la hora de conceder un crédito. Claro que ni siquiera hay que esperar a esto: la aseguradora estadounidense John Hancock ha anunciado hace un par de semanas su plan 'Vitality', que solo aceptará las polizas de aquellos que acepten usar un reloj inteligente que controle su salud y la actividad física diaria. Por todo ello, nadie puede negar que la medicina está cambiando debido a las nuevas tecnologías. Cambios que pueden salvarte la vida.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.