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óscar b. de otálora
Viernes, 13 de abril 2018, 00:41
«El dron te permite explorar terrenos que no son accesibles. Es un tipo de fotografía en la que te sientes un descubridor», asegura Markel Redondo. Este profesional bilbaíno afincado en el País Vasco francés acaba de ganar un premio especial del ... British Journal of Photography -una de las Biblias del mundo de la imagen- concedido a aquellos trabajos de fotografía aérea: el DJI Drone Award.
La obra galardonada es una serie titulada 'Sand Castles (part II)' (Castillos de arena. Segunda parte) y es un trabajo muy especial. «Hace diez años ya hice una serie sobre construcciones que se habían abandonado por la crisis económica de 2007. Diez años después he regresado a esos lugares para ver qué había sucedido con el paisaje. Casi todo mi trabajo se centra en las obras de una constructora que quebró y dejó a medio levantar unas cuantas urbanizaciones», relata. Sus obras, en este sentido, son parte del recuento de bajas del estallido de la burbuja inmobiliaria.
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Una de las imágenes premiadas es esta imagen de una urbanización sin finalizar en Alba de Tormes (Salamanca) en la que casi se siente el frío de la estepa al atardecer. «Tomé esta imagen en invierno, antes del anochecer. Es una construcción que se puede ver desde la carretera y cada vez que pasaba me llamaba la atención. Sigue estando abandonada», afirma el fotógrafo. El método de Redondo para obtener estas imágenes es exhaustivo. «Fotografiar con un dron exige tener en cuenta la autonomía de las baterías y calcular las horas de vuelo de las que puedes disponer. Muchas fotografías las he obtenido tras tres horas de navegación».
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La imagen superior se corresponde con la toma aérea de una urbanización en ruinas de San Mateo de Gállego, en Zaragoza. «En muchas ocasiones el efecto que se consigue con el dron es el del arte contemporáneo. Es una visión que no tiene nada que ver con la imagen clásica de la fotografía», afirma Redondo.
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El contraste de la imagen revela una zona en la que las casas ya han sido prácticamente levantadas mientras que al fondo se aprecia una colmena de viviendas inacabadas, un simple esqueleto de ladrillo. «Esta es una zona de Mojácar (Almería) espectacular -la fotografía está tomada desde el mar- y en ella se aprecia la forma en la que la especulación acabó con el paisaje», explica el autor. Esta instantánea, por otro lado, es una muestra de la capacidad del dron para llevar la mirada a lugares imposibles. «Todos los accesos a los edificios están sellados con bloques de cemento así que era imposible acercarse con un vehículo. El dron permite ver más allá», explicar el fotógrafo.
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En la urbanización de Alba de Tormes fotografiada por Markel Redondo se puede contemplar esta rotonda que no conduce a ningún sitio y que simplemente conecta la ruina con un paisaje lunar. Es como mirar por el ojo de una cerradura a los efectos de la crisis de 2017. «Es otra muestra de la capacidad de los drones por conseguir imágenes nada habituales. En muchas ocasiones, en este tipo de fotografía lo que más difícil resulta es elegir la temática apropiada», señala Redondo.
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La fotografía aérea superior muestra la urbanización de una parcela en Buñuel (Burgos). La perspectiva del dron permite obtener imágenes en las que una embaldosado inacabado se convierte en un cuadro de Kandinsky. «En todos los lugares que he fotografiado se puede observar una desolación absoluta», remarca Redondo.
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Esta urbanización sin terminar se encuentra en San Mateo de Gállego. Se ha convertido en un muro que separa un paisaje desértico al que jamás llegarán sus habitantes. «La imagen de dron en este tipo de espacios muestra la desolación en la que se han convertido algunos sitios en los que estaba previsto que hubiera algo parecido a un pueblo. La crisis ha cambiado el paisaje de forma radical», señala Markel Redondo.
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«Esta imagen de una urbanización de Pego, en Alicante, muestra a un monstruo abandonado en un paisaje precioso. Se trataba de una urbanización que iba a tener campo de golf y todos los lujos pero ahora es una de las cicatrices de la crisis», explica el fotógrafo. La obra revela cómo los años en los que España vivió de la economía del ladrillo era posible cometer todo tipo de desmanes paisajísticos que ahora ya se han convertido en una amputación permanente.
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