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Como toda genialidad, el anuncio de Labo motivó tantas críticas como alabanzas. De un lado quienes valoramos el esfuerzo de Nintendo por sorprender; del otro quienes tildaron de engañifa la venta de cartón a precio de juego completo. Sea como fuere, y aunque los ... segundos no estén dispuestos a reconocerlo, el invento ha despertado una curiosidad universal. Necesitas probarlo para valorar con propiedad y es justo lo que hemos hecho.
Tras varios días doblando cartón, no cabe duda de que la multinacional japonesa ha creado algo tremendamente especial. Al nivel de los motores por vibración en Lylat Wars; los anales del juego asimétrico en GameCube; las friegas a mascotas virtuales mediante panel táctil o los raquetazos simulados frente al televisor. Al abrir la caja de este «Kit Variado«, parece imposible que esa pila de planchas pueda transformarse en artilugios como un piano, el manillar de una motocicleta o una caña de pescar, pero así es.
¿Es Nintendo Labo un producto para niños? No necesariamente. Aunque lo disfrutarán por encima del resto, ésta se ha concebido como una experiencia cooperativa. El proceso de ensamblado no entraña una dificultad exacerbada (no hay pegamento ni tijeras que valgan), pero sí puede desalentar al pequeño que lo intente en solitario. Así, Labo complace por igual a padres e hijos. Los primeros por el tiempo compartido con sus retoños y éstos por haber conseguido que papá o mamá se acerquen a una consola de videojuegos. La clave radica en que no estamos ante una pieza de software al uso, más bien una manualidad.
Por una vez, Nintendo aconseja desacoplar su consola híbrida para seguir el proceso de montaje. El (olvidado) panel táctil de Switch permite interactuar con el tutorial de cada Toy-Con, alejando o volteando la imagen para dilucidar el siguiente paso. De todos modos, los diagramas resultan clarificadores per se: se describe cada pequeño doblez en el orden exacto, sin reparos a repetirlo cuando debamos duplicar una pieza. Además, se emplea un lenguaje llano, directo y empático, que nos previene al encarar una fase especialmente laboriosa.
El juguete de marras va tomando forma poco a poco. La pereza inicial deja paso a la sorpresa y ésta a la satisfacción de crear algo con nuestras propias manos. Sorpresa por comprobar la importancia de un pequeño refuerzo en el todo de cualquier estructura, pero también por adelantarnos al siguiente paso una vez construidos varios Toy-Con (interiorizamos conceptos de forma inconsciente). Precisamente, la segunda premisa de Labo es el descubrimiento, por medio de conversaciones con los simpáticos personajes que Nintendo se ha sacado de la manga. Se desarrollan cual aplicación de mensajería instantánea, disponiéndose varias respuestas y vídeos de imagen real, con explicaciones de funcionamiento. ¿Cómo es posible que una pegatina reflectante desencadene sonidos concretos en el piano? La respuesta se encuentra en la cámara del Joy-Con derecho. De hecho, visión infrarroja, giroscopios y acelerómetro sustentan cada uno de los 'gadgets' incluidos: desplazamientos y formas que los mandos traducen como tal o cual funcionalidad. Lo vemos claramente en el «modo de experimentación», que muestra las 'tripas' del Toy-Con en tiempo real: cómo la pegatina de un interruptor se acerca o aleja de la cámara infrarroja al insertarla en la casa de cartón, por ejemplo.
A este último respecto, no nos atreveríamos a decir si fue antes el huevo o la gallina. Labo se centra tanto en las particularidades de Switch, que la consola parece haberse diseñado con los juguetes interactivos en mente. ¿Acaso no extraña que la óptica del Joy-Con sólo se haya usado en 1-2 Switch? La vibración HD también desempeña un papel fundamental: ofrece feedback y potencia la inmersión, como al apoyarnos el manillar de motocicleta en el estómago para sentir el rugido del motor.
Cada epígrafe de 'descubrimiento' se corona, por último, con un ejercicio de evaluación. Preguntas sencillas sobre la utilidad de los sensores, los tipos de radiación o la transmisión del sonido, con las que los niños demostrarán la interiorización de que hablábamos. Otra muestra del valor didáctico asociado a esta nueva línea de producto. La gran pregunta es qué viene después. ¿Son los Toy-Con un entretenimiento a largo plazo o la diversión culmina tan pronto los ensamblamos? La respuesta difiere según el caso: el antenauta ejerce de curiosidad momentánea, cual coche teledirigido con que asustar (o despertar el instinto depredador) de nuestro gato. Los combates de 'sumo' prolongan la experiencia, pero difícilmente cogerán el testigo de las tradicionales canicas.
La casa, por su parte, alberga una mascota virtual a la que alimentar, acostar y entretener. No tardaréis en descubrir todos los minijuegos (fruto de combinar interruptores), sin que ninguno represente un reto. Nuevamente, un par de horas separan al invento del ostracismo. Lo mismo puede decirse de la caña de pescar, aunque todo dependerá de nuestro afán coleccionista. Aquí la cuestión se limita a pescar ejemplares para su preservación en un acuario virtual, si bien las sensaciones al enrollar el sedal son de lo más fidedigno (incluido el sonido que propicia una diminuta pestaña de cartón). Por su efecto relajante, la pesca de Nintendo Labo podría sustituir a las esterillas de golf que muchos ejecutivos atesoran en sus oficinas.
El minijuego del ciclomotor es, seguramente, lo más cercano a un videojuego auténtico que incluye el paquete. Por sus campeonatos en diferente cilindrada y un editor de circuitos repleto de posibilidades. Los creamos trazando curvas en el aire con una moto en miniatura, pero también con la cámara infrarroja: previo escaneo, cualquier objeto a nuestro alcance se transforma en un circuito propiamente dicho (más o menos practicable). Como suele ocurrir con estas modalidades, el límite lo pondrá nuestra creatividad.
Pero la joya de la corona del primer bundle Nintendo Labo es su piano, completamente funcional. A poco que sepamos de música, el modo «estudio» permite interpretaciones de lo más elaborado, supliéndose las teclas faltantes con la palanca del costado izquierdo (cambio de octava). Mientras, los diales regulan la intensidad, forma de onda y reverberación. Pero hay más: podemos crear tarjetas de ritmo o forma de onda, recortándolas de cualquier trozo de cartón. Basta insertarlas en la ranura superior para su escaneo y comprobación del sonido resultante. ¡Hasta podemos dibujar formas de peces que incorporar al mentado acuario!
Otras opciones del piano son la grabación de temas; tocar sobre bases previamente establecidas e incluso dirigirlas a golpe de Joy-Con, cual director de orquesta. Estamos así ante el Toy-Con más versátil de la muestra, capaz de dejaros con la boca abierta por el ejercicio de ingeniería que conlleva. Probadlo y entenderéis que Nintendo Labo es algo más que «cartón a 70 euros». Vale que su degradación es inevitable (lo notamos con algunas pegatinas al cabo de varios días), pero cada pieza es fácil de reemplazar y el software ofrece consejos de reparación. Además, si algo bueno tiene el formato, es su facilidad de reciclaje.
Nintendo Labo se disfruta en tanto a manualidad cooperativa. La satisfacción de crear uno mismo; de comprobar el funcionamiento de lo que parecían meras planchas de cartón, supera con creces a unos minijuegos anecdóticos, cuya recurrencia dependerá de nuestra creatividad. Una experiencia idónea para afianzar lazos y conocimientos, a la que este treintañero sin hijos no ha conseguido resistirse.
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