'Lords of the Fallen': un giro de tuerca al género 'soulslike'

Hace tiempo que acuñamos el término 'soulslike' para referirnos a un género de juegos con una premisa clara: presentar un desafío en tercera persona, en un universo de fantasía, donde morir forma parte inevitable del camino. No obstante, muchos son los títulos que han pretendido copiar la fórmula de FromSoftware. Metafóricamente hablando, la mayoría han perecido en el intento. Por suerte, este no es el caso de 'Lords of the Fallen' (a manos de Hexworks).

Lords of the Fallen es un juego de luces y sombras (y no lo digo por su apartado artístico, que también). El mundo del videojuego nos ha enseñado que 2 + 2 no siempre equivale a 4; que la suma de los apartados que componen una obra, no tiene por qué corresponderse con su valoración final. Justo eso es lo que me ha ocurrido con este juego. Lords of The Fallen tiene apartados donde flaquea, como pueden ser el combate o ciertos momentos en que el rendimiento se tambalea. Sin embargo, me ha hecho disfrutar como un renacuajo: me he sentido nuevamente perdido en un mundo con zonas interconectadas entre sí, donde el peligro acecha tras cada esquina. Como aquel caballero solitario que me tocó encarnar hace más de una década en 'Demons Souls', sin saber por dónde ir. O como aquel otro que descansaba tranquilamente en Majula, buscando la paz que no encontraría en ninguna otra zona.

Lo mejor de Lords of the Fallen es precisamente eso, que sabe lucir en lo más trascendental del género y hacerte vivir situaciones que ya has jugado antes sin que resulten repetitivas. Te sumerge de nuevo en un viaje en que lo único que tienes claro es que habrá muchos jefes, hogueras, ciénagas y sobre todo desafíos. Y es que la obra de Hexworks, lejos de avergonzarse de sus inspiraciones, las presume con orgullo.

De la misma manera que cada título soulslike busca diferenciarse en algún apartado o mecánica, Lords of the Fallen ha sabido encontrar una nueva dimensión a lo que ya estamos acostumbrados (literalmente). El personaje que controlamos cuenta con la Lámpara del Umbral, una especie de farolillo que nos permite descubrir la dimensión homónima e incluso alternarla con el mundo real. Es como si dos dimensiones coexistieran en tiempo real y el farolillo nos permitiese descubrir lo que hay oculto en el más allá, revelando atajos y nuevos caminos que nos permitirán llegar a zonas previamente inaccesibles. La experiencia resulta refrescante: podemos utilizar la lámpara tanto en momentos de exploración como de combate, lo que potencia aún más ambos apartados.

El juego escoge bien los momentos y zonas en que te presenta la oportunidad de usar la lámpara, sin tener que abusar de ella. Viajar al reino del Umbral es bastante sencillo y podemos hacerlo en cualquier momento, pero regresar al mundo de los vivos ya no lo es tanto. Para ello, necesitamos descansar en un vestigio – las famosas hogueras – o plantar una especie de semilla en alguno de los puntos que establece el juego para crear un vestigio temporal. Y creedme, la sensación de angustia que transmite el mundo espectral está muy bien lograda, pero no solo por su estética oscura y tétrica, sino también por su sistema de riesgo-recompensa. Cuanto más tiempo pasemos en el mundo espectral, mayor será el multiplicador de experiencia que podremos obtener, pero también el número y la fuerza de nuestros enemigos, llegándose a un punto en que buscaremos retornar urgentemente al mundo de los vivos.

Pero ojo: si pensáis que el añadido de la lámpara y la dimensión de los muertos iban a apartar el foco de los combates y los jefes finales, estáis equivocados. Lords of the Fallen hace un gran trabajo ofreciéndonos unos escenarios amplios y laberínticos, que nos recordarán sin duda a los mejores del género. Es cierto que a nivel visual es algo irregular (combina zonas cautivadoras con otras bastante insípidas), pero la construcción de los mapeados, su verticalidad y el aprovechamiento de la lámpara para descubrir caminos ocultos, suponen una delicia a nivel de inmersión. O una pesadilla, según queramos verlo.

En cuanto al sistema de combate, aunque he disfrutado enfrentándome tanto a los jefes como a los rivales comunes, este apartado no resulta lo preciso que debería. Las refriegas se antojan toscas e imprecisas y la respuesta del personaje no es todo lo ágil que querríamos (empezando por las animaciones y acabando por el sistema de apuntado). Además, tengo la sensación de que el juego recurre a llenar el mapa de enemigos pequeños que dificultan nuestra tarea artificialmente y no gracias a sus buenas mecánicas. Especial mención a los esbirros que atacan a largo alcance: son malditos francotiradores, así que olvídate de salir corriendo hasta la siguiente habitación porque te seguirán.

También me atrevería a decir que los combates frente a jefes finales son muy espectaculares e intimidantes, pero por lo general, sus mecánicas son sencillas y fáciles de memorizar. No me malinterpretéis; no estoy diciendo que sean combates fáciles y que no haya muerto infinidad de veces, pero queda la sensación de que en un gran número de ocasiones es más por culpa de la imprecisión de las mecánicas y las animaciones, que por la pericia de la inteligencia artificial.

Mencionaba antes el irregular desempeño técnico del título (lo he jugado en PlayStation 5 en modo rendimiento): las caídas recurrentes en la tasa de frames empañan las buenas sensaciones que logran transmitir los desarrolladores gracias al cuidado de sus diseños. Prometen que solventarán la cuestión mediante actualizaciones (ya han dispuesto algunas, de hecho), pero a día de hoy es otro punto a mejorar.

Con todo, y en resumen, Lords of the Fallen es un juego que contentará a los amantes del soulslike pese a sus aristas. Han sido varias las noches que me he prometido jugarlo sólo una hora y he acabado apagando la consola de madrugada. Es más, sé que voy a rejugarlo para probar otras builds y diferentes combinaciones de armas. ¿Puede decirse algo mejor de un juego?

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