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'Dredge': En costas extrañas

'Dredge': En costas extrañas

Crítica ·

La ópera prima de Black Salt Games nos convierte en pescadores

Martes, 25 de abril 2023, 09:59

El miedo a lo desconocido, a todo aquello que se escapa a las coordenadas con las que entendemos el mundo, es tan antiguo como el propio ser humano. Este terror tan primigenio no solo responde a un genuino instinto de supervivencia, sino también a una necesidad de entendimiento y encaje en los marcos culturales con los que explicamos nuestro entorno. Los mapas de la antigüedad incluían una leyenda clarificadora: 'Hic sunt dracones', 'Aquí hay dragones'. Una advertencia evidente: más allá es terreno desconocido, inexplorado. Peligroso. Cuanto más nos alejamos de nuestros terrenos conocidos, más extraño y perverso nos parece todo; de hecho, da igual que sea un barrio desconocido de nuestra ciudad, un país o un archipiélago en medio del océano.

Dredge explora muy bien esta cuestión tan ancestral con su propuesta de juego de pesca y gestión de tiempo e inventario. El videojuego del estudio neozelandés Black Salt Games nos pone en la piel de un pescador que amanece en el puerto de Vértebra Mayor, después de que su pequeño pesquero embarrancase contra las rocas de la isla. Las buenas gentes que habitan el archipiélago nos salvaron y, aunque nuestro barco quedó destrozado, nos dan otro que utilizaremos para ayudarles con la pesca (el anterior pescador del pueblo tomó las de Villadiego) y de pasó devolverles el favor y el préstamo por el rescate, que aquí todos somos hermanos, pero no primos.

Muy pronto descubriremos que todo no es tan sencillo, que ni el préstamo del alcalde, ni lo que dicen desconocer y callan los habitantes; ni salir a faenar para pescar peces, recuperar restos de naufragios y vender lo capturado o rescatado es como lo pintan. Desde los primeros compases nos avisan: vuelve antes del anochecer, pues una espesa y negra niebla se cierne sobre los archipiélagos, impidiendo la navegación (al menos de forma cómoda), siendo el refugio de todo tipo de aberraciones y horrores. En un principio, parece prudente ceñirse a pescar durante el día, sin perder de vista las costas de Vértebra Mayor y del resto de islas que componen su archipiélago (ya habrá tiempo de visitar los otros cuatro restantes).

Imagen principal - 'Dredge': En costas extrañas
Imagen secundaria 1 - 'Dredge': En costas extrañas
Imagen secundaria 2 - 'Dredge': En costas extrañas

Lamentablemente, no pasará mucho tiempo sin que los encargos de nuestros vecinos nos lleven a tener que faenar por las noches, ya que algunas de las especies que podemos capturar solo salen cuando se va la luz. De este modo, bajo el abrigo de la noche se nos aparecerán rocas que no estaban, visiones y monstruosidades de pesadilla, que jugarán con nuestra cordura y estrés. Más nos vale descansar, porque si faenamos infatigablemente, encadenando ciclos de día y noche, nos costará discernir qué es real y qué no. Así, poco a poco, se va tejiendo un misterio que al principio nos obliga a pescar por las noches a regañadientes, siguiendo la silueta de la costa; pero en el que terminamos sumergidos para descubrir qué demonios está pasando en esas islas.

Su 'loop' jugable es interesante y satisfactorio: salimos un día tras otro (noche tras noche) a pescar o dragar el fondo oceánico. De este modo conseguimos dinero y recursos que nos permiten, por un lado, mejorar nuestro barco para poder faenar en caladeros más lejanos de forma más eficiente y veloz y, por el otro, ampliar la bodega de nuestro barco para almacenar más capturas y recursos. Si a nivel mecánico Dredge es muy satisfactorio, a nivel narrativo (conjugando mecánica y narración) es tremendamente estimulante. El mar en Dredge es mucho más que un simple escenario: es una presencia constante y enigmática que desafía al jugador, por eso el título funciona a las mil maravillas; porque se ancla en ese terror primigenio en el que lo conocido y familiar se va desvaneciendo bajo nuestros pies, o tras la espuma que levanta nuestro barco, para transformarse en aberraciones perversas según nos internamos en costas extrañas. Esta dualidad entre lo bello y lo perverso, entre tierra y mar, civilización y caos, día y noche construyen una narrativa esencialista sobre nuestra propia humanidad.

En Dredge, en definitiva, nos enfrentamos a lo desconocido con una mezcla de curiosidad y temor, ansiosos por descubrir qué maravillas y horrores nos esperan en la siguiente isla o en las profundidades del océano.

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