'Call of Duty Black Ops 6' nos convence con su beta

Han pasado 17 años desde que irrumpió 'Call of Duty 4: Modern Warfare', la renovación de una franquicia que trajo consigo la fórmula perfecta del shooter subjetivo para consolas. Antes de eso, durante la era de PlayStation 2, jugar con mando era un suplicio y la experiencia de juego distaba mucho de la eficacia conseguida con teclado y ratón.

Hoy en día, las configuraciones más avanzadas del competitivo en compatibles utilizan el pad de Microsoft para el juego en alto nivel. Incluso yo mismo, que aborrecía las infamias cometidas contra este tipo de juegos en consola, terminé echándole un centenar de horas al 'Modern Warfare 2' original (como para no hacerlo, siendo la obra maestra incontestable de la compañía).

Call of Duty se mueve en la contradicción: por un lado repite la fórmula con mejoras paulatinas, pero por otro cada entrega se siente como un golpe de aire fresco, divertida y adictiva. Es innegable que, a lo largo de estos veinte años, sus responsables han tirado más de reforma que de revolución, exprimiendo al máximo la gallina de los huevos de oro. Su método de producir varios desarrollos en paralelo para cumplir la cuota de título por año, sin avances significativos, les costó alguna que otra polémica en las cabeceras especializadas. Pero, en el contexto tecnológico actual, ¿es acaso posible mejorar lo perfecto? Por lo que he podido probar estos días en la beta, 'Black Ops 6' está decidido a potenciar la esencia de la franquicia (más aún tras la experiencia acumulada con Warzone).

La nueva iteración introduce el 'omnimovement', un sistema de movimiento que permite a nuestro avatar deslizarse por el suelo en las ocho direcciones posibles, cosa que invita a tomar riesgos en un juego mucho más agresivo que antaño. Viendo que los 'battle royale' se han impuesto con su celeridad, es lógico que las nuevas entregas quieran seguir la estela marcada.

Por todo lo que exige, Black Ops 6 obliga a tocar la configuración gráfica y de control para exprimir al máximo sus posibilidades. Tal nivel de pulimento técnico hace que sea imposible echarle las culpas al juego por nuestros errores. Una granada mal tirada, una esquina sin cubrir, un equipo mal construido… El peso de la culpa por las malas decisiones recae sobre la conciencia del jugador, obligado a mirarse con ojo crítico. No por ello se desanima: si algo hace bien esta franquicia es que sabe cómo recompensarte. Aunque las MOABs, helicópteros de apoyo y UAVs sean de gran ayuda dentro del campo de batalla, la satisfacción personal inherente a las rachas de bajas es mucho más efectiva. La recompensa extradiegética está maravillosamente aplicada para que el usuario se mantenga a los mandos.

Call of Duty se define así por los buenos momentos: las grandes jugadas individuales, las victorias coordinadas con tu equipo...; toda esta narrativa que se construye junto al resto de jugadores. El abrazo de la comunidad streamer lleva el metajuego a otra liga donde la obra alcanza niveles más allá de lo que los desarrolladores pueden predecir. Desde luego, en cuanto a lo que ha conseguido y es capaz de ofrecer, no existe rival posible.

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