
'Assassin's Creed Shadows': Sigilo, sangre y memoria
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La superproducción de Ubisoft llega esta semana a Xbox Series, PlayStation 5 y compatiblesSecciones
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La superproducción de Ubisoft llega esta semana a Xbox Series, PlayStation 5 y compatiblesCasi dos décadas han pasado desde que Assassin's Creed inició su viaje por la historia, y durante todo ese tiempo, el grito de la comunidad ha sido constante: llevadnos al Japón feudal. No había época más idónea para la fantasía de los asesinos, ningún rincón del mundo más propicio para un relato de honor, traición y sombras. Pero Ubisoft tardó en responder. Quizá porque no era fácil. Quizá porque Japón, con su mística de samuráis y shinobis, exigía más que un cambio de ambientación.
Ahora que Shadows ha llegado, la espera se justifica. No se trata solo de un juego ambientado en el Japón del siglo XVI, sino de una obra que comprende su contexto, lo respeta y lo moldea para construir un mundo con entidad propia. Aquí, el viento no se limita a agitar las hojas del bambú, también esparce la ceniza de los templos incendiados. Las estaciones no transforman únicamente el paisaje, influyen en la infiltración, en las rutas disponibles y en la vida misma de aldeanos y guerreros. Japón no es solo un escenario, tiene pulso y memoria.
En medio de esta tierra dividida entre el honor del acero y la brutalidad de la guerra, dos figuras se alzan como opuestos complementarios: Naoe, la sombra, y Yasuke, la tormenta.
Naoe es el mejor argumento para jugar Shadows. Lo que Ubisoft ha hecho con el sigilo en esta entrega roza lo obsesivo. La infiltración ha dejado de ser una mecánica secundaria, ya no se reduce a esconderse en matorrales o esperar a que un guardia gire la cabeza para hundirle la hoja oculta en la nuca. Aquí, cada movimiento es una decisión táctica.
Naoe se desplaza con la precisión de un pincel sobre un pergamino antiguo. Su movilidad no depende solo de la velocidad, sino del control absoluto sobre el entorno. La luz, el sonido y la orografía influyen en cada paso. La hierba alta sigue siendo un refugio, pero ahora se balancea con el viento, delatando presencias. La oscuridad no siempre garantiza seguridad si el enemigo porta una antorcha. El suelo húmedo amortigua las pisadas, mientras que la nieve cruje y advierte a los vigilantes.
El clima y la inteligencia artificial elevan el sigilo a una experiencia de riesgo constante. Los guardias ya no siguen patrones mecánicos, ahora reaccionan, investigan y dudan. Si escuchan un ruido, no acuden solos, llaman a un compañero. Si encuentran un cadáver, alertan al resto y reorganizan sus rutas. Cada infiltración se convierte en un juego de ajedrez donde cada movimiento altera la partida.
Y luego está el parkour. En un regreso a las raíces, Ubisoft ha recuperado el espíritu de Unity, donde cada salto, cada agarre y cada descenso transmiten una sensación de peso real. Desaparece la sensación de escalar cualquier superficie sin esfuerzo o lanzarse desde grandes alturas sin consecuencias. Naoe se desliza por los tejados con la agilidad de un felino, encadenando movimientos con una fluidez que convierte cada escape en un espectáculo en sí mismo.
Yasuke es el reverso de Naoe. Si ella encarna la precisión, él representa el impacto. Su historia no gira únicamente en torno a un hombre en guerra con el mundo, sino también con su propia identidad. Un africano convertido en samurái en una tierra que lo observa con desconfianza, un guerrero que carga con el peso de demostrar su lealtad una y otra vez.
Manejarlo transmite la sensación de portar una armadura pesada, de mantener una postura firme y ejecutar golpes crudos y contundentes. Su katana no se limita a cortar, despedaza. Su naginata no derriba, arrolla. Yasuke no recurre al sigilo ni a la precisión quirúrgica, enfrenta a sus enemigos con brutalidad y resistencia. Su estilo de combate se construye en torno al parry, a la lectura del adversario y la ejecución de golpes letales en el momento justo. Y cuando desenfunda su kanabo, un arma tan implacable como él, la pantalla se llena de estallidos de madera rota y cuerpos desplomándose bajo su furia.
Pero su poder no es lo único que lo define. Mientras Naoe se mueve como un espíritu errante, Yasuke se encuentra atrapado en un sistema que le exige más de lo que está dispuesto a dar. Sus diálogos, sus interacciones con otros personajes y las situaciones en las que se ve envuelto refuerzan la idea de que su mayor obstáculo no es otro guerrero, sino el propio Japón que lo ve como un intruso.
Uno de los mayores aciertos de Shadows es la forma en que estructura sus escenarios, transformando cada misión en un rompecabezas de posibilidades. Las fortalezas y castillos no son meros decorados imponentes llenos de enemigos, sino espacios diseñados con precisión, retando al jugador a leer el entorno, encontrar rutas alternativas y adaptar su enfoque a cada situación.
El diseño vertical es clave. No basta con trepar y saltar entre tejados, hay que comprender la arquitectura de cada lugar, identificar las zonas con mayor vigilancia y detectar los puntos que pueden servir como rutas de escape en caso de ser descubierto. Los tejados permiten moverse con rapidez y evitar patrullas, pero quedarse demasiado tiempo en ellos puede convertir al jugador en un blanco fácil. Los túneles subterráneos ofrecen desplazamientos más seguros, aunque también pueden convertirse en trampas mortales si un guardia bloquea la única salida.
El interior de los castillos refleja la jerarquía de quienes los habitan. Las zonas exteriores están controladas por soldados de menor rango, los pasillos interiores por oficiales más experimentados y las estancias más lujosas, decoradas con puertas correderas y lámparas de papel, albergan a los objetivos principales. Cada infiltración se desarrolla como una historia en sí misma, un desafío de planificación donde la paciencia es la mejor aliada.
Sin embargo, el juego no siempre mantiene este nivel de sofisticación. Algunas misiones siguen la estructura clásica de los mundos abiertos de Ubisoft, con objetivos demasiado similares entre sí. Aunque la variedad de enfoques mantiene la frescura, hay momentos en los que la repetición de ciertos patrones se vuelve evidente. No es algo que arruine la experiencia, pero sí muestra que la saga aún arrastra hábitos difíciles de abandonar.
La progresión de personajes en Shadows sigue el modelo de los RPG modernos, con decisiones que pueden resultar frustrantes. La hoja oculta, símbolo de la letalidad en la saga, vuelve a estar condicionada por el nivel de los enemigos. Un asesinato silencioso no siempre garantiza la muerte si el adversario es demasiado fuerte, lo que obliga a desbloquear mejoras para recuperar la sensación de eficacia que debería estar presente desde el principio.
Naoe y Yasuke tienen árboles de habilidades diferenciados que potencian sus estilos de juego. La shinobi puede perfeccionar su capacidad de ocultarse, moverse con mayor rapidez y utilizar herramientas como dardos venenosos o bombas de distracción. El samurái, en cambio, se especializa en el dominio de diferentes armas, la resistencia al daño y ataques de gran impacto.
Aunque esta diferenciación tiene sentido, en algunos momentos el juego parece forzar demasiado la especialización. Yasuke es un coloso en combate, pero su movilidad limitada lo convierte en un blanco fácil en escenarios donde la verticalidad es crucial. Naoe se mueve con destreza en las sombras, pero cualquier enfrentamiento directo puede volverse un problema si no ha desbloqueado las mejoras necesarias. La idea encaja bien en términos de inmersión, aunque en ciertos casos el diseño de misiones parece favorecer un único enfoque en lugar de permitir una verdadera flexibilidad.
Naoe y Yasuke no encajan en la imagen clásica del héroe en busca de gloria. Son supervivientes en un Japón donde la traición es moneda de cambio y la lealtad se desmorona con facilidad. El mundo reacciona a su presencia de manera sutil, pero significativa.
Los aldeanos observan con recelo a Yasuke. Algunos lo consideran una aberración, otros una rareza exótica. Entre los samuráis, pocos lo ven como un igual, incluso cuando demuestra su destreza en combate. Esa sensación de aislamiento es una de las mayores fortalezas narrativas del juego, porque no permite que el jugador olvide en ningún momento que Yasuke es un extranjero en una tierra que solo lo acepta a medias.
Naoe, en cambio, se mueve en un entorno que la reconoce como parte de una tradición ancestral, aunque también como una amenaza. Los shinobi de Iga no son bien vistos por los señores feudales, y sus acciones inspiran más temor que respeto. Mientras Yasuke lucha por encajar en un mundo que lo rechaza, Naoe se mueve entre las sombras de una sociedad que la necesita, pero nunca la aceptará del todo.
Estos matices se reflejan en las interacciones con personajes secundarios. No hay grandes villanos caricaturescos ni aliados perfectos, sino individuos con ambiciones propias y contradicciones marcadas. Algunos pueden traicionar al jugador si la situación lo exige, mientras que otros pueden ofrecer ayuda inesperada dependiendo de cómo se desarrollen ciertas misiones.
Japón en Shadows no es una escenografía estática. Cada estación del año altera no solo el paisaje, sino también la forma en que se juega. El invierno endurece el suelo y amortigua el sonido de las pisadas, aunque el frío agota más rápido a los personajes. El verano vuelve a los guardias más agresivos e impacientes, el otoño arrastra vientos que disimulan ciertos movimientos y la primavera convierte los campos de batalla en jardines floridos manchados de sangre.
Los pueblos no son simples puntos de paso, sino espacios llenos de detalles y pequeñas historias. Los monjes recorren los caminos en peregrinación, los mercaderes discuten sobre las guerras de clanes, los aldeanos comparten relatos de demonios y espíritus. Ubisoft ha conseguido que el Japón de Shadows se perciba como un lugar tangible, donde cada rincón guarda una historia y cada cambio en el entorno afecta la manera en que el jugador interactúa con él.
Sin embargo, Shadows deja en el aire una cuestión clave: el legado de los Asesinos.
Aunque existen menciones sutiles a la Hermandad, la trama se desarrolla con un enfoque más personal, desligándose en gran medida de la eterna guerra entre Asesinos y Templarios. Esto puede resultar decepcionante para quienes esperan una conexión más directa con la mitología de la saga, pero al mismo tiempo permite que la historia respire con mayor libertad.
Ubisoft parece haber entendido que la franquicia no necesita apoyarse siempre en las mismas conspiraciones para sostenerse. Naoe y Yasuke no luchan por un credo ancestral ni buscan reliquias de un pasado olvidado. Su batalla es más terrenal: la venganza, la supervivencia y la búsqueda de un lugar en un mundo que se desmorona.
Este cambio de enfoque podría marcar un nuevo rumbo para la serie. Tal vez sea una señal de que Assassin's Creed está explorando otras maneras de contar historias sin depender constantemente de su tradición más arraigada.
Assassin's Creed Shadows se alza como una de las entregas más sólidas de la saga, no por reinventar su fórmula, sino por pulirla hasta alcanzar un nuevo nivel de refinamiento. Su respeto por la ambientación, su narrativa bien construida y la jugabilidad que equilibra sigilo y combate con una precisión pocas veces vista, lo convierten en un título memorable.
Naoe encarna el espíritu de los asesinos originales, mientras que Yasuke aporta una mirada distinta sobre el Japón feudal. Ambos dan vida a un juego que no solo deslumbra por su belleza, sino que desafía con cada infiltración, cada enfrentamiento y cada decisión.
Aunque persisten algunos vicios heredados, como la repetición de ciertas actividades secundarias y mecánicas de progresión innecesarias, Shadows brilla con luz propia. Es la prueba de que Assassin's Creed todavía tiene mucho que ofrecer, que el sigilo sigue teniendo un lugar central y que una historia bien contada sigue siendo la mejor arma de la saga.
En una industria saturada de mundos abiertos sin alma, el Japón de Shadows se alza como un escenario vibrante, donde el pasado se siente vivo y cada sombra esconde un relato.
Ubisoft tardó en llevar la franquicia hasta aquí, pero la espera ha merecido la pena.
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