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marc fernández
Jueves, 31 de marzo 2022, 10:50
Apenas cuatro meses han pasado desde el primer 'Voice of Cards', un JRPG diseñado cual juego de cartas. Yoko Taro ('Nier Autómata', 'Nier Replicant') aúna características de ambos géneros para satisfacer sus extravagantes necesidades como creador. Aquí, por lo general, somos proclives a la ... innovación, así que procedo a desmenuzar la obra paso por paso.
El estrecho margen de tiempo que ha existido entre el lanzamiento de ambos lleva a pensar que el desarrollo no se detuvo al finalizar 'The Isle of Dragon Roar', sino que se alargó hasta dar lugar a la continuación que nos ocupa. Imagino que existía la intencionalidad de convertir la IP en una franquicia desde un primer momento. Obviamente que nadie espere ningún cambio sumamente importante: hablamos de una secuela directa.
La principal virtud de Voice of Cards es su principal defecto. La propuesta brilla por su originalidad, pero carece de la profundidad vista en ambos géneros cuando se presentan por separado. No vamos a encontrar nada parecido a un Persona o a un Magic the Gathering: primero porque son las mecánicas de juego de cartas las que están integradas en la base RPG (y no al revés), y segundo porque ni siquiera tenemos la oportunidad de construir mazos propios, cosa que impide armar estrategias avanzadas.
Aquí las cartas juegan un papel fundamentalmente estético; el mundo está construido a base de naipes: las ilustraciones de los personajes se integran en los mismos, mientras que el territorio por explorar se representa con cartas boca abajo que giran una vez pasamos por encima (algo así como la niebla de guerra en los juegos de estrategia). Además, la visión del escenario recuerda a la de un tablero y todo el diálogo se narra con una voz en off. Estos elementos en conjunto nos dan la sensación de estar en plena partida de un juego de mesa extremadamente rico en inmersión y detalle.
En cuanto a cambios respecto a la entrega anterior, ahora tenemos la posibilidad de ejecutar acciones combinadas entre los miembros de nuestro equipo. Aunque no suponga un salto cualitativo a destacar, resulta la parte más entretenida del título.
No es que se trate de un mal juego ni muchísimo menos, pero el desarrollo de la historia es lento y el sistema, como ya hemos dicho, podría dar mucho más de sí: tampoco convence para nada que sigamos dependiendo a estas alturas del combate aleatorio como 'relleno' para las travesías entre poblados. Para más inri, la voz del narrador (omnipresente en los diálogos) insufla cierta monotonía.
La trama sigue los pasos del anterior: un cuento tradicional embadurnado con altas dosis de humor y socarronería a la japonesa. Nada sorprende, aunque el tramo final depara uno de los enrevesados 'plot twist' a que Taro nos tiene acostumbrados. Por su parte, la música y el arte visual conforman las principales bazas de un Voice of Cards que puede completarse en unas 12 horas.
Obviamente el precio es ajustado con respecto a sus características, así que la propuesta se vuelve atractiva para quienes disfrutasen de la aventura anterior. Nos llega además con textos en castellano.
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