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jorge garmendia
Martes, 29 de marzo 2022, 10:13
Hace más de media década Andrew Shouldice, un joven desarrollador canadiense, comenzaba a dar forma a su primer videojuego en solitario, 'Secret Legend'. Un proyecto con el que buscaba hacer realidad su ambicioso deseo de recrear la verdadera sensación del misterio, la exploración y el ... descubrimiento.
Después de dos años creciendo en la sombra, el título se mostraba por primera vez en el E3 de 2017, anunciando la incorporación de la editora Finji a la producción y rebautizado como 'Tunic'. El anhelo de Shouldice se había materializado en una aventura de acción con vista isométrica increíblemente hermosa.
El anuncio no dejó indiferente a nadie y somos muchos los que desde entonces no le hemos perdido la pista a este videojuego, que se postulaba como un nostálgico homenaje a los clásicos Zelda de 8 y 16 bits. Ha pasado demasiado tiempo desde aquel primer tráiler, pero Tunic por fin está entre nosotros (en exclusiva para PC, Xbox One y Xbox Series).
Y la espera ha merecido la pena. El resultado de los largos esfuerzos de Shouldice es una joya visual y un inteligente acertijo al mismo tiempo. Una obra de arte en todos los sentidos que desafiará incluso a los exploradores más experimentados.
Un comienzo sin presentaciones lo deja claro. Tunic, a diferencia de los tradicionales juegos de aventuras, no pretende llevarte de la mano. Lo único que sabemos es que nuestro personaje es un pequeño zorro perdido que se despierta en una playa solitaria y soleada, batida por las olas de un mar cristalino. En los alrededores, los bosques y las praderas se extienden vírgenes. Entre el follaje de los árboles se esconde el legado de una civilización, ruinas antiguas con extrañas estatuas e imponentes edificios, y a lo lejos una montaña solitaria se alza en el horizonte. Ataviados con poco más que una túnica verde tendremos que emprender un apasionante viaje para averiguar cómo hemos acabado en esta inhóspita y exuberante tierra. A partir de aquí, el juego básicamente te pide que explores y averigües.
Pero no podemos continuar explicando de qué trata Tunic sin antes confesar lo que se nos vino a la cabeza sin tan siquiera haber pulsado los primeros botones. Tunic es precioso. Una verdadera delicia gráfica y artística con su propia idiosincrasia, que demuestra a cada paso que el autor ha puesto todo su corazón en el diseño y el desarrollo.
El juego se muestra desde una vista isométrica con un aspecto 3D poligonal deliberadamente simple, pero cuidado al más mínimo detalle con un excelente dibujado, colores suaves y unos efectos de iluminación y desenfoque hábilmente utilizados.
Una vez nos adentramos en la aventura queda claro que la elección de la perspectiva no es tan solo una oda a 'Link´s Awakening' o 'A Link to the Past', sino que está pensada para que la geometría del nivel sirva directamente a los propósitos del juego y oculte todo aquello que no ha de ser mostrado a simple vista: pasadizos, caminos secretos, cuevas, objetos o tesoros.
Además, el precioso diorama se complementa con una suntuosa banda sonora minimalista que refuerza el lado idílico y misterioso del mundo que exploramos, completando una atmósfera intencionalmente concebida para la ensoñación y el asombro.
Volviendo al apartado puramente jugable, podríamos resumir Tunic como un juego que nos obliga a sacar el explorador que llevamos dentro; que nos hace sentir como extraños en un mundo extraño. Y este es uno de sus grandes aciertos.
Como comentábamos anteriormente, Tunic no empieza con adornadas viñetas que contextualizan su historia o un largo tutorial que explica los controles básicos, ni siquiera cuenta con un registro de misiones o un mini mapa. Simplemente te invita a que descubras por dónde puedes ir y qué puedes hacer. Al principio puede parecer abrumador, y ciertamente lo es. Sin embargo, el juego se las apaña para que gradualmente y casi de forma inconsciente vayas aprendiendo más y más sobre el enigmático mundo construido por Shouldice.
Tanto el universo críptico y deliciosamente no lineal de Tunic como su descompuesta narrativa están perfectamente cohesionados y resulta un verdadero placer descifrarlos. Poco a poco todo se irá abriendo a nuestro paso con una gran cantidad de pequeñas pistas, códigos y acertijos escondidos por todas partes. Un ejemplo de ello es el 'manual de instrucciones', del que iremos recopilando páginas repartidas por los escenarios: contienen información crucial sobre las funciones de los ítems, las habilidades del zorro o los jefes finales. Pero claro, no podía ser todo tan sencillo. Al igual que ocurre con las señales situadas en puntos clave del mapeado, la información está escrita en un incomprensible lenguaje arcano y solo en raras ocasiones aparecerán fragmentos legibles que nos permitirán hacernos una pequeña idea de cuál es su significado.
Tunic nos invita a probar y a fallar. ¿Encuentras un objeto? Tan solo úsalo y podrás ver para para qué sirve. Comenzamos desarmados, pero al cabo de unos minutos nos haremos con un palo y poco después con una espada. Herramientas con las que no solo podremos luchar, sino también cortar la hierba y los arbustos. Eso nos llevará a localizar otros caminos, una cueva que da a un pequeño bosque donde obtendremos un escudo que nos servirá para mantener a raya a los enemigos y defendernos de los proyectiles...Así continuamente.
Cada hallazgo y aprendizaje colocarán repentinamente todo el juego en un contexto diferente. No porque el juego en sí haya cambiado, sino porque has adquirido nuevos conocimientos sobre él. Por ejemplo, ciertos movimientos están claramente destinados a permitirnos avanzar por rutas alternativas, añadiendo nuevas dimensiones a las áreas que ya creíamos conocer.
Todo esto es posible gracias a un meticuloso diseño de niveles, en los que la ubicación de cada árbol, roca o enemigo parece haber sido pensada al milímetro. Explorar, literalmente, siempre vale la pena.
Pero al margen de los secretos y los rompecabezas, como el mismo Andrew Shouldice ha admitido en numerosas entrevistas, Tunic también trata de «luchar contra monstruos«. En este sentido, el sistema de combate es una exitosa fusión entre los elementos icónicos de la serie The Legend of Zelda (incluida la indumentaria y el equipamiento del protagonista) y la simplificación de algunas dinámicas de la franquicia Souls.
Es cierto que podría haber sido explotado con una mayor complejidad. Porque los controles son demasiado simples: golpear, rodar, usar el escudo y poco más. Y tampoco hay armaduras para craftear o puntos de experiencia que gastar en un intrincado árbol de habilidades. De hecho, las posibilidades giran en torno a un equipo reducido pero funcional, que permite ataques cuerpo a cuerpo y a distancia, y a algún que otro poder especial, como el de ralentizar el tiempo o congelar enemigos.
Pero a pesar de la aparente sencillez, el sistema de combate también tiene una buena profundidad. Las peleas son bastante exigentes y hay numerosas variables a tener en cuenta para salir airosos, como la gestión de la resistencia o el control de los patrones de ataque únicos y los puntos débiles de cada uno de los diferentes oponentes, ya sean espadachines, arañas gigantes, muertos vivientes, máquinas...
Además, en caso de caer en batalla perderemos parte de las 'monedas' que hemos ido recolectando y que sirven para aumentar el ataque, la resistencia, los puntos de salud y otros parámetros simples. Después, reapareceremos en el último punto de control activo (el equivalente de las hogueras en los títulos de From Software) y tendremos que volver a recorrer lo andado para reclamar el oro perdido.
La dificultad se inyecta en la cantidad justa para que el jugador no se sienta bienvenido en el mundo de Tunic, pero tampoco frustrado ante un desafío incomprensiblemente exagerado. Más allá de los enemigos básicos, son los jefes quienes representarán un verdadero reto y darán lugar a batallas épicas en las que, nuevamente, los objetos recogidos por el camino pueden resultar determinantes.
A simple vista Tunic puede parecerse a la serie The Legend of Zelda pero, aunque bebe de la franquicia en muchos aspectos, está lejos de ser una simple imitación. Esta es una obra enigmática y emocionante que desarrolla su propia identidad bajo la fachada de una aventura de acción isométrica tradicional.
Es un precioso rompecabezas que hace adictiva y gratificante la exploración. Comunica a través de las sensaciones que surgen al recorrer su maravilloso mundo, en busca de pistas y acertijos que permitan comprender qué nos quiere contar Shouldice. Una epopeya en la que si te involucras serás recompensado con una de las experiencias más hermosas de 2022.
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