Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
El primer gameplay de 'Sonic Frontiers' nos dejó fríos: la última invención del Sonic Team pasaba por un mundo abierto anodino; artificialmente copado de loopings, anillos y rebotadores. ¿Dónde estaban las fases de toda la vida? ¿Qué sentido tenían los simples rompecabezas diseminados a diestro ... y siniestro? Sus responsables prometieron que Frontiers necesitaba jugarse para comprenderse y que lo visto no hacía justicia a cuanto tenían entre manos. 17 horas de juego después, no nos queda otra que darles la razón.
El célebre 'ciclo Sonic', esto es, el proceso por el que se genera expectación en torno a una nueva aventura del erizo para hundirla post-lanzamiento con mecánicas deficitarias, no se ha cumplido esta vez. Todos recordamos fiascos como 'Sonic Forces' o 'Sonic Boom: El Ascenso de Lyric', únicamente capeados por SEGA gracias a la nostalgia ('Sonic Mania', 'Sonic Colors Ultimate' y el más reciente 'Sonic Origins'). Frontiers era, por tanto, la última oportunidad para reivindicar la vertiente tridimensional del rayo azul.
Clarifiquemos conceptos: sí, estamos ante un juego de mundo abierto protagonizado por Sonic. El erizo corretea por varios mapas (islas) repletos de coleccionables e indicadores, al más puro estilo Assassin's Creed. Y lo más sorprendente es que la fórmula funciona a las mil maravillas. Desplazarnos de una punta a otra del escenario a velocidad supersónica transmite sensaciones idénticas a las que experimentamos saltando entre tejados florentinos con Ezio Auditore; es más, por momentos nos sentimos ante el hijo bastardo de 'Alto's Adventure' y 'Tony Hawk's Pro Skater', donde el mero rodamiento resulta placentero (máxime cuando ejecutamos combos en pleno vuelo).
En efecto, hemos dicho combos. El Sonic Team ha implementado un sistema de habilidades o movimientos especiales con los que Sonic puede castigar a los rivales que aparecen en su camino. El clásico impulso ha evolucionado de formas insospechadas y uno puede ejecutar toda suerte de florituras para aniquilar al contrario sin dejarse tocar un pelo (¿o deberíamos decir una púa?). Estos envites se desbloquean consiguiendo puntos de habilidad, tan sólo uno de los muchos ítems que nos veremos obligados a conseguir.
El objetivo en cada isla que visitamos es agenciarnos varias Chaos Emeralds para convertirnos en Super Sonic y así castigar al jefazo de turno ('titanes' que parecen surgidos de 'Neon Genesis: Evangelion', a los que siempre ronda una niña con destellos de Rei Ayanami). Cada esmeralda implica recolectar llaves que a su vez conseguimos en el transcurso de fases tradicionales, accesibles mediante los portales que encontramos en puntos concretos del escenario. Ahora bien, dichas puertas al llamado 'ciberespacio' necesitan abrirse con los engranajes que sueltan los enemigos al fenecer.
Semejante pescadilla que se muerde la cola se completa con los fragmentos de recuerdo, que desbloquean secuencias cinemáticas y minijuegos con los que avanzar en la trama (en resumidas cuentas, debemos dilucidar qué son las ruinas en las que nos encontramos y cómo rescatar a nuestros amigos del mentado ciberespacio). Estos fragmentos suelen conseguirse como el resto de diseminados: de forma completamente orgánica mientras exploramos el escenario; dejándonos llevar por el mar de raíles que poco a poco va cubriendo los entornos.
Poco a poco, decimos, porque las célebres Atalayas de Assassin's Creed dejan paso a puzles diseñados para completarse en segundos. Al ver alguno de los interrogantes sobre el terreno que hacen las veces de puntos de 'sincronización', Sonic debe hacer uso de su nueva habilidad estrella (el trazado de estelas) para rodearlos y dar comienzo a la prueba de turno. Completándola descubrimos una porción del mapa y la conectamos a otra mediante raíles, lo que resulta muy útil para recorrer grandes distancias en pocos segundos.
Para más inri, Sonic cuenta con estadísticas de defensa, ataque, velocidad y número de anillos. Pueden mejorarse combatiendo y encontrando a unas misteriosas criaturas llamadas 'koko', lo que marca la diferencia especialmente al vérnoslas con los titanes (cuando el límite de rings hace las veces de contrarreloj).
Como decíamos, lo mejor de Frontiers es la forma en que te pica a seguir recorriendo los mapas para desentrañar hasta el último de sus secretos, mientras nos agenciamos coleccionables casi sin necesidad de plantar marcadores; simplemente fluyendo. El resultado es quizás lo mejor que pueda decirse de videojuego alguno: las horas se te hacen minutos y cuesta soltar el mando. Todo ello con la esencia de Sonic intacta, pues encontramos recorridos que transitar a toda pastilla entre rebotes y verticales imposibles.
Por supuesto, los niveles tradicionales están ahí (disponibles para jugarse de corrido en un modo 'Arcade' que se desbloquea tras los títulos de crédito), pero tampoco es que resulten imprescindibles para que el conjunto funcione. La mayoría de estos segmentos lineales se inspiran en fases de las aventuras anteriores del erizo y resultan tan frenéticos como divertidos, pero su propia naturaleza hace que acaben sabiendo a poco. ¿Cómo no? ¡Si disponemos de un campo de juegos mucho más grande en las propias islas!
El tono de la obra también ha suscitado debate desde su introducción: hasta la banda sonora que acompaña a la exploración es oscura; bien distinta a ese Sonic descarado que acostumbra a mundos repletos de color. Con todo, sendas entregas de Sonic Adventure ya nos dejaron estampas similares a través de un lore que aquí se recupera en más de una ocasión. Las referencias a empresas anteriores del erizo son constantes y consiguen sacar una sonrisa a los jugadores más incondicionales. En general se percibe el esfuerzo por enmarcar Frontiers en el universo de la mascota de SEGA. De hecho, varios detalles del guion evidencian que esta refundación 3D de la franquicia dará lugar a nuevas entregas.
Para entonces, esperamos que la multinacional japonesa haya corregido el principal problema del paquete: un popping tan exacerbado que cuesta pensar que no resulte aposta. La buena nueva es que esta aparición repentina de elementos nunca interfiere en el gameplay, algo que no puede decirse de unos ajustes automáticos de cámara no siempre acertados. También hemos topado con un par de rutas obligatorias muy poco intuitivas, que cortan el ritmo del juego obligándonos a idas y venidas constantes durante demasiados minutos. Nada especialmente grave a fin de cuentas: el motor gráfico cumple su cometido a unos 60fps estables y ofrece algunas vistas de auténtica postal, que hubiesen resultado mejores si los escenarios no fuesen tan parcos en detalles.
En el plano sonoro, los instantes de acción se ilustran con los temas cañeros que uno siempre espera de la saga y el doblaje al castellano por los actores habituales raya a un nivel encomiable. Nada que objetar.
No podemos cerrar sin aplaudir la inclusión de las secciones de pesca con el bueno de Big the Cat: un atajo a la hora de conseguir fragmentos de recuerdo y llaves que agradecerán los usuarios menos duchos. Y es que la apertura de Sonic Frontiers también aplica a estilos de juego.
Popping a un lado, 'Sonic Frontiers' es una de las mejores aventuras tridimensionales del erizo (y no lo decimos únicamente porque las últimas dejasen bastante que desear).
Sonic Team ha revolucionado la serie abrazando los preceptos de mundo abierto y el resultado convence por mera adicción: desplazarse por los mapas mientras recolectamos ítems de forma orgánica (loopings mediante) es tan placentero que os faltarán horas para seguir jugando.
Sumadle un buen número de guiños y unas fases tradicionales bien resueltas para terminar de convenceros: la mascota de SEGA ha vuelto por todo lo alto.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.