Recuerdo la mezcla de estupefacción y desidia que motivó el anuncio de 'Hyrule Warriors'. El crossover con la franquicia de Koei Tecmo apareció en un momento complicado para Nintendo, obligada a nutrir el catálogo de una máquina ya condenada en lo comercial. De ahí ... que muchos lo interpretasen como una afrenta a la Leyenda de Zelda.
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La sorpresa fue mayor al encontrarnos un 'musou' más que divertido, donde Link y compañía chirriaban menos de lo vaticinado. Tal así que los guerreros de Hyrule fueron versionados hasta en dos ocasiones (para Nintendo 3DS y la consola híbrida), lo que en último terminó dio luz verde a nuevos spin-off. Pasamos así de 'Fire Emblem Warriors' a 'La era del cataclismo', anunciado como una precuela del magistral 'The Legend of Zelda: Breath of the Wild'.
Los primeros vídeos del juego, con el mismísimo Eiji Aonuma implicado y unas secuencias cinemáticas de lo más épico, ya daban a entender un desarrollo supervisado con lupa. Nos traslada cien años antes de lo visto en BotW, cuando el referido como 'gran cataclismo' sumió a Hyrule en la oscuridad. No profundizaremos en la trama (en parte porque las restricciones de embargo nos lo impiden), pero basta comentar que Link, Zelda y los cuatro Elegidos lucharán codo con codo para frenar el devenir de los acontecimientos.
Si BotW se caracterizó por una narrativa más que exigua, Age of Calamity todo lo contrario. La profusión de escenas es tal que nos asaltan antes, durante y tras los enfrentamientos que articulan el gameplay, permitiéndonos ahondar en la psique de los personajes y muy especialmente de la princesa. Son segmentos que tan sólo atisbamos en la última entrega de la serie y que aquí se recrean con todo lujo de detalles: una ampliación del 'lore' en toda regla que, sin resultar indispensable, hará las delicias de quienes transitaron la Hyrule de mundo abierto. Con todo, detectamos ciertas incoherencias a raíz de algunos personajes inéditos, lo que diluye el concepto de entrega canónica conforme se acerca el final de la aventura. Todo ello bajo un estilo artístico que pasaría sin miramientos por el de las mejores producciones anime; perfecto para potenciar el tono melancólico de la historia.
La buena nueva es que, aunque no caséis demasiado con el género que nos ocupa, La era del cataclismo conseguirá ganaros a golpe de mecánicas. El guión es solo una de las muchas formas en que se aproxima al universo de BotW, del que hereda el gusto por la recolección de ítems, la mejora de armas (aquí no destructibles) o la elaboración de suculentas recetas. Ésto se articula a través del mapa de Hyrule que escudriñamos entre cada una de las misiones principales, plagado de iconos con retos adicionales y peticiones de los habitantes del reino.
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Clasificadas por regiones, dichas súplicas se atienden entregando los materiales u objetos que encontramos en el fragor de la batalla, lo que arroja motivos para rejugarlas. La gracia de completar estos encargos (siempre de forma pasiva, mediante un sistema de menús) está en las recompensas que obtenemos: nuevas habilidades para los personajes, atuendos, corazones, rupias e ingredientes varios con los que ponernos a los fogones. Los platos resultantes pueden luego asignarse a cada uno de los capítulos de historia, lo que granjea porcentajes de daño reducido e infligido, experiencia ganada, velocidad... Las peticiones también habilitan instalaciones como tiendas de consumibles, una herrería en la que fusionar o vender arsenal, una tintorería para cambiar la tonalidad de ropajes y armaduras e incluso una sala de meditación (entrenamiento) inspirada en los santuarios de BotW.
Por su parte, el campo de adiestramiento nos permite apoquinar rupias para subir de nivel a cualquier integrante del plantel, algo que también es posible a la manera tradicional (aniquilando monstruos a diestro y siniestro), pero que vendrá de perlas a los jugadores más perezosos o menos duchos. Para ellos se incluyen además opciones como el juego cooperativo o un modo de dificultad accesible, diseñado para que todo el mundo pueda alcanzar los títulos de crédito. Porque no nos engañemos: el género musou sigue siendo residual en Occidente, llegando a despertar rechazo en algunos usuarios. Sus bases aquí se mantienen invariables: transitamos mapas de tamaño considerable, repletos de bifurcaciones. La mayor parte del tiempo debemos repartir espadazos frente a cúmulos infinitos de enemigos, así hasta que aparezca el jefe de cada uno de los bastiones que componen el campo de batalla. La idea es tornar de nuestro bando el mayor número de segmentos para granjearnos la victoria, algo que Age of Calamity relega al segundo plano en favor de los combates contra jefes menores y mayores. En este sentido, Hyrule Warriors se antojaba mucho más quisquilloso, supeditando cada fase a ciertos condicionantes. Los mismos que sí abundan en los 'retos' que comentábamos. Son misiones secundarias en las que aniquilar a cierto número de rivales, hacerlo en un tiempo concreto, con un arma determinada o controlando a cierto personaje.
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Las consabidas bestias sagradas también juegan su papel: su poder devastador nos vendrá de perlas durante los retos o algunos capítulos de la campaña, cuando el título se convierte en algo más parecido a un shooter subjetivo (con reservas). Lo cierto es que nos han parecido algo irregulares y poco lucidas en lo técnico, pero no son tantas como para conseguir romper el ritmo general. Y para quienes teman que todo se reduzca a machacar botones, buenas noticias: la inclusión de runas Sheikah y cetros elementales confiere estrategia a los enfrentamientos. Así encontraremos bokoblins, lizalfos o invocantis de diferentes tipologías (fuego, hielo y eléctrico), a los que podremos hacer bastante daño recurriendo al cetro del elemento contrario. También será buena idea aprovechar tales envites con la morfología del entorno: lanzar un ataque eléctrico sobre una superficie acuática para fulminar a cuantos la pisen, por ejemplo. Las posibilidades son igualmente infinitas con los poderes de stasis, bombas remotas, cryonis y magnesis, hasta el punto de resultar fundamentales contra los engendros más poderosos (hinox, magmarok y derivados o los temibles centaleones, que llegarán a poneros en mayores aprietas que los jefes finales).
A lo anterior hemos de sumar los ataques especiales y acciones únicas de cada personaje controlable, de forma que el juego se siente muy diferente según nuestra elección. Dicha variedad vuelve a invitarnos a repetir misiones más allá de la primera vuelta y sin tener en cuenta todo lo concerniente al mapa de Hyrule, lo que supone un tiempo de juego considerable. Los siete capítulos de la trama os llevarán unas 15 horas, cifra que se multiplica por tres si queremos alcanzar el 100% (hay encargos adicionales tras la cinemática final) y por cuatro si es que nos atrevemos con los modos de dificultad más elevados.
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En el plano técnico, La era del cataclismo aprovecha buena parte del (fantástico) trabajo artístico realizado en BotW, aunque su ejecución presenta ciertos peros. Para empezar los caprichosos ángulos de cámara, que nos dejan vendidos en más de una ocasión, apretando botones desde la ceguera con la esperanza de acertar. También hemos encontrado notorias bajadas en la tasa de frames y una falta de nitidez palpable respecto a las partidas en sobremesa (u otros títulos de Nintendo para Switch Lite). No se trata de algo alarmante ni habitual: las caídas tienen lugar en los instantes de mayor trasiego, pero no afectan en absoluto al devenir de las batallas y pronto acabamos acostumbrándonos. Igual ocurre con un 'popping' demasiado evidente, que pasa desapercibido al abstraernos en un frenesí de tajos y disparos con arco.
Donde no hay quejas es en el plano sonoro, que reinterpreta muchas de las melodías clásicas de la franquicia para deleite de quien juegue con auriculares o un buen sistema de audio. Pero lo que más nos ha convencido ha sido el impecable trabajo de doblaje al castellano, toda una rara avis en lo que a la multinacional japonesa respecta. Ha corrido a cargo de los mismos intérpretes de BotW, quienes echan el resto tanto en las cinemáticas como en las pantallas de carga, provistas de inspiradas locuciones a cargo de los personajes que van tomando la voz cantante.
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Hyrule Warriors: La era del cataclismo eleva el concepto de crossover para traernos la precuela (con matices) que Breath of the Wild merecía. Una que solventa su laxa narrativa, ampliando el lore del juego con espectaculares cinemáticas y contiendas repletas de estrategia. Integra al tiempo muchas de las mecánicas que disfrutamos en nuestro recorrido por la Hyrule de mundo abierto, de forma sutil y sin menospreciar al género en que Koei Tecmo se considera experta.
Algunos defectos técnicos impiden la matrícula de honor, pero no así recomendarlo a cualquier incondicional de The Legend of Zelda.
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