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marc fernández
Martes, 22 de junio 2021, 10:29
El género de los juegos de lucha contiene en su naturaleza la sustancia más pura de la experiencia competitiva. Para ejemplificar esto un poco más, podríamos intentar dibujar su valor de uso en un esquema cíclico de longevidad indefinida: del aprendizaje al éxito-fracaso ... y vuelta al aprendizaje, así hasta abotargar del todo nuestros dedos.
La recompensa-castigo en el género funciona de manera muy distinta a lo visto en el videojuego tradicional. Aquí se dan todos los elementos necesarios para reforzar las cargas dopaminérgicas que segrega el cerebro ante este tipo de experiencias. El factor social que reviste a este tipo de títulos multiplica significativamente la recompensa psicológica, tras un relativo mayor esfuerzo de aprendizaje. Por otro lado, el camino se antoja mucho más arduo.
Dada la complejidad que albergan sus premisas, la dura curva del abordaje inicial complica su posición de producto adaptado a las grandes masas; tenemos comprobado que aplicar meras reformas a las mecánicas clásicas para accesibilizar la fórmula no es impulso suficiente para salir definitivamente del nicho; en todo caso haría falta una revolución completa del sistema de juego, aunque de momento, las determinaciones sociales no guían al género por esos derroteros.
'Guilty Gear Strive' fue anunciado precisamente en uno de tantos eventos sobre 'fighting games', llevado en este caso por la compañía responsable. Los consumidores asiduos de Ark System Works imploraban algún tipo de actualización para los títulos del momento, que se correspondían con la franquicia allegada 'BlazBlue'. En vez de eso, recibieron la nueva de la iteración, heredera directa de las experiencias de Xrd, pero prometiendo acercar el título a la media del resto de congéneres del mercado, algo menos exigentes.
Para los que no conozcan a la compañía de antemano, Ark System Works se jacta de poseer las franquicias con los gameplays más complejos y exigentes que he podido probar en la tortuosa senda de las 2D. Por lo general no se cumple la dicha de 'fácil de aprender, difícil de dominar': ponernos a los mandos de un personaje y llegar a conocerlo por completo puede resultar en años de práctica (más aún si hablamos de un Faust o un Arakune); además, una de las principales virtudes de las que gozan estos juegos es que el plantel de personajes que presentan es tan variado y diferenciado que cada uno de los luchadores podría protagonizar un título de acción en solitario.
En esto Guilty Gear es la joya de la corona; sin embargo parece ser que con Strive han conseguido darle la vuelta por completo a su fama, han reconvertido el gameplay en un paseo mucho más llevadero a lo que estamos acostumbrados. En cuanto a opciones monojugador no destaca más allá de un completísimo tutorial para aprender los básicos del juego (orientado siempre desde la perspectiva del multijugador), pero en cuanto a modos historia, escasean las alternativas para los lobos solitarios.
Todo el renovado potencial jugable solo se puede explotar competitivo mediante, y sus novedades atraerán a aquellos interesados en la lucha que en el pasado se vieron superados por la propuesta: ahora, los 'timings' de ejecución entre comandos son mucho menos exigentes, y efectuar combos complejos no requiere de tanta práctica gracias a la pormenorizada mecánica del 'Roman Cancel' que, a golpe de botón, permite «alterar» el tiempo por breves instantes (traducido a mecánicas de juego, amplía el margen de frames de recuperación del enemigo y reinicia los nuestros, permitiendo un sinfín más de opciones y combos).
Para más inri, se ha implementado la tecnología del 'rollback', que ha venido para quedarse, una técnica de 'netcode' que suaviza los efectos del 'lag' y permite partidas con conexión satisfactoria aún con usuarios de las partes más alejadas del planeta. Sin duda la aportación más importante en plena época de pandemia, para alargar la vida útil del juego a base de torneos online.
En el otro lado de la balanza, el lobby para los enfrentamientos no ha sido retocado ni un ápice a pesar de las quejas recibidas durante las anteriores betas: además de ser estéticamente difícil de asimilar, los controles del avatar son algo ortopédicos y en definitiva, no aporta gran cosa más que molestias con respecto a las salas tradicionales. Al final tirar de matchmaking rápido será nuestra mejor opción.
A nivel gráfico es quizás lo más potente que se haya visto en el terreno, con un estilo anime en falso 3D muy escandaloso, aunque las primeras veces puede resultar incluso molesto a los ojos debido a la gran carga visual que supone tanto letrero gigante intermediando el combate a la voz de '¡counter!'. Con todo, uno no se da ni cuenta en pleno fervor de la batalla, así que como mucho resultará incómodo durante el visionado de partidas de terceros y torneos.
En cuanto al futuro del título como servicio, sabemos que ya lleva más de 300.000 copias vendidas durante su primera semana, cifra nada desdeñable en este tipo de productos, y la recepción por parte de la comunidad ha sido bastante positiva. Faltaría ver en qué quedan aquellas primeras críticas sobre su dudoso potencial competitivo, dado el exceso de accesibilidad en sus mecánicas.
Por el momento, Strive es un título divertido y frenético, con un más que robusto modo competitivo y un netcode pulido que supondrá un nuevo estándar de calidad en el campo del juego en red. Comprobaremos su solvencia durante el Evo Online 2021, este mismo verano.
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