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No suelo prestar atención a mi lista de amigos en Nintendo Switch pero estos días resulta inevitable. Hacía mucho que un juego no la copaba por entero, cada día, durante la última semana. Y es que Animal Crossing: New Horizons ha llegado justo en el momento en que más se precisaba, llamando incluso la atención de quienes nunca se habían acercado a la franquicia.
El confinamiento impuesto por la pandemia del Covid-19 trajo consigo la necesidad de evadirnos a como diese lugar. Unos navegan por el catálogo de las plataformas de streaming; otros terminan el mamotreto que cogía polvo en la mesita de noche; y también hay quien se aventura en mundos digitales. Los videojuegos siempre han tenido esa cualidad: nos permiten convertirnos en otro y tomar parte activa de su realidad, pulsando botones para fulminar enemigos o seleccionar la línea de diálogo idónea. De este modo, la sensación de ahogo que lleva semanas atenazándonos se diluye, enfrascados como estamos frente a la pantalla.
Ayuda especialmente el que New Horizons apuesta por un estilo de juego relajado: no existe un jefe despiadado cuyos planes desbaratar, ni nos vemos envueltos en una huida hacia adelante, fruto de una profecía apocalíptica. Animal Crossing siempre ha consistido en 'vivir'; simple y llanamente eso. Si hasta la presente irrumpíamos en una población, intentando encajar y procurarnos un domicilio cómodo, en esta primera entrega para Nintendo Switch la premisa retrocede y nos otorga un poder de decisión absoluto.
El ambicioso Tom Nook ha orquestado el 'Plan de Asentamiento Islas Desiertas', por el que desembarcamos en una de las mentadas: una extensión de terreno baldío y listo para ser moldeado. Comenzaremos posicionado nuestra tienda de campaña (y la de nuestros primeros vecinos) a la espera de construir un hogar propiamente dicho. Para ello venderemos la fruta, fauna y materiales dispersos, contribuyendo igualmente al desarrollo de los establecimientos y las infraestructuras básicas: una pequeña tienda, el museo, puentes con los que salvar el cauce de un río...
Al cabo de unas semanas nos encontraremos residiendo en un pueblo con todas las de la ley, sabedores de que cada edificio, farola y camino responde a nuestros esfuerzos por modelarlo. Horas de pico y pala (nunca mejor dicho) que se antojan muy satisfactorias, máxime al establecerse vínculos con el resto de aldeanos. Con todo, esta faceta social se encuentra ligeramente descuidada en New Horizons (al menos respecto a los juegos previos): los vecinos mantienen sus comentarios socarrones, pero limitan sus interacciones de motu proprio y las conversaciones rara vez sorprenden. También puede ocurrir que nos hayan 'tocado' los menos afables del lugar, pero lo cierto es que charlar con ellos ya no es una de las razones por las que encendemos la consola diariamente.
Sí lo es la otra vertiente del juego: el coleccionismo en su expresión más pura. Llenar las vitrina del museo se vuelve tremendamente adictivo y, aunque Sócrates mantiene el gusto por la verborrea, al menos ahora podemos realizar donaciones en bloque de insectos, peces o fósiles. A este respecto, New Horizons mantiene las franjas horarias y meses de proliferación para determinadas especies, lo que contribuye a la recurrencia sin precedentes de la serie. Porque sí, también retornan los eventos estacionales (como el de Pascua, activo en los próximos días), esta vez supeditados a parches de actualización. Los desarrolladores evitan así que 'jugueteemos' con el reloj del sistema.
Hablando ya de novedades propiamente dichas, Animal Crossing: New Horizons acierta de pleno al centralizar todas sus funciones en un smartphone (el 'Nookófono'). Desde éste podemos consultar nuestra colección de fauna; crear diseños con los que personalizar prácticamente cualquier ítem (nunca habrá dos islas iguales); tomar instantáneas; consultar el mapa, nuestro pasaporte, listado de amigos y el historial de chat... Entre éstas hay dos funciones que marcarán el devenir de la franquicia: las 'Creaciones' y las 'Millas Nook'.
Las herramientas del juego (pala, caña de pescar, hacha...) terminan rompiéndose más pronto que tarde, pero ya no es necesario invertir bayas para reponerlas. Una buena sesión de 'crafteo' llena nuestro inventario de materiales, con los que fabricarlas en los bancos de bricolaje. En éstos también podemos elaborar muebles, enseres, colgadores, paredes, suelos... Siempre hay algo que fabricar y con lo que aportar ese toque distintivo del que hablábamos.
La idea de que cada caracola o palo que recogemos resulta de utilidad; de que los otrora 'tiempos muertos' en el juego ahora sirven para algo, es sin duda la gran aportación de New Horizons. Resulta del todo evidente con el programa de Millas (sí, al estilo del de las aerolíneas): el juego lista una serie de retos a corto, medio y largo plazo, por las que somos recompensados. De este modo, puede que hablar con ese vecino; pescar dicho ejemplar o vender cierta mercancía incremente por sorpresa nuestro cómputo de millas. Cuando hayamos terminado nuestras tareas obligatorias de la jornada, nos descubriremos abriendo la 'app' de Millas Nook para consultar qué logros estamos a punto de desbloquear y ponernos a ello.
Ahora bien, ¿en qué podemos gastar dichas Millas? Existen ítems y mejoras que tan solo pueden conseguirse canjeándolas: desde modelos en miniatura de Nintendo Switch hasta ampliaciones de inventario, pasando por insutrucciones de creación, estilos de peinado y hasta fundas personalizables para el Nookófono. Además, resultan convenientes los 'Cupones de Millas Nook', que permiten volar a otras islas en el aeródromo del juego. Será en éstas donde nos agenciemos frutas o animales del hemisferio opuesto, además de convencer a otros animales de que se muden a nuestro pueblo. Porque, recordemos, el objetivo último es llenarlo de casas y pavimento.
Lo anterior casa con un editor más amable y repleto de posibilidades que nunca. El escenario alberga secciones verticales que habilitamos mediante rampas (previamente accesibles mediante una escalera) y ya no tenemos que arrastrar muebles 'de aquellas manera' para decorar nuestra casa, disponiéndose una práctica cuadrícula para suelo y paredes. Además, árboles y rocas dejan de peligrar: necesitaremos consumir fruta para incrementar nuestro grado de fuerza y suprimirlos del mapa (o trasplantar manzanos completos a una sola pulsación).
Proyectos de urbanismo a un lado, lo que menos convence del título es su segmento multijugador. Sólo se puede albergar una partida por consola, así que nuestra pareja, hermana o semejante está obligada a compartir isla con nosotros. En la práctica, esto genera tensiones innecesarias más que un ambiente de colaboración. Tampoco encontramos sentido a que varios usuarios nos sigan por la isla sin demasiada libertad de acción, por lo que el único aspecto reseñable son las visitas inuslares entre amigos. Con ellas se promueven las compras, los intercambios y quizás un rato de cháchara (aplicación de Nintendo Switch Online mediante, al resultar incómodo teclear desde la pantalla táctil de Switch).
A nivel artístico y gráfico, los incondicionales de Animal Crossing recibimos aquello que llevábamos tiempo esperando: un acabado nítido, 'redondito' y colorido en alta definición, que brilla especialmente en Switch Lite por su mayor densidad de píxeles. No se nos escapa que este es un juego idóneo para el formato digital en una portátil: siempre queda disponible para una partida breve, sin importar donde nos encontremos (por mucho que ahora mismo no tengamos a dónde ir).
Visualmente, decíamos, os seducirá el vaivén del follaje; los efectos de iluminación al atardecer; la textura del agua... También hemos topado con animaciones de insulanos más que simpáticas, siempre acompasadas por los soniquetes a modo de diálogos que algunos terminarán por silenciar. Y será una pena, porque la banda sonora del juego insufla la serenidad que tanto precisamos estos días. No os sorprendáis si las horas se os hacen minutos y, al mirar por la ventana de vuestra habitación (la del mundo real) descubrís que os ha caído la noche al compás del propio juego.
Desde su ritmo calmado, New Horizons reafirma lo adictivo de la fórmula Animal Crossing al tiempo que solventa sus flecos. El crear una urbe desde cero resulta más satisfactorio que nunca y el programa de Millas Nook consigue que cada pequeña acción cuente, evitándose los tiempos muertos en nuestro listado de tareas diarias.
Mayor énfasis en el multijugador habría redondeado la propuesta, pero nada impide disfrutar de esta segunda vida y abstraernos así de la que está cayendo.
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