Curioso enfrentar esta crítica días después del lanzamiento de Shenmue I & II. A la franquicia de Toshihiro Nagoshi siempre se la ha considerado sucesora espiritual de la obra de Yu Suzuki: un mundo abierto repleto de vida, narrativa de la que te ... mantiene pegado al sofá y un sinfín de actividades con las que matar el tiempo cuando no andemos con los puños en alto. Por supuesto, y esto es algo que queda meridiano al retomar las andazas de Ryo Hazuki, «Yakuza» aprovechó los avances de su género para redondear la experiencia.
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Hablamos de una serie tratada con desdén a este lado del charco, después de que sus dos primeros capítulos para PlayStation 2 vendieran no demasiadas copias. Las iteraciones para PlayStation 3 llegaron sin traducción a nuestro idioma, cuando no años después, exclusivamente en formato digital (Yakuza 5). Así hasta una PlayStation 4 con la que SEGA reconsideró posturas, articulando una hoja de ruta para el lanzamiento occidental del prólogo (Yakuza 0), conclusión (Yakuza 6) y remake (Yakuza Kiwami) protagonizados por Kazuma Kiryu.
Llegamos así a Yakuza Kiwami 2, puesta al día del juego aparecido en diciembre de 2006. Ha transcurrido un año desde el incidente de los 100 billones de yenes y Kiryu lucha por rehacer su vida en compañía de la pequeña Haruka. Lástima que los entresijos de la mafia japonesa no acostumbren al reposo, pues no tardaremos en participar de una cruenta guerra de clanes. Nuestro máximo adversario es Ryuji Goda, referido como el «Dragón de Kansai», motivo sobrado para escudriñar los bajos fondos de Osaka.
Y es que Yakuza 2 cumplió a rajatabla los preceptos de toda buena secuela: una segunda urbe que transitar, mayor profundidad en el sistema de combate y giros de guión aún más sorprendentes. No en vano, hablamos del capítulo mejor valorado en términos narrativos, hasta el punto de rivalizar con los mejores exponentes de la novela negra. Sin entrar en detalles, dejadnos alabar a la detective Kaoru Sayama, uno de los personajes femeninos más fuertes (y repletos de matices) que recuerde el ocio electrónico.
Cual remake, Yakuza Kiwami 2 se beneficia de los avances técnicos e innovaciones jugables imeplementados en las entregas modernas. Por contra de Yakuza 0 y Kiwami, aquí se abraza el motor gráfico de Yakuza 6 («Dragon Engine»), desarrollado por y para la última sobremesa de Sony. Con la excepción de algunos modelados secundarios, la saga prosigue en su empeño de fundir cinemáticas con gameplay, de forma que apenas achaquemos diferencias. La expresividad facial alcanza nuevas cotas, lo que a su vez potencia los instantes de clímax. Todo ello sin perjuicio de los planos ni las secuencias de diálogo, idénticos a cómo los recordamos pese a haberse regrabado por completo.
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Dragon Engine tamibén impacta en el propio gameplay: las peleas callejeras y las intromisiones en locales acontecen sin tiempos de carga entremedias, lo que aporta una fluidez inédita en el original. Siente uno mayor disposición a mejorar las estadísticas del protagonista, máxime habiéndose adoptado el sistema de experiencia por categorías implementado en los últimos Yakuza. El sistema de combate sí que varía respecto a 0 y Kiwami: practicamos un estilo de lucha único, como en Yakuza 6, aunque aquí se potencia con movimientos especiales dependientes de las misiones secundarias. Por primera vez, completarlas supone algo más que echarse unas risas, ya que sus protagonistas podrán irrumpir en los combates para asestar golpes devastadores.
Otro factor diferencial de las contiendas reside en la importancia del arsenal. Ya no sólo podemos agarrar cualquier ítem del escenario para emplearlo cual arma arrojadiza; también reservarlo para el momento más conveniente. Dicha pincelada de estrategia se hace extensible a pruebas como la gestión de cabaret (proveniente de Yakuza 0) o el consabido «Creador de Clanes» (Yakuza 6), que se aproxima al género del tower defense con la incursión de Goro Majima.
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Este último supone una de las razones para revisitar la aventura, ya que protagoniza varios capítulos exclusivos. Sirven de puente con Yakuza 0 y Yakuza Kiwami, resolviendo algunas de las cuestiones en el aire, aunque se antojan escuetos y poco inspirados en cuanto a gameplay. Siempre nos quedará la inevitable ristra de minijuegos: recreativas (Virtual-On, Virtua Fighter 2), bingo, póker, golf, dardos, karaoke, jaulas de bateo... hasta un test de puntería con nuestra orina. Y es que Nagoshi es tan capaz de lo solemne como de lo excéntrico.
Por poner una pega, la enésima falta de traducción mantendrá alejados a bastantes usuarios.
Yakuza Kiwami 2 es el mejor ejemplo de cuanto debe ser un remake. Narrativamente hablamos de la mejor entrega de la franquicia, por lo que disfrutarla bajo un motor gráfico acorde a PlayStation 4 (adopción de mecánicas contemporáneas mediante) es la mejor noticia que podíamos recibir.
Kamurocho y Osaka ofrecen más que nunca gracias a la infinidad de misiones secundarias y minijuegos incorporados. Poco importan la desaparición de Shinseicho (área transitable en el original) o que los capítulos de Goro Majima sepan a excusa: los dragones de Dojima y Kansai están en pie de guerra y ningún aficionado debería perdérselo.
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