Summer Game Fest: el rey está desnudo

«Se me está poniendo cuerpo de E3». Recuerdo sonreír cuando escuchaba a Pep Sànchez, conductor del podcast Reload, hacer esta afirmación días antes de la cancelación definitiva del evento de Los Ángeles este 2023. Es cierto que la cita por antonomasia de la industria del videojuego llevaba años de capa caída, pero su legado, su historia y su relevancia le seguían otorgando una solera (tal vez más nostálgica e inmerecida) que nos hacía sentir cosquillas según las semanas del calendario iban acercándose a junio.

La cancelación del E3 no cayó como un jarro de agua fría, más bien fue recibida con un levantamiento de cejas por parte de la prensa y de la comunidad. No hubo algaradas, tampoco celebraciones. Fue la constatación de que todo ha cambiado en la forma de comunicar y contar las novedades. Uno en el que el mensaje está cada vez más controlado y dirigido por las propias compañías. Nada que reprochar. Es completamente entendible y legítimo que las propias empresas quieran entregarnos paquetes publicitarios bien montados, guionizados y preparados. A fin de cuentas, para ellas es más provechoso que todo se reduzca a reproducir notas de prensa y a crear vídeos del tipo: 'Reaccionando a' en YouTube o Twitch, creando un ciclo de publicidad sin fin.

El Summer Game Fest del periodista Geoff Keighley venía a ocupar, de alguna manera, el hueco del E3, pero no ha sido más que la constatación de que no es más que el hermano pequeño de las filiales de comunicación de las empresas, como bien explica mi compañero José Carlos Castillo aquí. Un evento de dos horas de duración que, además de recoger la morralla que muchas empresas prefieren aligerar de sus presentaciones oficiales, repite algunos errores que a estas alturas de siglo no entiendo: en todo el evento de Keighley no apareció ninguna mujer para subirse al escenario. Ningún estudio o compañía parece que tenía en plantilla a una desarrolladora o ejecutiva que pudiese desplazarse a Los Ángeles. Curioso.

El E3 tenía muchos problemas, aristas y puntos oscuros, pero nos permitía hacer lo que sabemos hacer: probar juegos, charlar formal y distendidamente con los creadores, ejecutivos, hacer preguntas, plantear dudas y críticas limando todo lo que de marketing tienen los juegos al ser presentados al gran público. Eventos como los Showcase, Developers Direct y Nintendo Directs cumplen su cometido, como ya he explicado. Lo que no deja de sorprenderme es que se quiera vender el Summer Game Fest como el sucesor espiritual de la gran feria de Los Ángeles, cuando su aspiración real es ser más un show de entretenimiento de 'product placement' vacuo e inane, pensado más para inflar el ego de Geoff Keighley que por aportar contenido de valor a la conversación. Que los fuegos artificiales no nos impidan ver que el rey está desnudo.

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