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sara borondo
Martes, 8 de septiembre 2020, 00:13
Hay batallas que no se libran sobre el terreno ni muestran violencia física, pero también son intensas y causan daños. Es el caso de la guerra comercial que desde hace más de dos años enfrenta a China y Estados Unidos, extendiendo sus consecuencias a ... todo el mundo. El conflicto empezó en marzo de 2018, cuando el presidente estadounidense (Donald Trump) anunció aranceles a los productos chinos para reducir el déficit comercial de su país con el asiático. El gobierno chino respondió con un movimiento similar.
En diciembre de 2018 los dos países llegaron al acuerdo de posponer los aranceles durante tres meses y reanudar las negociaciones para intentar acabar con el enfrentamiento, pero a principios del año pasado se reactivaron las hostilidades y la administración Trump endureció su posición respecto a las relaciones de las empresas estadounidenses con las chinas. Incluyó a Huawei en la lista negra alegando razones de seguridad nacional, por lo que Google anunció que dejaría de actualizar su sistema operativo en los teléfonos del fabricante. Esto dejaba a los usuarios sin aplicaciones básicas como Gmail, Maps o la tienda de aplicaciones Play Store, lo que obligó a Huawei a desarrollar su propio sistema operativo. En este tiempo el crecimiento económico de los dos países se resintió.
A finales de 2019 parecía que la situación estaba cerca de terminar. De hecho, Trump y el primer ministro chino (Liu He) firmaron un acuerdo comercial en enero y en los meses siguientes se fueron eliminando los aranceles. Esto, pese a que desde que comenzó la pandemia provocada por el covid-19 Trump haya insistido en que el virus procedía de China, intentando marcar y marginar al país.
En agosto comenzó un nuevo capítulo, centrado en esta ocasión en las aplicaciones para móvil. Epic Games, desarrolladores de uno de los juegos más exitosos de la historia (Fortnite, con más de 350 millones de jugadores en todo el mundo), se enfrentó a Apple y Google por las comisiones que cobran en sus tiendas de aplicaciones para móviles. Epic intentó eludir ese porcentaje haciendo que los jugadores le pagasen directamente. En este nuevo conflicto tiene peso el hecho de que el gigante chino del videojuego, Tencent, posee casi la mitad de Epic desde 2012. Controla así tanto Fortnite como el motor gráfico Unreal Engine, utilizado en buena parte de los videojuegos a nivel global.
La respuesta de Apple y Google fue retirar Fortnite de sus tiendas. Epic contraatacó denunciando a sendas empresas y atacando sobre todo a Apple con el lanzamiento de la campaña #FreeFortnite, que vino acompañada de un evento dentro del propio juego (el último en el que pudieron participar quienes jugasen desde un móvil). En éste, los jugadores pudieron ver un vídeo paródico de la campaña publicitaria que Apple emitió en 1984 para la salida de su ordenador Macintosh.
Apple respondió entonces desvelando que Epic pidió tener un trato diferente al resto de desarrolladores y canceló su cuenta de desarrollador en la App Store, por lo que no pueden publicarse actualizaciones del juego. Epic tampoco puede presentar nuevos juegos a la tienda de Apple. El movimiento podía haber tenido consecuencias incluso más graves, ya que la intención de Apple era bloquear el motor Unreal Engine, lo que hubiera puesto en peligro buena parte de los juegos de la App Store (el motor no sería compatible con las nuevas versiones del sistema operativo iOS). A la postre, un juez vetó esta decisión y solo Fortnite quedó fuera de la tienda digital.
Pese a la tremenda fuerza que tiene actualmente Epic con Fortnite, el motor Unreal y su tienda de distribución digital (Epic Games Store), el pulso que mantiene con Apple supone un duro revés. El director ejecutivo y fundador de la empresa (Tim Sweeney) ha llegado a afirmar que podría considerarse «una sentencia de muerte».
De forma casi paralela a este frente de batalla se ha abierto otro, el de TikTok, la red social de vídeos cortos que ahora está en el punto de mira de Trump. El presidente estadounidense firmó el 3 de agosto una orden ejecutiva en la que prohíbe (como ya hiciera con Huawei) cualquier transacción o negocio con ByteDance, la empresa china propietaria de TikTok, poniendo como plazo límite el 15 de septiembre para que una empresa estadounidense comprase las actividades de TikTok en Estados Unidos. Una operación que podría tener un valor de entre 20 y 25 mil millones de euros.
Trump alegó preocupación por lo que la empresa china hiciese con los datos de los cien millones de estadounidenses que son usuarios de TikTok. Por su parte, ByteDance ha emprendido acciones legales contra el gobierno estadounidense y ha seguido sumando complicaciones. A finales de agosto dimitió el director general de la empresa, Kevin Mayer, tan solo cuatro meses después de haber accedido al cargo procedente de Disney+. La labor de Mayer era, además de impulsar el crecimiento de TikTok como plataforma, acercar posiciones entre la empresa china y el gobierno estadounidense. A Mayer le ha sustituido Vanessa Papas.
China ha manifestado que defenderá los intereses de sus empresas. De momento ha cambiado sus leyes de exportación tecnológica, por las que el gobierno debe autorizar la venta de tecnologías de inteligencia artificial «basadas en el análisis de datos para servicios de recomendación de contenidos personalizados». Por tanto, si no permite la venta de TikTok a una empresa de otro país, no habrá negocio.
Entre las empresas interesadas en comprar TikTok están Oracle, Twitter o una alianza de Microsoft y la cadena de tiendas estadounidense WallMart. Todas las partes interesadas están intentando llegar a un acuerdo de compra y conseguir que el gobierno chino apruebe la transacción; o encontrar la manera de desbloquear una situación que, de momento, no pinta demasiado bien para la empresa china. Si el 15 de septiembre no hay acuerdo, TikTok dejará de funcionar en el territorio estadounidense.
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