Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y, al menos en lo que respecta a nuestros hábitos digitales, así parece ser. Un año después de que Internet se copase de rostros envejecidos, la ... aplicación de marras ('FaceApp') vuelve a liderar los rankings de descargas.
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Lo hace con la excusa de comprobar cómo seríamos si cambiásemos de sexo, tendencia que se ha viralizado en cuestión de días. Así, parece que no somos nadie en Facebook, Twitter o Instagram si no publicamos nuestra transformación.
Nadie niega que los resultados (fruto de aplicar técnicas propias del 'deepfake') son realmente asombrosos, pero esto no quita para que la aplicación de origen ruso siga entrañando severos riesgos para nuestra privacidad. Así ocurre, de hecho, con la mayoría de aplicaciones que se ofrecen sin coste: 'Cuando el producto es gratis, el producto eres tú', que suele decirse.
Revisando la política de privacidad de FaceApp, uno atestigua cambios respecto a una de las preocupaciones que emergieron el año pasado: el libre acceso a la totalidad de nuestro carrete fotográfico. Según los responsables de la aplicación, solo se almacenan en las nube aquellas instantáneas que hayamos seleccionado. Lo hacen de forma temporal (hasta 48 horas) y cifrada, para que tan sólo el usuario que las subió pueda visualizarlas (únicamente desde su dispositivo).
FaceApp también aclara que las fotos no se utilizan para ningún otro propósito que no sea las transformaciones que ofrece, lo que se hace extensible a nuestros vídeos. Entonces, ¿dónde está el problema si, como parece, se han solventado las 'aristas' del software en materia de intimidad? Basta seguir leyendo las mentadas condiciones para descubrirlo.
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Primeramente, al instalar la aplicación estamos consintiendo la recopilación de cuantiosos datos sobre nuestro terminal. A saber: fabricante, modelo, versión del sistema operativo, país donde nos encontramos en base a nuestra dirección IP, navegador instalado y resolución de la pantalla. A esto hemos de sumar nuestras ID de Apple o Google «con fines publicitarios» e incluso la página web que visitamos justo antes de acceder a FaceApp; «entre otros datos del dispositivo» no descritos.
Por si había alguna duda, los rusos siguen vendiendo toda esa información a terceros, incluidas las páginas o pantallas que vemos, a qué hora, por cuánto tiempo y en base a qué rutas de navegación: «Nuestros proveedores de servicio y 'third parties' (agencias de publicidad online y sus clientes) pueden recopilar estos datos en cualquier momento y a través de páginas web o aplicaciones móviles externas, mediante el uso de kits de desarrollo ('SDKs')».
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El último punto en conflicto se da si nos registramos en la aplicación a través de alguna red social. Al quedar vinculado nuestro perfil con FaceApp, ésta puede obtener nuestro «nombre y apellidos, nombre de usuario, número de amigos y listado de estos o sus conexiones». Todo ello se procesa de acuerdo a los términos y condiciones de cada plataforma, lo que tranquiliza lo justo si tenemos en cuenta los escándalos de Facebook (por mentar un ejemplo) en los últimos años.
Además de los cambios de sexo y edad, FaceApp permite 'maquillar' una foto, cambiar peinados, ampliar sonrisas y ajustar valores como el brillo, el contraste o el balance de blancos. Cuestión de cada cual decidir si estos retoques compensan los riesgos expuestos.
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