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Los vascos que vivían de alquiler en 2016 en las capitales pagaban, de media, 692 euros al mes en concepto de renta. En 2022, la cifra ascendía ya a 826 euros. En tan solo seis años, lo que deben abonar ha crecido cerca de un ... 20%. Los precios, además, son «disparatados» en las zonas tensionadas, esas en las que la vivienda es prácticamente inaccesible porque la demanda supera con creces a la oferta. El Gobierno vasco, para paliar esta situación, planteará a las diputaciones, responsables de la fiscalidad, la implantación de un sistema que penalice a quienes mantengan los precios y bonifique a aquellos que reduzcan lo que cobran a sus inquilinos.
Las haciendas vascas abordarán, previsiblemente el próximo año, una nueva revisión fiscal (la última data de 2018) para introducir cambios en el sistema tributario que tengan en cuenta la nueva realidad económica y social, y analice aspectos como el reto demográfico, la fiscalidad verde, la igualdad... Es en el marco de ese proceso en el que el Departamento de Planificación Territorial, Vivienda y Transportes trasladará de nuevo la propuesta (la puso sobre la mesa hace cuatro años), que afecta al IRPF.
La consejería que dirige Iñaki Arriola publicó ayer un informe en ese sentido, documento que analiza la situación actual y la que podría darse si las entidades forales, «los órganos competentes», introdujeran su plan. Mario Yoldi, director de Planificación y Procesos Operativos de Vivienda del Gobierno vasco, explica que «hemos calculado qué hay que hacer para que los propietarios bajen el alquiler un 5% y que, en la declaración de la renta, se les compense» esa reducción y «no pierdan dinero» por reducir la renta.
Lo primero, puntualiza, es que, en los tres territorios históricos, los ingresos derivados de los alquileres se incluyen en la declaración «como rendimientos de capital» en lugar de «como rendimientos que van a la base general», como sucede en el resto de España. Trasladar esas cuantías al segundo de los escenarios, en el que están las rentas del trabajo, derivaría en que los dueños tengan que tributar más por los ingresos derivados de arrendar un piso. Ese aumento en lo que deberían pagar «se contrarrestaría con una tarifa progresiva» y con «incentivos» en los casos en los que reduzcan las cuotas que giran a los inquilinos que utilizan ese alojamiento como vivienda habitual.
Por otro lado, entiende Yoldi, con ese nuevo sistema a los propietarios les sería «más rentable tener las viviendas alquiladas que vacías». Y se establecería una «diferencia en el tratamiento fiscal», que sería «negativo para el alquiler de temporada y los pisos turísticos», ya que tributarían como los rendimientos del trabajo pero sin tener acceso a bonificaciones. «Tienen pleno derecho legal a hacer negocios, pero la sociedad también tiene derecho a que para ellos no quepa una reducción fiscal porque están haciendo un negocio razonable y tienen que tributarlo en la base general, como otros trabajadores», destaca.
La entrada en vigor de la ley estatal de Vivienda el pasado mayo ha provocado una serie de «incertidumbres», según destacan diversos agentes de la propiedad inmobiliaria, que está provocando algunos efectos no deseados por la norma, como son la reducción de la oferta de los alquileres a largo plazo, un crecimiento no satisfecho de la demanda y un incremento de los precios de las rentas. Esa sensación generaliza en el sector se cuantifica en cifras en un estudio elaborado a nivel estatal por la Federación de Asociaciones Inmobiliarias (FAI), que recoge también datos autonómicos. En Euskadi detecta un descenso del 30% en la oferta de alquiler habitual desde la entrada en vigor de la ley de Vivienda hasta el pasado octubre.
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