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Era uno de los rostros más populares del frente ultraconservador estadounidense. Desde la redacción de The Federalist, la web donde trabajaba como comentarista y redactora desde hace cuatro años, o los platós de la Fox News, Fox Business Channel y One America News Network, en ... los que se prodigaba como adalid de la 'Brunete mediática' americana, Bre Payton se hizo muy popular por el ardor y la mordacidad con que defendía los postulados más reaccionarios de la Administración Trump. Hace solo unos días, criticaba en su plataforma favorita, Fox News, la cobertura mediática de Melania Trump como «sexista», y la del presidente como «¡fake, fake, fake news!». Tenía solo 26 años y su fulgurante ascenso a la sombra de Trump le auguraba un futuro brillante. Por eso, su muerte repentina ha conmocionado a la sociedad estadounidense. Por eso, y por la causa de su fallecimiento, una virulenta gripe. El pasado jueves, su amiga Morgan Murtaugh encontró a Payton en su apartamento de San Diego, California, «inconsciente y apenas respirando». Aunque llamó inmediatamente a las emergencias, no pudieron estabilizarla y la joven falleció horas después.
Lo más triste del caso, como no han tardado en recordar sus detractores, es que Payton se ha convertido en una víctima de sus propias convicciones. Las redes sociales han rescatado un 'tuit' de la joven periodista en la que proclamaba, respondiendo a un llamamiento público a vacunarse contra la tos ferina: «¡Noooo! ¡Las vacunas son el demonio!». El mensaje, todo hay que decirlo, tiene la fecha de 2011, cuando Bre apenas contaba 19 años, pero lo cierto es que nunca se desdijo de él y en sus intervenciones públicas más recientes ha mantenido postulados en la misma línea. Hace menos de un mes, la joven argumentaba acaloradamente en contra de la sanidad universal y pedía el desmantelamiento de los tímidos avances en ese sentido que había supuesto el programa Obamacare de la Administración anterior.
«Existe una ironía inevitable, si no triste, en la forma en que murió, en que fuera tan mordaz y sarcástica sobre algo que definitivamente podría haber salvado su vida», señala James Schlarmann en su blog 'A Science Enthusiast'. «Esto no implica que la propia Payton no pudiera pagar su atención médica, pero hay millones de personas en este país que no tienen acceso a una sanidad asequible y que podrían morir por las mismas causas que Bre. Es realmente trágico que alguien haya fallecido antes de los 30 años, pero al menos tal vez se pueda aprender una lección aquí sobre cuánto cuesta pagar por su atrincheramiento ideológico».
El gran fraude En 1998 el médico británico Andrew Wakefield publicó en la revista 'The Lancet', sorteando todos los filtros científicos, un estudio en el que aseguraba que la vacuna triple vírica -contra el sarampión, la rubeola y las paperas- causaba autismo. Posteriormente se demostró que su investigación era un fraude que le permitió ganar una fortuna en negocios vinculados al miedo a las vacunas. Wakefield fue inhabilitado años después para la práctica de la medicina.
Una moda criminal Beneficiándose del apoyo irresponsable de estrellas del cine y la televisión como Jim Carrey y Oprah Winfrey, la teoría de Wakefield logró imponerse en amplios círculos alternativos de Estados Unidos y Reino Unido. Como consecuencia, las tasas de vacunación cayeron y se produjo un repunte de enfermedades prácticamente erradicadas en los países más desarrollados, como el sarampión.
89.780 muertes por sarampión se produjeron en el mundo en 2017, según la OMS. Antes de que se generalizara la vacuna en los años 80 se registraban 2,6 millones de fallecimientos al año. Con uno o dos fallecidos por cada mil niños infectados, esta es una de las principales causas de mortalidad infantil, a pesar de la eficacia de la vacuna.
El avance de los movimientos antivacunas en las sociedades más desarrolladas, con mensajes que desafían la evidencia científica, constituye un amenaza sanitaria de primer orden, como ha alertado la Organización Mundial de la Salud (OMS). La prueba está en el sarampión, una enfermedad muy contagiosa que puede causar, entre otras complicaciones, ceguera, encefalitis, sordera, neumonía, abortos y hasta la muerte de niños y adultos, pero perfectamente evitable gracias a los antígenos y que, de hecho, se encontraba en vías de erradicación.
Pues bien, apenas unos meses después de que la OMS anunciara la desaparición del sarampión en Reino Unido, al no registrarse ningún caso de contagio autóctono en tres años, varios brotes casi simultáneos obligaron a declarar la alerta sanitaria en el país, con una treintena de casos surgidos entre niños y jóvenes no vacunados. En la ciudad italiana de Bari, al menos ocho personas (cinco niños) contrajeron el sarampión en noviembre después de que se infectaran de una niña cuyos padres no quisieron que se vacunara. En ese país, donde cuatro personas murieron por esta enfermedad en 2017, la obligación de inmunizar a todos los niños en edad escolar ha sido derogada por el actual Gobierno e incluso el propio vicepresidente Matteo Salvani ha declarado públicamente que considera la vacunación obligatoria «inútil y en muchos casos peligrosa o incluso dañina».
Lo peor es que esta mentalidad conspiranoica no daña únicamente a los antivacunas y a sus hijos inocentes. Éstos son fácilmente infectados y se convierten en reservorios andantes de los virus, rompiéndose así la barrera edificada contra el contagio. Los especialistas calculan que si la cobertura vacunal cae por debajo del 95% de la población, existe el peligro de que la enfermedad se extienda. Incluso entre los vacunados.
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