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No busquen en la prensa china información sobre las vacaciones del presidente Xi Jinping. No la hay. La única indicación de que los líderes chinos veranean en agosto es su ausencia de los diarios y televisiones oficiales que, durante el resto del año, los tienen ... siempre en portada. Porque, a diferencia de lo que hace la mayoría de los mandatarios del resto del mundo, la cúpula del Partido Comunista no anuncia cuándo se toma un respiro. Ni durante cuánto tiempo. Ni dónde.
Para algunos analistas, esto se debe a la creencia de que, si son responsables, los líderes chinos no pueden descansar. Tienen que estar constantemente al servicio del Estado y trabajar, como se dice coloquialmente, como chinos. Por otro lado, tampoco es sorprendente esta falta de información, porque todo lo relacionado con el presidente del país más poblado del mundo está envuelto en misterio. Por ejemplo, no se conoce cómo es la residencia en la que vive –el complejo imperial de Zhongnanhai– con el detalle de la Casa Blanca, el Palacio de la Moncloa o Ajuria Enea.
No obstante, todo apunta a que Xi veranea en Beidaihe, la versión china del sol y playa. Situada a unos 280 kilómetros al este de Pekín, nadie compararía esta localidad con el paraíso, como sucede con otras al sur del país. De hecho, solo la visitan chinos y rusos muy necesitados de sol. Eso sí, cuenta con un complejo turístico de lujo con playas privadas que, durante la época estival, es tan infranqueable para el resto de mortales como la Ciudad Prohibida de las antiguas dinastías. Y el 'Diario del Pueblo' destaca un elemento importante: no hay tiburones.
Mao Zedong fue quien primero escapó allí del calor veraniego de Pekín, en 1953, y llegó a pasar cuatro meses en uno de sus chalets que todavía está en pie y que se mantiene vacío. Pronto se convirtió en una tradición rota únicamente por la Revolución Cultural (1966-76) y la posterior muerte del fundador de la República Popular. Deng Xiaoping regresó en 1984 a Beidaihe para vestir bañador y relajarse en la playa, pero sin que le diese el sol. Desde entonces, el complejo de edificios de corte occidental rodeados por una frondosa vegetación ha sido el retiro de los líderes chinos.
Mao Zedong Fue quien decidió establecer en Beidaihe una 'oficina de verano'. Con él viajaba gran parte de la cúpula del Partido Comunista, y la estancia podía alargarse hasta cuatro meses.
Hu Jintao El predecesor de Xi Jinping dejó Beidaihe como retiro estival durante los meses de julio y agosto.
Xi Jinping A pesar de que el actual presidente promueve un culto a su persona digno del propio Mao, no ha roto con la tradición de veranear en Beidaihe. Tampoco con la de hacerlo en secreto.
Pero, como no podía ser de otra forma, allí no solo meditan. Beidaihe también es el lugar elegido para celebrar reuniones secretas con otros miembros del Gobierno y con todo tipo de expertos. De hecho, es aquí donde los expertos creen que se cuece el Pleno del Comité Central del Partido Comunista, que se celebra en octubre y supone una de las principales citas políticas junto a la reunión anual de la Asamblea Nacional Popular de marzo. Según el historiador Zhang Lifan, Beidaihe es el único lugar en el que los políticos chinos pueden discutir los asuntos de estado sin la rigidez habitual de las reuniones oficiales chinas.
Entre chapuzón y chapuzón –mejor en la piscina que en las contaminadas aguas del mar de Bohai–, se pueden encontrar con diferentes personalidades y decidir el rumbo del país. Fue en Beidaihe donde, en 1958, Mao decidió duplicar la producción de acero y dar comienzo al fatídico Gran Salto Adelante, que dejó decenas de millones de muertos; las transiciones tranquilas de los últimos Ejecutivos también se han forjado en las playas con forma de luna creciente: de Jiang Zemin a Hu Jintao, y de Hu a Xi.
Generalmente, los líderes chinos comienzan a desplazarse a Beidaihe desde principios de julio. Primero llegan los de segunda fila. Cada uno tiene ya asignada su propia habitación y siempre utiliza la misma. El presidente, no obstante, suele viajar entre el 10 y el 20 de agosto. Las suyas son unas vacaciones breves, en consonancia con las del resto de ciudadanos, que disfrutan de entre 5 y 15 días de asueto anual pagados en función de su antigüedad en la empresa.
Este verano, Xi podrá relajarse en la playa sin grandes preocupaciones: se ha modificado la Constitución para que pueda gobernar de por vida, su plan para vertebrar el mundo dando la espalda a las potencias tradicionales ha sido muy bien recibido por los países en vías de desarrollo, y no parece que Corea del Norte vaya a volver a detonar bombas atómicas, al menos durante un tiempo, después de la cumbre que Kim Jong-un y Donald Trump celebraron en Singapur. A pesar de todo ello, no habrá foto de Xi en bañador o tomándose una caipiriña.
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