Durante la infancia, no nos preguntamos de qué viven las personas. Pronto, eso sí, conocemos en qué trabajan nuestros progenitores y, lo que es aún más impactante -el gran chasco-, seremos conscientes de que normalmente hay que trabajar para poder salir adelante. Con el tiempo, ... empiezan a interesarnos también las ocupaciones de los padres y las madres de nuestros amigos; pero no es hasta la edad adulta, en mi opinión, cuando necesitamos saber de qué viven los pueblos que visitamos, las comarcas. ¿Del vino? ¿Del aceite? ¿De una fábrica de galletas? ¿Del aprovechamiento de los montes? ¿Del turismo?

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Para responder a esas cuestiones, podemos conversar con los vecinos o revisar -ya si el interés es extraordinario- datos socioeconómicos. Curiosamente, en mi pueblo se ha abierto una nueva vía de conocimiento: visitar una administración de lotería. De cara a la Navidad y de manera muy madrugadora, los dueños de esa administración han decorado ya, con un despliegue sobresaliente, la puerta de su negocio, que ahora parece la entrada de un parque temático. Entre otras atracciones, que ocupan parte de la calle, hay un colorista panel con señales indicadoras que recuerdan a esas que en los chiringuitos de playa señalan a Tarifa, Ibiza o Honolulú. En este caso, lo que se lee es a quiénes pertenecen los números a la venta.

«A menudo nos quedamos con la sensación de que nos están vendiendo intereses»

Entre esos clientes figuran, ocho fábricas, dos sindicatos, asociaciones de jubilados de tres empresas, un partido político, el Ayuntamiento, Osakidetza, un supermercado, un medio de comunicación, un colegio, un banco, una asociación de mujeres, una coral, un txoko, una cuadrilla de fiestas y un club taurino. Más o menos, cualquiera que entre por la avenida principal y se fije en esos carteles podrá intuir cuál es el tejido socioeconómico de la localidad.

Seguro que la administración de lotería lo único que quería era hacer atractivo su negocio, pero sin pretenderlo ha ofrecido un servicio informativo. En cambio, creo que a veces sucede justo lo contrario: a pesar de que organismos muy serios nos presentan elaborados datos socioeconómicos para, en principio, informarnos de la coyuntura socioeconómica, a menudo, nos quedamos con la sensación de que, en realidad, nos están vendiendo sus intereses y justificando ciertas decisiones. Es algo que muchos sentimos en la crisis de 2008 a 2014, y que, lamentablemente, volvemos ahora a recordar. Yo prefiero que me vendan ilusiones a que me vendan motos.

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