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«¿Cuántos vatios consume un secador de pelo?», preguntó ayer la geóloga colombiana Adriana Ocampo (Barranquilla, 1955) a los universitarios que asistieron a su charla sobre la exploración de Plutón y el Cinturón de Kuiper en la Escuela de Ingeniería de Bilbao, invitada por el ... Aula EspaZio Gela. «Unos 1.200 –respondió ella misma–. ¿Saben cuánto consume 'New Horizons' con todo su instrumental? 100». Esa nave, impulsada por energía nuclear, tardó 9 años en llegar a Plutón. Partió de la Tierra con tecnología punta que ya no lo es, pero con la que ha hecho hallazgos extraordinarios. «Un teléfono celular actual tiene una tecnología más avanzada que la 'New Horizons'», explicó ayer a los futuros ingenieros la directora del Programa Nuevas Fronteras de la NASA.
– ¿Qué es Nuevas Fronteras?
– Es un programa que consiste ahora en tres misiones: 'New Horizons', que sobrevoló Plutón; 'Juno', que orbita Júpiter; y 'OSIRIS-REx', que va a traer a la Tierra una muestra del asteroide Bennu. En agosto elegiremos la cuarta, que puede ser traer una muestra de un cometa o mandar un helicóptero a Titán. El presupuesto de cada una de las misiones supera los mil millones de dólares.
– ¿Para qué hay que ir tan lejos?
– Aunque no seamos conscientes de ello, usamos la tecnología espacial habitualmente. Si no hubiéramos salido nunca al espacio, no dispondríamos de más del 70% de las cosas que usamos. Cosas como los teléfonos móviles, la resonancia magnética, los materiales ignífugos...
– Se suele decir que los dinosaurios se extinguieron porque no tenían programa espacial.
– Ja, ja, ja... Sí. ¿Vamos a ser nosotros más inteligentes? Pienso que sí. Ya tenemos una misión, 'DART', para redireccionar un asteroide. Será un ensayo para cuando uno se dirija hacia la Tierra. Porque la cuestión no es si va a volver a chocar un asteroide con la Tierra, sino cuándo.
– Ocurrirá tarde o temprano, ¿no?
– Sí. Por eso existe la misión 'OSIRIS-REx'. Bennu cruza la órbita de la Tierra una vez cada seis años. Es un asteroide muy oscuro, y su trayectoria cambia porque la energía solar le da empujones. Saber su composición y propiedades mecánicas hará que aprendamos cómo redireccionar un asteroide.
– Hace unas semanas, en una simulación, 200 ingenieros y científicos no lo consiguieron y un asteroide arrasó Nueva York.
– El factor tiempo es clave. Cuanto antes detectemos el objeto, más probabilidades tendremos de sobrevivir. Si lo desviáramos hacia el océano, puede que el efecto fuera menor. Esa es una de las lecciones de la extinción de hace 66 millones de años. El objeto que impactó en la península de Yucatán lo hizo en el lugar más letal del planeta. ¿Por qué? Porque allí el subsuelo está lleno de azufre e inyectó millones de toneladas de azufre en la atmósfera. La cambió instantáneamente. La opacó e hizo superácida. Murieron la plantas, los dinosaurios herbívoros se quedaron sin comida, y los carnívoros no tuvieron a los herbívoros para alimentarse.
– Si no hubiera pasado eso, no estaríamos aquí.
– Así es. Como suelo decir, tuvimos ayuda de las estrellas. Literalmente. Porque, en el mundo de los dinosaurios, los mamíferos éramos apenas unos roedores y, gracias a aquella extinción masiva, empezamos a competir en la biosfera y hemos llegado a ser lo que somos hoy en día.
– Usted descubrió en 1988 en Chicxulub, Yucatán, el cráter que abrió aquel asteroide.
– Sí. Luis y Walter Álvarez, padre e hijo de origen asturiano, fueron los primeros en proponer que un asteroide causó a finales del Cretácico la extinción de más del 50% de las especies. Creían que había impactado en el océano y que por eso no se podía ver el cráter. Usando imágenes del satélite 'Ladsat', yo vi el anillo de cenotes que lo delimita.
– ¿Los cenotes son la huella de aquel tremendo impacto?
– La única en la superficie. El cráter está un kilómetro bajo tierra.
– ¿Qué se siente cuando se encuentra la herida abierta por el asesino de los dinosaurios?
– Es algo extraordinario. Es el momento ajá. Tienes un sentimiento de iluminación.
– Volvamos al espacio. ¿Conquistaremos otros mundos?
– Vamos a ser no solo una especie interplanetaria, sino también interestelar. Si somos lo suficiente inteligentes, llegaremos a ser interestelares. Interplanetarios, no me cabe duda. En las próximas décadas el ser humano va a pisar no solo en la Luna, sino también Marte. Interestelares...
– Las distancias entre estrellas son enormes, exigen años viajando a la velocidad de la luz.
– Hay que descubrir nuevas formas de propulsión. Por eso les retaba antes a los estudiantes, porque las mentes jóvenes son las que pueden innovar. Ojalá que una de ellas dé con una nueva forma de viajar por el espacio, a lo mejor usando campos gravitacionales, la fuerza magnética... Necesitamos las bases físicas, la teoría, y la ingeniería, la magia aplicada.
– Ha habido muchas futuras ingenieras escuchándola. ¿La mujer está muy presente en la conquista del espacio?
– Definitivamente. Ahora el reto para la agencia es darle más protagonismo aún. Jim Bridenstine, el administrador general de la NASA, ha dicho que la próxima huella que se dejará en la Luna será de una mujer. Y lo mismo pasará en Marte.
– ¿Ve factible que el ser humano vuelva a la Luna en 2024, como ha anunciado Donald Trump, cuando no hay ni siquiera un cohete?
– Los lanzadores van bien. El Falcon Heavy ya ha hecho un primer lanzamiento exitoso. Obviamente, una cosa son las misiones robóticas, en las que estamos hablando de 2024, y otra las tripuladas. Nunca hemos dejado de ir a la Luna. Nuestros satélites han estado orbitándola continuamente. Sabemos dónde ir porque hay grandes cantidades de agua, a la cuenca de Aitken, el cráter de impacto más grande del Sistema Solar, que está en el polo sur.
– ¿Pero habrá humanos en la Luna dentro cinco años?
– Habrá una infraestructura robótica y, hacia 2030, humanos. Y volveremos para quedarnos y tener una estación permanente, como hicimos en la Antártida, que es un excelente ejemplo de cooperación científica internacional.
– Y el lugar más aislado del mundo.
– Sí. Es un muy buen escenario para practicar las técnicas a usar en la Luna.
Nació en Barranquilla (Colombia), creció en Argentina y en su adolescencia la familia se trasladó a California. Ayer llegó con su madre a la tierra de sus antepasados (su segundo apellido es Uria).
– Cuando nació no nos habíamos despegado de la Tierra y ahora dirige misiones a los mundos más distantes del Sistema Solar.
– Con perseverancia y enfoque, los sueños pueden hacerse realidad. En la terraza de mi casa de Argentina, soñaba con aquellos puntos blancos del cielo y vi el alunizaje, que parecía algo mágico...
– ¿Le marcó?
– Claro. Soy una descendiente de las misiones Apolo. Inspiraron a una generación. Yo tuve la suerte de ser una de las niñas Apolo que llegaron al final.
– ¿Nunca ha tenido ganas...
– ... de volar al espacio? Sí, por supuesto. Me presenté candidata a astronauta varias veces.
– ¿En serio?
– Sí. No lo conseguí, pero he tenido la suerte de participar en la exploración espacial. En el último grupo de especialistas de misión seleccionados por la NASA –no se les llama astronautas hasta que vuelan–, la mitad son mujeres. Cuando yo aspiré, todavía no tenía el doctorado y creo que eso fue un fallo.
– ¿Le gustaría viajar a Marte?
– Sí, sí. Me encantaría ver la Tierra desde el espacio, el punto azul palido del que hablaba Carl Sagan. El 'Apolo 8' nos brindó la maravillosa imagen de la Tierra saliendo por el horizonte lunar. Ver la Tierra por primera vez así fue algo que nos hizo pensar.
– ¿Encontraremos vida extraterrestres en el Sistema Solar?
– Pronto vamos a descubrirla a nivel molecular, presente o pasada, en Europa, Encélado, Titán o Marte.
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