Borrar
Unamuno en Salamanca. manuel ángel laya
Unamuno, acto final

Unamuno, acto final

Un recorrido por los escenarios de sus últimos meses de vida de la mano de su nieto Pablo, mientras los cines aguardan el estreno del filme de Amenábar sobre el filósofo

Sábado, 7 de septiembre 2019, 23:47

Salamanca, lunes, 12 de octubre de 1936, primera hora de la tarde. Miguel de Unamuno sale de su casa del número 4 de la calle Bordadores y camina hasta el casino, muy cerca de la plaza Mayor. Cruza el amplio salón central de la sede ... de esa entidad de la que fue elegido presidente días antes de tener que salir hacia su destierro -han pasado doce años desde entonces- y se dirige a su mesa de siempre, situada junto a una cristalera que da a la calle Zamora. En ese momento, algunos abucheos se imponen sobre los murmullos que se han desatado con su llegada. «Desde la balaustrada del primer piso, alguien gritó '¡Buque a la vista!', como para dar a entender que había llegado el enemigo», explica en el mismo lugar de los hechos Pablo Unamuno, el nieto más joven del escritor y el único de los nueve que aún viven que reside en la ciudad. La tensión va en aumento y alguien llama a Rafael, el octavo de sus nueve hijos, para que se lo lleve a casa. «Un directivo del casino les sugiere que abandonen el edificio por la puerta de atrás, que da a la plaza de la Libertad, pero mi abuelo dice que él no piensa salir por una puerta distinta a la que había usado para entrar». Y por ella se marcha para regresar a su hogar triste de viudo, colindante con un bello inmueble de piedra de siniestro nombre: la Casa de las Muertes. «Apenas volvió a salir a la calle. Vivió un confinamiento de hecho porque siempre había alguien en la puerta vigilando, con la orden estricta de no dejarlo subir a un coche». Fueron los 80 días más amargos de su vida, los posteriores al final de la película de Alejandro Amenábar. Este periódico ha recorrido acompañado por su nieto los escasos escenarios de su biografía en sus dos meses y medio finales, del paraninfo de la Universidad donde protagoniza su último acto público, al cementerio. Es el decorado en el que se mueve el Unamuno postrero; un Unamuno amargado, perplejo y que se va cargando de razones en sus críticas a unos militares rebeldes a quienes apoyó en los primeros días del golpe de Estado.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Unamuno, acto final