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«Mira, aquí está hasta el cepillo de plata de cuando eran bebés». Lo coge un segundo, se sonríe y lo vuelve a meter a la caja... junto con otros trece peines. No usarán todos porque son solo cinco personas en casa. Así que también sobran varios cepillos de dientes, que hay once. «Solo el pequeño tiene cuatro y eso que se lava una vez al día y gracias». La reflexión le lleva enseguida a Isabel Morejón a tomar una decisión: dejar uno en el baño, guardar otro en el neceser de viaje y tirar los otros dos. Por ahí se empieza, por tirar lo que no sirve. Y del armario del mediano (Isabel tiene tres hijos, de 17, 15 y 7 años) salen bolsas y bolsas: mochilas que nadie usa, una guitarra de cartón, la espada de un disfraz, media docena de mandos a distancia a saber de qué aparatos... «El otro día andaba buscando esta chaquetita del disfraz de vaquero y mira por dónde aparece. Eso sí, del salvacolchón ni rastro y llevo desde el verano buscándolo».
Quizá cuando acaben de organizar la casa asome por ahí... Aunque hay tarea para un rato. Se pone al frente Arantza Olasagarre, una vizcaína que hace tres meses puso en marcha Inorden, una pequeña empresa dedicada a la organización de espacios. «Estaba en el paro y me apunté a un programa de emprendedores de la Diputación. No sabía qué tipo de negocio emprender y entonces un día leí en una revista que eso de organizar armarios, baños, etc era una profesión. '¡Pero si eso me sale a mí solo!', pensé. Llevo doce mudanzas a cuestas y siempre he sido 'mari ordenadita'».
Con su casa más que lista, Arantza se dedica a poner orden en hogares ajenos. Y esa tarde se afana en el piso de Isabel, una amplia vivienda situada en el centro de Bilbao donde viven la pareja con sus tres hijos. Lo más urgente es ordenar el armario de Asier, el mediano. «Tiene un espacio grande donde cabe de todo pero está muy desaprovechado, así que lo primero es sacar todo y clasificar lo que sirve y lo que no». Le ayuda Asier y mientras vacían el armario van desechando prendas: 'Esta chaqueta se me ha quedado pequeña', 'este chubasquero ya no me lo pongo', 'eso mejor preguntar a mi hermano por si acaso porque es suyo'... Apartan la mitad de las cosas: «Se lleva muchos años con el pequeño, así que no vamos a poder reutilizar mucha ropa, la donaremos», resuelve la madre. «Normalmente el 50% de la ropa no la usamos, porque no nos vale, está vieja... pero nos resistimos a tirarla», calcula Arantza.
Además de deshacerse de prendas, Arantza va a dar la vuelta al armario. «Hay dos zonas de perchas y él tiene todo lo que usa abajo, que es la parte más incómoda. La más accesible, sin embargo, la tiene llena de mochilas. Así que lo haremos al revés». Asier suministra perchas nuevas y Arantza va colgando. «Las chaquetas más gruesas contra la pared del armario y todas las prendas cerradas por la parte de arriba, aunque sea el primer botón, que si no se deforman. Las perchas se colocan como si se fuera a pescar, con el gancho para adentro».
- ¿Los pantalones colgados o doblados?
- Mejor colgados y siempre doblados con el 'culo' hacia afuera. Uno en cada percha, dos como mucho pero solo si son del mismo tono.
Empieza Arantza por las prendas de colores oscuros y acaba por las claras. «Es la manera más rápida de encontrar la ropa que buscamos, esa camisa azul, el pantalón marrón...». Las camisetas también las cuelga, aunque en este caso Asier las prefiere en baldas. «Hay que doblarlas bien -como hacen en las tiendas- y no poner muchas encima porque se arrugan. Una solución para evitar que se marquen los dobleces es guardarlas en vertical en un cajón, una al lado de otra, además así se ven todas y no hay que retirar una montaña de nikis para coger el de abajo».
Como el armario de Asier es grande, tras la selección de prendas y mochilas a conservar, queda mucho espacio libre. «Los zapatos siempre es mejor que vayan fuera del armario, pero si no hay remedio se pueden guardar dentro, siempre en la parte de abajo, con unas baldas».
- ¿Y los altillos?
- Las zonas altas de los armarios es donde la gente 'lanza' prendas que no usa. Pero son muy útiles para retirar la ropa de cama de invierno, por ejemplo. Los edredones y mantas es conveniente meterlos en unas bolsas al vacío porque así no ocupan nada. Y a los recovecos y a las esquinas de los armarios, especialmente de los empotrados, también hay que saber darles uso. En estos huecos, que la mayor parte de las veces están vacíos, se pueden poner balditas y meter cosas pequeñas: cinturones, corbatas...
Pese a que el armario de Asier es enorme, como han hecho mucha limpieza en hora y media está acabado. Y Arantza pasa al baño. La casa tiene dos aseos pero los padres y los tres hijos usan el mismo, así que allí hay botes de todo tipo. Arantza resuelve empezar tirando lo que no se usa para, a continuación, meter en organizadores -cajitas de diferentes tamaños y materiales- los elementos de aseo de cada uno, separados para que los encuentren bien y con el nombre puesto. «Las etiquetas son muy útiles, especialmente cuando en las casas hay contratada una persona para limpiar, es la manera de que sepa dónde meter las cosas». Las toallas, que asoman dobladas debajo de la pila, las deja en el mismo sitio pero dobladas en rollo y en vertical para que sean más fáciles de coger.
Con el orden del baño acaba Arantza en la casa de Isabel, pero también hacen salones y cocinas. «Las librerías son un espacio al que la gente no presta atención, pero es fundamental tener bien ordenados los libros. Más que por tamaños, hay que clasificarlos por temas: de historia, novelas, cuentos infantiles, diccionarios, volúmenes de viajes...».
- Y en la cocina, ¿algún truco?
- Siempre ir a lo cómodo. Cazuelas y sartenes preferiblemente en los armarios bajos que estén pegados la vitrocerámica. Las bolsas del supermercado que se almacenan en los armarios hay que meterlas en unos saquitos super prácticos que llevan una perchita, ocupan muy poco y tienen un orificio por donde se van sacando de una en una sin tirar todas. Dentro de la nevera el orden es sencillo porque casi te lo marca el propio electrodoméstico, pero un error muy habitual es guardar las sobras de las comidas tapadas con un plato. No debe hacerse así porque se secan, se oxidan y cogen olores, siempre hay que cerrarlas con un papel transparente.
Todas estas pautas las comparten con sus clientes los organizadores de espacios profesionales como Arantza, asociados en el colectivo nacional Aope, y que incluye a personas de Madrid, Barcelona, La Coruña, Bizkaia... Por todo el territorio trabaja Arantza, que tiene unos honorarios de unos 40 euros la hora. Otro presupuesto tienen las mudanzas, uno de los servicios más solicitados. «Hacemos todo, empaquetar las cosas de la antigua vivienda y desempaquetar y ordenar en la nueva».
- ¿Somos muy desordenados?
- Este servicio no es tanto para gente desordenada, sino para personas que no tienen tiempo, que tienen trabajo, niños... y un día se encuentran con que no saben ni dónde tienen las cosas.
Le pasaba eso mismo a Asier, hasta que llegó a Arantza para ponerle el armario patas arriba. Por cierto, también organiza trasteros, pero eso daría para otro reportaje «porque eso sí que son auténticos agujeros negros».
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