IMANOL LIZASOAIN
Sábado, 20 de febrero 2021, 15:58
«Qué felices seríamos si solo trabajásemos 4 días a la semana». «Ojalá terminase la semana hoy jueves». Son algunas de las frases que más se pueden escuchar en los típicos corrillos de diferentes empresas cuando los trabajadores se toman su descanso saboreando un ... café. Pues bien, esa utopía laboral podría estar más cerca de lo que imaginamos.
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El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, desveló el pasado mes de diciembre que el Ministerio de Trabajo, pilotado por Yolanda Díaz, ya estaba estudiando su aplicación. Fue a comienzos de este mes cuando Iñigo Errejón, líder de Más País, cogió el testigo y logró un acuerdo con el Gobierno de coalición para la creación de un fondo de 50 millones de euros para ayudar a las empresas que quieran implantar la jornada laboral de 32 horas semanales de manera voluntaria.
El planteamiento pactado entre el político madrileño y la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, es poner en marcha esta medida para testar su eficacia. Más País defiende que el mantenimiento de una jornada laboral «artificialmente alta tiene efectos perversos en la segmentación del mercado de trabajo, donde actualmente conviven el desempleo estructural con jornadas laborales excesivas, que terminan resintiendo la salud laboral nacional». Por contra, las jornadas más cortas «intensifican el rendimiento y mejoran la productividad por hora trabajada». Además, tienen efectos ambientales «muy positivos, ya que posibilitarían pautas de consumo menos compulsivas y más sostenibles».
Según defiende Errejón, la riqueza no depende del número de horas trabajadas, sino de la calidad del trabajo y de las condiciones de los trabajadores. Durante un periodo de tres años, van a estudiar cómo funciona, además de acompañar en el proceso a las empresas y trabajadores implicados en este proyecto. Una vez pasado este tiempo de prueba, analizarán los resultados y estudiarán los beneficios de aplicación de la semana laboral de 4 días en todas las empresas.
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La posibilidad de reducir la semana laboral a cuatro días ya se encuentra sobre la mesa. Ya se pulsó en diciembre la opinión de varios expertos del ámbito laboral. Desde sindicatos hasta el Consejo de Relaciones Laborales, pasando por el Colegio Oficial de Graduados Sociales de Gipuzkoa. Así las cosas, Tomás Arrieta, presidente del CRL, aclaraba en primer lugar que esta iniciativa tenía muchas aristas y matices, y también que la propuesta presentada por los ministros de Unidas Podemos no parecía muy madurada. Asimismo, sostenía que si la productividad mejorara, se podría ganar lo mismo con menos horas de trabajo.
ELA y CC OO afirmaban que una de las fórmulas para repartir la riqueza radicaba en una reducción de jornada que no afectase a los salarios. Por último, Iñigo de la Peña, presidente del Colegio Oficial de Graduados Sociales de Gipuzkoa, resumía su opinión de forma directa y sentenciaba que la medida es complicada de implementar puesto que las empresas, en general, no están preparadas para ello, sobre todo las del ámbito industrial.
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La pandemia ha paralizado el tejido económico de la mayoría de los países. Es por ello que muchos estamentos económicos consideren ahora más prioritario preservar el empleo que abordar la instauración de una semana laboral reducida. Pero existen experiencias por los más diversos puntos de la geografía mundial que han tomado la delantera a pesar de la compleja situación que nos han tocado vivir.
Ponemos el foco en nuestro continente y bien abrigados nos dirigimos a los siempre avanzados países nórdicos. En 2016, el gobierno municipal de Reykjavik, la capital de Islandia, reveló los datos de un estudio efectuado a lo largo de un año en el que quiso reducir la jornada laboral de sus empleados en diversos estamentos del consistorio. Los resultados no fueron muy concluyentes. Ni los costes ni la productividad variaron, pese a permanecer los empleados menos tiempo sentados frente al ordenador.
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Suecia puso en práctica un experimento similar en las residencias de ancianos de Goteborg, la segunda ciudad más grande del país, reduciendola jornada diaria de ocho a seis horas sin reducción de salario. Durante los primeros 18 meses del ensayo, las enfermeras que trabajaban menos horas registraron menos bajas por enfermedad y aumentaron su productividad al organizar un 85% más de actividades para sus pacientes. Pese a unos resultados más que positivos, el Gobierno sueco sigue apostando por una semana laboral de 40 horas.
En Dinamarca, el ayuntamiento de Odsherred inició el pasado septiembre un proyecto piloto para los próximos tres años en el que se implantará la semana de cuatro días para sus 300 empleados. Los primeros resultados han sido tan satisfactorios que ya se plantean extenderlo a las guarderías municipales.
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¿Qué pensará Alemania de todo esto? ¿Exceso de comodidad o ganancia en calidad de vida? Los germanos forman una sociedad metódica y que se rige por unos parámetros muy marcados en el mundo laboral, pero no ven con malos ojos una reducción de las horas trabajadas, aunque con un 'pero'; la reducción correspondiente de salario. La primera propuesta partió en agosto pasado de parte de IG Metall, el mayor sindicato de Alemania y de la UE por número de afiliados, que anunció que llevaría la implantación de este sistema a la negociación de su próximo convenio colectivo.
El ministro de Trabajo alemán, Hubertus Heil, respaldó la propuesta sindical, asegurando que se necesitan ideas buenas y pragmáticas para superar la crisis juntos. Sin embargo, la patronal alemana rechazó la medida, señalando que no es el momento para aplicarla debido a que la economía alemana está sufriendo un enorme choque de productividad.
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¿Y si este nuevo modelo ayudase a un país a superar la crisis económica generada por la pandemia? Escocia ha sido el último país en 'subirse al carro' de la semana laboral de cuatro días después de que el Scottish National Party aprobase por 1.136 votos a favor y solo 70 en contra, incluir la implantación de la semana de cuatro días dentro de una reforma más amplia de las prácticas laborales, meses después de que su líder, la ministra principal de Escocia Nicola Sturgeon, hubiese pedido a las empresas que se sumasen a su implantación. El Gobierno autónomo escocés ha señalado que la semana de cuatro días es una de las medidas que forma parte de su estrategia para reflotar la economía tras la pandemia, señalando que, aunque no tienen las competencias para aplicar la medida, prevén hacerlo una vez que Escocia se convierta en un estado independiente tras la celebración de un segundo referéndum una vez que se consume el Brexit.
Pero, ¿es realmente posible establecer una semana laboral de tan solo cuatro días? ¿Qué países fuera del continente han puesto ya en marcha esta práctica? No son muchos, pero tampoco son pocos. Nos vamos de viaje hasta el continente asiático para aterrizar en Japón, una sociedad dedicada a la cultura laboral que llega a trabajar una media de 12 horas al día. Allí, algunas empresas ya han implementado la semana laboral de cuatro días, como las filiales de Yahoo y Microsoft; que han visto su productividad incrementada hasta un 40% en comparación con el mismo período en años anteriores. El Gobierno de la potencia asiática apoya estas fórmulas, pero siempre respetando la decisión de las empresas y de los empleados a la hora de ponerlas en marcha.
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A menos de 10.000 kilómetros del país nipón se encuentra Nueva Zelanda, uno de los países que más ha apostado por esta medida. Perpetual Guardian quiso probar en 2018 con esta semana laboral de tan solo cuatro días. El éxito fue total y decidió aplicarla para siempre. Los resultados no pudieron ser mejores: la productividad de sus empleados aumentó y estos se mostraron encantados al poder pasar más tiempo con sus familias.
Además, los datos relacionaron la reducción de la jornada laboral, sin reducir el sueldo, con un nivel mucho menor de estrés entre los 250 empleados de la firma. Asimismo, el pasado mayo, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, señaló que consideraba establecer una jornada laboral de cuatro días con el objetivo de promover el turismo doméstico y como medida para estimular la economía.
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La implantación de este nuevo modelo en nuestro territorio se antoja ciertamente complicado. La máquina-herramienta, sector medular para Euskadi y especialmente para Gipuzkoa, redujo su facturación el año pasado en un 21,4%, hasta los 1.277 millones de euros. De momento, trabajar cuatro días parece solo cosa de nórdicos.
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