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CARLOS BENITO
Martes, 28 de abril 2020, 00:54
Qué cosas, hace exactamente un año estábamos todos emplazados a salir de nuestras casas en algún momento del día y congregarnos en espacios cerrados, formando filas más o menos apretadas. En un par de metros, a lo mejor entrábamos cinco o seis. Es más, algunos ( ... la gente importante) remataban la operación estrechando la mano a cuatro o cinco personas en diez segundos, en lo que ahora nos parece una temeraria actividad de riesgo, como una ruleta rusa en la que ni siquiera sabemos cuántas balas hay en el cargador. El 28 de abril del año pasado era jornada electoral, la primera de las tres jornadas electorales que se sucedieron a lo largo del año, ese tipo de días quedan en las hemerotecas como si se hubiese abierto un paréntesis en la actividad humana para centrar todos nuestros quehaceres en el asunto de votar. Es uno de esos casos en los que las hemerotecas acaban resultando terriblemente incompletas, porque todos sabemos que aquel domingo del año pasado hicimos mucho más que depositar nuestra papeleta en una urna. Paseamos, tomamos vermús, quedamos con amigos, visitamos a familiares... Lo de ejercer el derecho al voto será, seguramente, lo que menos nostalgia nos dé de todo aquello, pero hasta eso podría llegar a parecernos un plan deseable ahora mismo, como signo de esa normalidad que tanto añoramos.
Hubo elecciones, ganó Pedro Sánchez y se desencadenó una febril actividad aritmética, para calcular las diversas posibilidades de que los resultados electorales desembocaran en la consiguiente formación de gobierno. Hay qué ver cómo ha envejecido la actualidad de aquel día. Quedará para el recuento histórico, como ocurre con todas las jornadas electorales, pero a la vez deja la sensación de haber sido una jornada lejanísima y desperdiciada, que no condujo a ninguna parte. Leer todas aquellas disquisiciones y contemplar aquellos pactómetros desde nuestro actual confinamiento inspira un pensamiento dominante: menos mal que, de vuelta del colegio electoral, aprovechamos para tomarnos un vermú o dos.
Las hemerotecas siempre dan la impresión de que la vida se paraliza durante una jornada electoral, pero ahora nos hemos vuelto expertos en vidas paralizadas y sabemos mejor que antes que eso no es verdad. La vida, en realidad, nunca se detiene, ni siquiera ahora, pero mucho menos por estar llamados a las urnas. Aquel día, por ejemplo, seguían las fiestas de Santurtzi, con sus luces y sus sombras: cinco personas resultaban heridas a navajazos en un 'after' a eso de las dos de la tarde (¿ya habrían cumplido con su deber cívico?) y un millar de dantzaris protagonizaban el alarde txiki que marcaba el inicio de la temporada. Hacía un tiempo espléndido, aunque para los del after siguiese siendo de noche. Ah, y EL CORREO publicaba un titular que hoy nos choca un poquito: 'El mundo solo mira a China por su dinero'.
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