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Javier Palomo
Lunes, 11 de septiembre 2023, 09:27
Marruecos ha sufrido uno de los peores seísmos de su historia. En la noche del viernes —a las 11.10 (hora local)— un temblor de magnitud 7 en la escala de Richter sacudió el país, dejando hasta el momento 2.122 muertos. La cifra de ... heridos aumenta a 2.421, incluidas 1.404 personas que se encuentran en estado crítico. La mayor parte en las zonas más rurales al suroeste de Marrakech.
El gobierno actualiza la cifra en varios intervalos temporales, según se suceden las operaciones de rescate y el conteo de víctimas. Cientos de personas se encuentran desaparecidas entre los escombros, lo que podría provocar que la próxima actualización de heridos y muertos aumente considerablemente. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay más de 300.000 personas afectadas por el terremoto. La mayor parte de los perjudicados han preferido dormir a la intemperie, en plazas o parques naturales, ya sea porque su hogar ya no existe o por miedo a las réplicas.
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En las próximas horas, el trabajo de los equipos de rescate será clave para salvar el mayor número de vidas posible. Se estima que una persona puede permanecer viva bajo los escombros entre tres y siete días. Si bien se han dado casos donde los supervivientes lograron aguantar con vida semanas en otros desastres similares —como un niño de 13 años que fue rescatado tras haber estado 182 horas bajo los escombros en Turquía—, han de darse una serie de condiciones favorables para que se obre el milagro de encontrar, pasados varios días, vida entre las ruinas. «El 25% de las víctimas de una catástrofe como esta se mueren en las primeras horas por heridas mortales. El resto son, por desgracia, personas que fallecen a partir de tres o cuatro días entre los restos de los edificios», detalla Martín Sosa, cirujano y médico de emergencias de Médicos Sin Fronteras.
Los días que una persona puede permanecer con vida bajo los escombros varían en función de varios factores que tienen que ver, sobre todo, con las condiciones en las que la víctima se encuentra. Es decir, el acceso a agua y alimentos; la temperatura y otras condiciones meteorológicas; el oxígeno y calidad del mismo, si tiene heridas o no y de qué gravedad son estas; así como el propio estado físico de la víctima o la posición en la que se encuentre atrapada.
En el caso de Marrakech, los principales peligros a los que se enfrentan las víctimas son las altas temperaturas, el nulo acceso al agua en las zonas rurales y el gran peso de las construcciones. «El peor escenario posible sería estar atrapado boca abajo, con una herida en el torso y al borde de la deshidratación», detalla el médico, ya que en esa situación, se produciría el síndrome del aplastamiento.
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«Al verse comprimido los músculos por un gran preso se produce isquemia (falta de riego sanguíneo) e inflamación, que pueden provocar la muerte del músculo y como efecto una muerte celular». La muerte celular hace que se liberen al torrente sanguíneo sustancias tóxicas, que pueden provocar una arritmia y después la muerte, señala Martín Sosa. El síndrome del aplastamiento se genera tras estar seis horas bajo esta posición y según avanzas las horas, «las probabilidades de supervivencia menguan drásticamente».
Otro aspecto esencial es la fortaleza mental del afectado, que deberá tratar de mantenerse sereno pese al momento chocante de verse entre la vida y la muerte. «Es fundamental que mantenga la calma, porque si sufriera un episodio de ansiedad, la persona comenzaría a respirar más rápido y consumiría antes el oxígeno», apunta el médico de emergencias. Por otro lado, la compañía aumenta las opciones de supervivencia. «Aquellos atrapados en pareja o en grupo curiosamente tienen más posibilidades de sobrevivir, porque se calman entre ellos y se dan esperanza», explica Sosa, cuestiones claves para la supervivencia en situaciones extremas.
Si se diera el caso de encontrar una víctima de un seísmo atrapado entre las ruinas, el cirujano advierte que uno no debe movilizarle en absoluto. «Podrías provocar que un objeto pesado se cayera sobre la persona, causando su muerte». Los pasos a seguir, según Sosa, serían los mismos que al presenciar «un accidente de coche»: Pedir ayuda a los equipos de rescate o profesionales sanitarios, calmar y acompañar al afectado y, muy importante, suministrarle agua si se tiene a mano.
La mayoría de los rescates exitosos suceden en las primeras 24 horas del desastre, pero ha habido casos en las que se han sacado de los escombros a personas con vida después de mucho más tiempo. Algunos servicios de rescate cesan los intentos cuando ha pasado una semana del desastre y se han acumulado dos días sin hallar vidas humanas. «No hay una norma escrita, pero a los siete días se deja de buscar porque la probabilidad de supervivencia es casi nula», lamenta Sosa.
Se estima que una persona puede permanecer viva bajo los escombros entre tres y siete días, aunque se han dado casos extraordinarios acompañados de condiciones favorables que se han elevado hasta las dos semanas. «Las personas jóvenes, como niños o adolescentes, suelen aguantar más debido a que no sufren patologías, y sus órganos vitales —como el corazón, hígado o riñón— se encuentran en las mejores condiciones posibles», apunta Sosa.
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