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El pasado mes de julio no solo fue el más cálido de los vividos en España desde que hay registros (1961), sino que también fue el más seco de los últimos 15 años, y no solo para nuestro país, sino para la mayor parte de ... la Europa occidental. A dos meses del cierre del año hidrológico en España, la reserva hídrica ha caído por debajo del 39,2%, según los últimos datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, del pasado día 9. En estos momentos los embalses acumulan 21.996 hectómetros cúbicos, 693 menos que la semana anterior y unos 5.000 menos que el mismo mes del año pasado.
Habría que remontarse 27 años atrás, hasta 1995, para encontrar lecturas tan preocupantes en el almacenamiento de los embalses. Los pantanos se están secando y, como sucede siempre que se atraviesan tiempos de «pertinaz sequía», en sus lechos vuelven a estar a la vista los restos de los pueblos que desaparecieron bajo sus aguas.
En la mayor parte de los casos, suele tratarse de ruinas de casas, más o menos evocadoras dependiendo de su estado de conservación, entre las que sobresale algún campanario especialmente vistoso. Como la célebre torre del pueblo de Rozas de Valdearroyo (Cantabria), en el embalse del Ebro, que atraía a tantos curiosos que se acabó habilitando una pasarela para facilitar las visitas.
Entre todo este gran catálogo de ruinas, ahora a la vista, también hay ejemplos sobresalientes, algunos incluso de categoría monumental. Presentamos seis ejemplos notables entre otros muchos, entre los que se podría destacar también el asentamiento prerromano de Castro Candaz (Chantada, Lugo), el pueblo de Mansilla de la Sierra (La Rioja) -cuyo pantano es de los que presenta todavía los registros menos preocupantes, al estar al 54,5% de su capacidad- y el puente antiguo de Boadella (Cataluña).
Bande | Orense
A principios de los años veinte del siglo pasado, el pionero de la arqueología en Galicia Florentino López Cuevillas empezó a excavar en el prometedor yacimiento romano de Aquis Querquennis, que era conocido popularmente como 'A cidá', la ciudad. Situado en la parroquia de Baños de Bande, a orillas del río Limia, resultó ser un espectacular campamento militar, que debía de estar relacionado con una de las vías romanas más importantes del noroeste peninsular, la XVIII.
Pero en 1949 todo aquello desapareció bajo las aguas del lago que se creaba tras la presa de 48 metros de alto y casi 170 metros de longitud del embalse de As Conchas, que fue inaugurado, cómo no, por Franco.
Los restos del asentamiento militar dejaron de ser un recuerdo doloroso para los arqueólogos gallegos cuando Fenosa permitió que se pudiera trabajar en ellos a partir de 1975, en los momentos en que el nivel del pantano los hacía accesibles. Las excavaciones de lo que es uno de los complejos arqueológicos más importantes de Galicia continúan, hoy en día, bajo la dirección de Santiago Ferrer Sierra.
La sequía de este año ha dejado a la vista el yacimiento en toda su extensión. Se trata de un campamento militar que fue construido y ocupado durante el siglo I, probablemente para supervisar desde él la construcción de la citada vía romana y para 'pacificar' el territorio. Cubre una extensión de 2,5 hectáreas y es casi un ejemplo ideal de este tipo de construcción, un gran recinto rectangular planeado sobre dos ejes principales perpendiculares -el cardo, orientado de Norte a Sur, y el decumano, de Este a Oeste-, protegido por una muralla y foso externo. En su centro está el cuartel general o 'principia', a su alrededor, distribuidos regularmente, los barracones de la tropa o 'strigia', divididos en 'contubernia', al fondo, la parte sagrada, con un templo, el hospital o 'valetudinarium'... Cerca del campamento hay además una 'mansio', una mansión viaria u hospedaje para viajeros, oficiales y funcioanrios de paso.
Cerca del conjunto arqueológico se encuentra el Centro de Interpretación Aquae Querquennae-Vía Nova, desde el que se ofrecen visitas guiadas al campamento. Poder visitarlo es uno de los pocos beneficios de la sequía.
Guadalperal | Cáceres
Suele ser citado a menudo como el 'Stonehenge español', aunque esto es un error, porque no se trata de un cromlech o gran círculo de piedras, sino de un dolmen, una construcción megalítica formada por grandes losas que solía estar cubierta por un túmulo y que cumplía la función de sepulcro colectivo.
El dolmen de Guadalperal, de entre finales del V y el III milenio a.C. y situado en la localidad cacereña de El Gordo, fue excavado por Hugo Obermaier en los años 20 del siglo pasado y cubierto por las aguas del embalse de Valdecañas, en el río Tajo, a partir de 1964, cuando se inauguró la infraestructura. Tras la sequía de 2019, que lo sacó a la luz, se iniciaron los trámites para protegerlo. Actualmente está declarado Bien de Interés Cultural.
Búbal | Huesca
Inaugurado en 1971, el pantano de Búbal, en el Valle de Tena (Huesca), embalsa las aguas del río Gállego, afluente del Ebro. El último trimestre (mayo, junio y julio) fue el más seco de toda la serie histórica de la cuenca del Aragón y el embalse está al 8% de su capacidad. Las ruinas del pueblo de Búbal están a la vista y entre ellas, los restos de un puente medieval.
Sau | Barcelona
La Diputación de Barcelona se ha visto obligada a regular los accesos al pantano de Sau, un pequeño embalse del río Ter, en el municipio de Vilanova de Sau. Como cada vez que escasea el agua y baja el nivel, el lugar se ha convertido en un atractivo turístico al que acuden cientos de personas, atraídas por la estampa de la antigua iglesia del pueblo de San Román de Sau, cuya nave es del siglo XII.
Aceredo | Orense
El pueblo fantasma de Aceredo, en Orense, ha vuelto a aflorar por el inusual nivel bajo de las aguas del embalse transfronterizo de Lindoso, limítrofe con Portugal y que tiene la presa, la de Alto Lindoso, situada en el país vecino. El pantano es de construcción relativamente reciente, apenas supera los 30 años, lo que explica el aspecto de estas ruinas, tan bien conservadas. Cuando fue abandonado, el pueblo contaba con 120 habitantes.
Portomarín | Lugo
Portomarín, en Lugo, en el Camino de Santiago y a orillas del río Miño, es uno de los lugares que mejor reflejan casi cada verano las consecuencias de la falta de agua durante la época estival. Se ven las ruinas del antiguo pueblo cubiertas por el embalse desde 1963. En este caso, sin embargo, la joya monumental de la localidad se salvó: la iglesia románica fortificada de San Juan fue trasladada piedra a piedra al pueblo actual para salvarla de las aguas.
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