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El primero fue un hombre de 57 años apellidado Choi. Se encontraba conduciendo el taxi con el que se ganaba la vida en Seúl, la capital de Corea del Sur, cuando el pasado 10 de diciembre paró frente al Parlamento, se roció con ... líquido inflamable y se prendió fuego dentro del propio vehículo. Aunque los bomberos y los servicios sanitarios llegaron en cuestión de minutos, no pudieron hacer nada por salvarle la vida. «Me sacrifico con la esperanza de que los taxistas podamos ganarnos la vida con dignidad», dejó escrito. Fue la forma que tuvo de protestar contra el servicio al estilo de Uber que había anunciado Kakao Mobility, una de las principales empresas tecnológicas del país y propietaria del chat KakaoTalk.
Desde entonces otros dos taxistas se han inmolado en sus coches para evitar que se ponga en marcha Kakao Carpool. El segundo, apellidado Lim, tenía 64 años y murió en enero horas después de ser trasladado al hospital. También dejó una nota de cuatro páginas en la que tachaba este servicio de coches compartidos de «ilegal» y exigía al Gobierno que rechace la licencia que Kakao ha tramitado.
No en vano, el artículo 81 de la Ley de Transporte de Pasajeros prohíbe el uso de vehículos privados con fines comerciales, razón por la que Uber está vetada aunque opera algún vehículo de forma irregular. La última inmolación la protagonizó el pasado lunes un hombre apellidado Kim que trató de suicidarse de la misma forma frente a la Asamblea Nacional. Afortunadamente, ha sobrevivido y las autoridades no temen por su vida a pesar de las graves quemaduras que ha sufrido.
Estas extremas formas de protesta, sumadas a las masivas manifestaciones que los taxistas surcoreanos protagonizan desde diciembre, han logrado retrasar de forma indefinida el servicio que Kakao diseñó después de adquirir Luxi, otra empresa dedicada al alquiler de vehículos con conductor, en febrero del año pasado. Aunque la tecnológica asegura que ha encontrado en la ley un resquicio que ampara sus ambiciones, y que solo utilizará los vehículos privados para complementar la oferta de taxis en hora punta, los taxistas consideran que el servicio integrado en la aplicación móvil es una amenaza para su forma de vida.
Sin duda, Uber y el creciente número de empresas que siguen su modelo de negocio no solo provocan polémica en Occidente. Buen ejemplo de ello es Asia, donde han nacido varios competidores locales que han vencido a la multinacional estadounidense en sus respectivos mercados. El caso más paradigmático es el de Didi Chuxing en China: después de fusionarse con su competidor chino, adquirió la fuerza suficiente como para destinar mil millones de dólares a la compra de la empresa local con la que operaba Uber en el gigante asiático y dejarla morir.
Ahora, Didi cuenta con un monopolio que se ha traducido en constantes protestas del gremio de taxistas, aunque a través de esta aplicación se pueden pedir tanto taxis oficiales como vehículos privados. La principal queja es el aumento de las comisiones que cobra la empresa por sus servicios y las triquiñuelas que emplea para entregar las carreras más jugosas a determinados conductores en detrimento de otros que no participan en algunos de sus programas o que se niegan a recoger pasajeros que se encuentran a más de kilómetro y medio de distancia.
La irrupción de la singapurense Grab y la indonesia Go Jek también ha puesto en pie de guerra a los taxistas del sudeste asiático. En algunos lugares turísticos, como Bali, los conductores incluso se han convertido en mafiosos que, apostados en cada esquina, identifican a los coches que trabajan para la aplicación y les intimidan para impedirles que hagan negocio, aunque eso suponga tener que echar mano de la violencia. Así, los conductores advierten a los clientes de que tienen que buscar un lugar poco concurrido para subirse o salir a la carretera a fin de evitar estas situaciones y continuar jugando al gato y al ratón. Carteles con '¡Fuera Grab!' también son habituales en algunas localidades de Filipinas, donde Grab también permite reservar tanto taxis públicos –al estilo de MyTaxi– como vehículos privados.
En India, sin embargo, parece que tanto Uber como su competidor local Ola conviven en relativa armonía. Por dos razones: en primer lugar, la segunda sirve para llamar a taxis, vehículos privados e incluso auto-rickshaws, los triciclos motorizados que han servido tradicionalmente de transporte público; en segundo lugar, la mayoría de las ciudades indias siempre se han caracterizado por una gran carencia de taxis y han sufrido constantes estafas por parte de sus conductores. Los usuarios de las 'app' agradecen que no haya necesidad de regatear por cada viaje y el aumento de la calidad en el servicio. El problema, afirman muchos, es que los precios son dinámicos y cambian constantemente. Son las leyes del capitalismo.
Didi Chuxing: La empresa china que se comió literalmente a Uber logró gestionar más de 10.000 millones de viajes el año pasado y es actualmente hegemónica en el gigante asiático.Ola: La competidora india del sector cuenta con más de un millón de conductores registrados, que completan una media de 1,5 millones de viajes diarios.Grab: Se ha ido extendiendo por todo el sudeste asiático desde Singapur y suma ya más de 36 millones de usuarios en una decena de países. Recientemente se ha aliado con la americana Lyft.Go Jek: Aunque nació en Indonesia para dar inicialmente servicio a mototaxis, ha ido expandiendo de forma imparable sus horizontes y suma ya coches, mensajería y hasta servicio a domicilio de comida.
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