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Sábado, 23 de junio 2018, 01:24
Con lo espabilados que son para tantas cosas, los japoneses no terminan de solucionar un problema que, a este lado del mundo, se observa con una mezcla exacta de expectación y tristeza. Por más que de vez en cuando algunos se lleven las manos a ... la cabeza, y hagan propósito de enmienda, su deseo de encontrar un mínimo equilibrio entre trabajo y vida personal no termina de cumplirse. Hace solo unos días, un funcionario fue castigado por escabullirse «habitualmente» de su escritorio unos minutos antes de lo debido para comprar una cajita de comida para llevar. El hombre de 64 años, empleado de la oficina de obras sanitarias en la ciudad occidental de Kobe, fue multado y reprendido cuando se descubrió que había dejado su mesa tres minutos antes del comienzo de su almuerzo, en 26 ocasiones, en un período de un mes.
Por si la escena le provoca sorpresa, solo tiene que esperar a conocer cómo sigue la historia para recordar hasta qué punto somos distintos. Nada más conocerse semejante ignominia, los altos funcionarios de la oficina en la que trabaja el osado caballero convocaron una conferencia de prensa televisada en la que, tras describir la conducta de su trabajador como «profundamente lamentable», se inclinaron en señal de disculpa.
Según parece, el hambre, o la irresponsabilidad (quién sabe), llevaba al trabajador a abandonar su puesto segundos antes del mediodía, el momento en el que podría haber dejado la oficina hasta la una de la tarde, sin levantar sospechas. Por si fuera poco con la multa y la reprimenda, fue imposible encontrar algo de clemencia en el Gobierno local, en donde tienen claro que el trabajador ha violado una ley de servicio público que requiere que los funcionarios se «concentren en sus trabajos».
Lo curioso de la noticia, de la que ha dado cuenta la agencia AFP, es que los medios locales informaron de lo sucedido semanas después de que los diputados nipones aprobaran una ley destinada a poner fin a esa costumbre de mantener jornadas de trabajo extremadamente largas y hacer horas extraordinarias sin descanso. En concreto, fue el mes pasado cuando la cámara baja aprobó un proyecto de ley que limita el tiempo extra a cien horas por mes. El objetivo, aseguran, es tratar de poner freno al 'karoshi', la manera en la que los japoneses llaman al exceso de trabajo, causa de muerte de un batallón de trabajadores cada año.
Aunque a este lado del globo no terminamos de acostumbrarnos a escuchar este tipo de historias, por más que hace tiempo las noticias de japoneses que pierden la vida reventados de trabajo se sucedan, en el país del sol naciente han tardado en reconocer que tenían un problema. El Gobierno se sintió obligado a poner el asunto sobre la mesa después de una importante protesta pública tras la muerte de Matsuri Takahashi, un empleado de 24 años del gigante de la publicidad Dentsu que se suicidó después de haber sido obligado a hacer más de cien horas extraordinarias al mes, incluyendo fines de semana.
Desde luego, saben que la cosa es grave. Ellos mismos reconocieron hace poco más de un año, en su primer libro blanco sobre 'karoshi', que uno de cada cinco empleados corría el riesgo de morir por exceso de trabajo.
'Karoshi' La muerte por estrés laboral es un peligro para la salud reconocido oficialmente por el Ministerio de Sanidad japonés desde 1987 y que consiste en el aumento de la tasa de mortalidad por complicaciones de salud, como derrames cerebrales o ataques al corazón, debido a un exceso de trabajo.
La primera víctima El primer caso conocido de 'karoshi' data de hace 49 años. En 1969, un empleado de una gran compañía de periódicos falleció de un ataque al corazón con 29 años después de pasar semanas trabajando sin parar y sin apenas dormir. Según el Consejo Nacional en Defensa de las Víctimas del Karoshi, pueden llegar a producirse 10.000 casos anuales.
Como cabe imaginar en la era 2.0, el caso de este buen hombre que osó abandonar su puesto tres minutos antes para comprarse la comida ha hecho hervir las redes sociales. Están quienes (posiblemente compañeros del señalado) afirman que el empleado de Kobe solo había dejado antes de tiempo su escritorio una vez a la semana, y quienes se preguntan si la regla se aplicaría a las personas que dejan su puesto para ir al retrete. Otros posan sus ojos sobre el alto directivo de la empresa que fue el responsable de dar la alarma cuando, mirando por la venta de su despacho, vio al señor caminando hacia un restaurante cercano que vende comida para llevar.
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