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Antonio Paniagua
Miércoles, 11 de julio 2018, 00:56
Ya existían etiquetas para identificar las prestaciones de un neumático o clasificar los vehículos en función de su eficiencia energética. A toda esta ristra de precintos pronto vendrán a sumarse otros que ayudarán al consumidor a discernir entre los muchos tipos de combustible que hay ... en el mercado. A partir del 12 de octubre de este año entrará en vigor una norma de etiquetado de los combustibles en toda la UE, que se aplicará también en Islandia, Liechtenstein, Noruega, Macedonia, Serbia, Suiza y Turquía. «Esto no es nada del otro mundo. Al principio había gasolina con y sin plomo, luego vinieron la súper y la normal, la de 95 y la de 98. Al final, siempre acabamos acostumbrándonos», dice Pedro Jiménez, trabajador de una estación de servicio al norte de Madrid, que lleva 28 años proveyendo de combustible a los conductores.
Optar entre gasolina y diésel es una disyuntiva propia de años pasados. Ahora hay un amplio surtido para llenar el depósito, como corresponde a un mercado en el que han hecho su aparición los vehículos híbridos, los eléctricos, los propulsados por pilas de hidrógeno, los que emplean licuado de petróleo (GLP) o los que funcionan con gas natural comprimido (GNC). Trece etiquetas distintas aluden a los diferentes tipos de combustible.
Cuando llegue este invierno, cualquier vehículo, desde los ciclomotores a los turismos, pasando por los autocares y motos, habrán de incluir los nuevos identificadores. La medida viene determinada por el uso de biocombustibles, aquellos que emplean desechos metabólicos, extraídos del azúcar, el trigo, el maíz o las semillas oleaginosas, para mezclarse con el carburante y reducir así las emisiones de dióxido de carbono.
Gasolinas La etiqueta que se utilizará para la gasolina tiene un círculo y en su interior una letra E acompañada de números. La E designa los biocomponentes específicos presentes en la gasolina. Serán la E5, E10 y E85.
Gasóleos Las de gasóleo estarán formadas por un cuadrado con una letra B acompañada de números. La B designa los componentes específicos del biodiésel presentes en el gasóleo. Estarán las etiquetas B7 y B10. Además, existirá también la XTL, que significa diésel parafínico o sintético, que no deriva del crudo del petróleo.
Gases licuados Mientras, las etiquetas utilizadas para los combustibles gaseosos serán en forma de rombo, con las letras que designan a cada uno de los combustibles en su interior: H2 (hidrógeno), CNG (gas natural comprimido), LGP (gas licuado del petróleo) y LNG (gas natural licuado).
Vehículos afectados Todos los nuevos ciclomotores, motocicletas, triciclos, cuatriciclos, turismos, vehículos comerciales ligeros y pesados, autobuses y autocares. En principio, todos los coches anteriores al 12 de octubre no están obligadas a disponer de estas etiquetas.
Vehículos eléctricos Deben tener la nueva etiqueta. Si el vehículo es híbrido, tiene que repostar el combustible apropiado, por eso ha de tener en cuenta el etiquetado. Actualmente, se están diseñando un conjunto de etiquetas similares para los vehículos eléctricos de baterías y su infraestructura de recarga.
En cuestión de días, el consumidor habrá de familiarizarse con las nuevas inscripciones. Las gasolinas se identificarán con nombres como E5, E10 o E85; el diésel llevará denominaciones como B7, B10 o XTL y los gases se diversificarán en H2, CNG o LPG. Los coches que se fabriquen a partir de octubre incorporarán obligatoriamente las nuevas etiquetas en el tapón de llenado o la tapa del depósito. También estarán presentes en surtidores y en las bocas de las mangueras, al igual que en los concesionarios.
Así las cosas, cuando los conductores se acerquen a una gasolinera y abran el tapón del depósito de combustible, se encontrarán con un identificador que será visible tanto en el vehículo como en el surtidor, lo que brinda una guía sobre el carburante que es compatible con el coche. La nueva señalización es una herramienta para orientar a los consumidores y de este modo verificar que se ha seleccionado el producto apropiado para el vehículo. «Me parece algo útil, porque aún hay gente que se equivoca y rellena el depósito con gasoil en vez de gasolina, y al revés. Es más habitual de lo que se cree, y ese error puede provocar averías en el motor muy serias, porque se contaminan las bombas y los inyectores», informa Andrés López, empleado de la gasolinera donde trabaja Jiménez.
De acuerdo con la normativa, que surge de la transposición de una directiva de la UE, la gasolina irá acompañada de un círculo y el gasóleo se identifica con un cuadrado. Y a todo esto, ¿cómo se han de interpretar las insignias? Si el consumidor se topa con la leyenda E5, habrá de entender que se trata de etanol y que el carburante tiene en su composición un 5% de este alcohol. De la misma manera, el cliente que se encuentre con la inscripción B7 ha de entender que el carburante está dotado de un 7% de biodiésel.
Trece modalidades A partir del 12 de octubre de este año entrará en vigor una norma de etiquetado de los combustibles en toda la UE. Trece nuevas etiquetas señalizarán los carburantes.
Evitar errores La aparición de biocombustibles y vehículos híbridos, eléctricos, de hidrógeno, los que emplean licuado de petróleo (GLP) o los que se funcionan con gas natural comprimido (GNC) complican la elección del conductor cuando se planta frente a un surtidor. El objetivo de la directiva comunitaria es evitar errores, de modo que el usuario pueda elegir el combustible apropiado. El identificador irá en el tapón de llenado o la tapa del depósito de combustible y en los manuales del coche. También han de figurar en los concesionarios.
12.000 millones de litros anuales de etanol elabora Francia, que acapara el 26% de la producción continental. Los cultivos de cereales y remolacha para este fin abarcan 300.000 hectáreas e involucran a 50.000 agricultores. Los biocombustibles, sin embargo, están en entredicho. Su uso desprende menos contaminantes, pero su producción genera una factura medioambiental onerosa. Además, los cultivos de colza, palma y trigo producen además distorsiones en el mercado de alimentos. Greenpeace asegura que sus costes son «insostenibles».
En la actualidad se está preparando una norma para las etiquetas aplicables a los vehículos eléctricos y sus puntos de recarga, aunque por ahora no hay nada concluido. A las autoridades del Reino Unido les toca sopesar ahora si les conviene asumir las nuevas normas una vez que el país está inmerso en el proceso del 'Brexit'. Eso sí, los vehículos que entren en el país irán equipados con etiquetas, ya que así está previsto que salgan de las fábricas.
En Francia, la gasolina con etanol se vende más que la convencional. El país vecino es el mayor productor europeo de bioetanol, con 12.000 millones de litros anuales, lo que representa el 26% de la producción continental. Los cultivos de cereales y remolacha para este fin abarcan 300.000 hectáreas e involucran a 50.000 agricultores.
A Javier Rodríguez, transportista autónomo, le trae al pairo el cambio de denominación. Lo que le preocupa es el alza de precios de combustible, algo que le está «haciendo polvo». «El otro día reposté en Francia y me salió el litro a 1,54 euros. Siempre evito llenar el depósito fuera de España porque el sablazo es importante. Y lo peor es que yo no puedo repercutir el incremento de precios al servicio», apunta.
Recurrir a los alimentos para fabricar combustibles es objeto de una agria controversia. Sus detractores alegan que en realidad no reducen tanto como se piensa la emisión de CO2. Es verdad, dicen, que a priori son menos contaminantes desde el momento de su uso, pero, si se tiene en cuenta la cadena completa de producción y la deforestación que conlleva, la factura medioambiental es onerosa. Greenpeace tilda de «insostenibles» los biocombustibles elaborados con palma y soja, dado que comportan la destrucción de «ecosistemas valiosos».
De hecho, la UE ha acordado limitar el uso de biocarburantes que proceden de cultivos alimentarios como la colza, la palma o el trigo por el importante impacto que están teniendo sobre el precio de los alimentos. Por añadidura, los biocombustibles procuran una menor energía que los carburantes fósiles a cantidades iguales. Por todo ello, se necesita mucha más materia prima para igualar los niveles.
El mercado ha entonado la oración fúnebre por el diésel. Una decena de marcas ya han anunciado que dejarán de fabricar este tipo de motor. Y tiene su razón de ser: cada vez son más las ciudades que piensan prohibir o restringir el uso de vehículos de este tipo por el centro urbano. Lexus fue la primera que descartó montar coches diésel, iniciativa que ha sido secundada por su matriz, Toyota, y otras firmas como Volvo, Renault y Fiat. La caída de las matriculaciones de los vehículos propulsados por gasoil ha sido tan acusada que ha pillado desprevenida a la industria. Entre enero y junio de este año se han matriculado 735.000 turismos, de los que sólo el 37% son diésel, 13 puntos menos que hace un año. En cambio, los movidos por gasolina suponen ya el 57,2%.
Los motores de gasoil, aunque emiten menos CO2 que los de gasolina, arrojan a la atmósfera dióxido de nitrógeno y partículas no quemadas que quedan en suspensión, dos circunstancias que les han colocado en el punto de mira de unas autoridades cada vez más sensibles a velar por la limpieza del aire. Hamburgo ya ha vetado el tránsito de los coches diésel más tóxicos en dos importantes arterias de la ciudad. Un precedente que tenderá a ser emulado por otras urbes. En Madrid, la alcaldesa, Manuela Carmena, quiere poner en marcha un plan con el que impedirá circular por el término municipal a los vehículos de gasolinamatriculados antes del año 2000 y a los diésel vendidos antes de 2006. Barcelona ha anunciado una medida del mismo estilo. Así, a partir del 1 de enero de 2019, quedará proscrita la circulación de coches con más de veinte años por el centro de la ciudad. París, México, Oslo y China caminan en la misma dirección.
Hace años, siete de cada diez coches nuevos estaban propulsados por gasóleo, una tendencia que se empieza a invertir. Si bien los diésel eran más caros que los de gasolina, llenar el depósito costaba al consumidor un tercio menos. Por añadidura, con el mismo combustible se recorría un 25% más de kilómetros. La política de incentivos al diésel venía de Bruselas, que alentó su fabricación creyendo que así se combatía el cambio climático. Nada más lejos de la realidad, porque los automóviles de gasóleo exigen procesos de refinería más intensivos y los motores pesan más. Desde que, en septiembre de 2015, Volkswagen admitió que había engañado en las emisiones contaminantes de unos once millones de vehículos, el 'dieselgate' no ha dejado seguir un camino errático. El diésel ha perdido atractivo también ante la posible retirada de las ventajas fiscales. El nuevo Ministerio para la Transición Ecológica plantea una reforma de estas características, aunque aún no hay nada concretado.
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