Cuando surge el valor en mitad del caos: los héroes de la tragedia
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La catástrofe deja historias de solidaridad, reencuentros de víctimas con sus familiares y rescates heroicos que realizan vecinos, tractoristas, agentes o bomberosJavier Martínez
Lunes, 4 de noviembre 2024, 01:45
Dicen que los ángeles de la guarda protegen y guían a una persona durante su existencia en la Tierra, pero pocas veces aparecen en medio de una dana para auxiliar a las víctimas y salvar vidas. Eso fue lo que hicieron algunos vecinos, policías, guardias ... civiles y bomberos, entre otros, en momentos de pánico y gran tensión. Las cientos de llamadas que recibió el 112 por situaciones de peligro en Paiporta, el epicentro de la tragedia, y otras poblaciones de la comarca de l'Horta Sud colapsaron en pocos minutos los servicios de emergencia, que se vieron desbordados.
Mientras esperaban la llegada del rescate, algunos ciudadanos sacaron a ancianos de sus casas inundadas, mantuvieron a flote a personas arrastradas por el agua o ayudaron a niños a subir al techo de un camión. Tras el desbordamiento del río Magro, un barrio de Utiel quedó inundado en pocos minutos. Los bomberos y un equipo de la Unidad Militar de Emergencias (UME) intentaron rescatar a varias personas con una embarcación neumática, pero la corriente era demasiado fuerte.
Cuando llegaron Goyo y Javier, dos trabajadores del concesionario de tractores de John Deere en Utiel, la situación era dramática. El nivel de agua subía cada vez más. Una decena de personas pedía auxilio desde los balcones de sus casas. La única iluminación en las calles inundadas eran las luces del tractor que Goyo conducía.
Pidieron ayuda a más tractoristas para socorrer a varias personas atrapadas. Otro guardia civil y un vecino se unieron al equipo de salvamento y subieron a la pala. El riesgo de que el vehículo agrícola volcara era grande, pero los tres hombres decidieron arriesgar sus vidas para rescatar al hijo del agente y otras personas.
Tras un primer intento fallido, el tractorista tuvo que dar marcha atrás. El agua cubría el motor, el tractor se paraba. Otro vecino pidió a gritos ayuda. Su mujer y sus hijos de 3 y 6 años estaban atrapados en una casa cercana. El agua había derribado varias paredes. La situación era angustiosa. Auxiliaron a la madre y a los niños y después rescataron al hijo del guardia civil.
Minutos después, el mismo policía mantuvo a flote a otra vecina en plena inundación durante cerca de tres horas. Y cuando bajó el nivel del agua, su hijo de 18 años y el alcalde de Alfafar, Juan Ramón Adsuara, rescataron a la mujer y la metieron dentro del edificio. La víctima tuvo que ser ingresada en un hospital con los pulmones encharcados.
«María logró agarrarse a las sábanas anudadas, y desde la planta superior la sujeté para que no se la llevara el agua. La corriente era muy fuerte, y por eso tuvimos que esperar tanto. Cuando mi hijo y el alcalde bajaron para rescatarla el agua les cubría por el pecho», recuerda el subinspector.
Las historias heroicas conmueven tanto como las solidarias. David Vega y Álvaro Biforcos, dos amigos nacidos en Santander y Avilés, fueron de los primeros voluntarios que se desplazaron a la zona cero de la tragedia para auxiliar a los damnificados.
Un día después de la riada, los dos jóvenes lograron acceder con un Skoda Kodiaq a varias de las poblaciones afectadas por la dana. Auxiliaron a 15 personas que caminaban por calles embarradas. «Parecían zombis. Estaban desorientados y los llevamos en el coche hasta la rotonda que hay junto a La Fe. Hicimos varios viajes», afirma David con el rostro cariacontecido.
«Uno llevaba ropa a su mujer porque había dado a luz en el Hospital Doctor Peset, otro era un cantante del musical de Nino Bravo, y cada uno de ellos viajaba a Valencia por un motivo diferente. Estaban con el ánimo por el suelo y necesitaban ayuda. Me impresionó mucho que durante el trayecto apenas dijeron nada», añade el joven santanderino. Al día siguiente volvieron a la zona cero y llevaron garrafas de agua a una mujer embarazada a su casa en Alfafar. «Los primeros días hubo mucho caos. Tuvimos que seleccionar a la gente que íbamos a ayudar, porque me llegaron muchas peticiones de auxilio a través de Instagram», explica David.
«Estuvimos en una barriada cerca de las vías del tren. Hubo un momento que no sabíamos lo que íbamos a encontrar. Había muchos coches destrozados y casas inundadas, y los servicios de emergencia estaban desbordados. Era un auténtico caos», agrega. El joven voluntario asegura que también pasó miedo en algunos momentos. «Sobre la una de la madrugada nos cruzamos con gentuza», señala en referencia a individuos que saqueaban las tiendas.
Vicent Alapont, coordinador del Grupo Especial de Rescate en Altura (GERA), y otros tres bomberos arriesgaron sus vidas para auxiliar a varios vecinos de Guadassuar que estaban con el agua al cuello. Entre las nueve de la noche del martes y las siete de la mañana del miércoles, el equipo de bomberos que dirigía Alapont tuvo que tomar decisiones críticas.
«Ibas a rescatar a alguien y te paraba otro vecino para pedirte que socorrieras a otra persona. En esos momentos tienes que tranquilizar a las víctimas y decidir quién corre mayor peligro para actuar con rapidez», detalla Alapont.
Aunque el coordinador del Consorcio Provincial de Bomberos de Valencia resta importancia a los rescates que hicieron en plena noche de tormenta, las personas a las que salvaron la vida no piensan lo mismo. Un matrimonio y sus dos hijos de 3 y 4 años pasaron momentos de gran angustia en un comercio en Guadassuar hasta que llegó el equipo del GERA.
Los bomberos tuvieron que nadar para llegar al establecimiento inundado. La fuerza del agua arrastraba la embarcación neumática y también a los rescatadores, que tuvieron que emplear técnicas de salvamento acuático con cuerdas para poner a salvo a la familia.
«Hicimos dos rescates. Primero subimos a la embarcación a la madre con uno de los niños, y después al padre con el segundo niño. Era muy complicado, pero salió todo bien», señala Alapont, que como todos sus colegas de salvamento ha encadenado una jornada tras otra. «Mis compañeros de otros parques de bomberos hicieron rescates en condiciones más peligrosas en la zona de Paiporta cuando se desbordó el barranco».
Los policías locales Luis Miguel Benavent y Cristóbal Portalez rescataron a una niña de cuatro años cuando intentaban llegar con el coche patrulla a la pedanía El Oliveral para desalojar a los vecinos. Los hechos sucedieron sobre las seis de la tarde del martes. «Vimos que el agua arrastraba e inundaba varios vehículos, entre ellos un autobús con dos adultos y una niña pequeña», afirma Benavent.
Al no poder abrir las puertas, el policía local pidió al conductor que le diera por la ventana a la menor. «Llevé a la niña al coche, pero tuvimos que salir porque el agua arrastraba el vehículo. Salí con la pequeña en brazos y crucé la autovía para ponerla a salvo», relata el agente. «Me dijo varias veces que no la soltara. Estaba muy asustada, pero no lloró», añade Benavent.
El policía entró con la menor en las oficinas de Mercadona, donde los trabajadores les prestaron auxilio. «Nos dieron comida y bebida. La niña se durmió luego en el coche patrulla y estuvimos con ella hasta las siete y media», explica Benavent. Poco después, la abuela de la niña llamó al retén de la Policía Local. Estaba angustiada porque no sabía nada de su nieta, y un agente le dijo que se tranquilizara, que estaba a salvo. El reencuentro entre la mujer y su nieta fue un alivio en medio del horror.
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