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Carlos Rodríguez Vidondo
Martes, 14 de mayo 2024
Una pelea con armas blancas a plena luz del día en el centro de Donostia se salda con tres detenidos, que ya están en libertad. «Nos destrozaron la terraza», denuncian los hosteleros afectados. «Sacaron un cuchillo largo, como un machete, y entonces me metí dentro ... del bar», recuerda una de las camareras del bar Tanger de Donostia sobre la pelea entre cuatro hombres de nacionalidad extranjera que el pasado lunes por la tarde sembró el pánico en la calle Bengoetxea, en pleno centro de la capital guipuzcoana. «Eran las cinco de la tarde, a plena luz del día, a una hora en que la calle está llena de niños que bajan de los autobuses escolares», rememora. «A nosotros nos destrozaron las sillas de la terraza», añade su compañera Manuela Cruz.
La Ertzaintza informó este martes de que tres hombres, con edades comprendidas entre los 29 y 32 años, habían sido detenidos por su participación en un delito de riña tumultuaria en la que se utilizaron un hacha y un cuchillo. Todos ellos, que cuentan con antecedentes policiales, pasaron a disposición judicial a primera hora de la tarde de este martes y, tras declarar en el juzgado de Donostia, quedaron en libertad con cargos.
El incidente sucedió el lunes a las 17.15 horas cuando, por causas que se desconocen, al menos tres hombres comenzaron a discutir en la esquina entre la calle Okendo y Bengoetxea, frente a las terrazas de los bares Koh Tao y Tanger. «No sabemos cómo ni por qué comenzó. En total eran cuatro, dos de ellos empezaron a enfrentarse a uno que estaba con su novia y otro les esperaba a unos metros a la vuelta de la esquina», cuenta otra de las trabajadoras del Tanger.
Según testigos presenciales, la pelea empezó a «calentarse» y los agresores comenzaron a lanzarse sillas de las terrazas de los bares y cafeterías adyacentes. «Creo que uno de ellos estaba sangrando, quizá por una brecha, y corrió a refugiarse en la Casa de Socorro». Sin embargo, la Ertzaintza señala a este periódico que el suceso concluyó sin heridos y sin que hubiera que realizar ningún traslado hospitalario.
«Uno de ellos sacó un machete y fue justo entonces cuando apareció la policía. Le dio el arma a una cuarta persona que esperaba en la esquina y este salió corriendo en dirección a Gros. Por el camino debió de tirar el cuchillo en una papelera del Victoria Eugenia», explica la camarera.
Ahí fue donde encontraron el arma los agentes que, sin embargo, no pudieron localizar al hombre huido. Minutos antes, la patrulla había sido alertada por el dueño de un negocio cercano de que un grupo de personas estaba agrediéndose entre sí, haciendo uso del mobiliario de las terrazas de alrededor. De hecho, tres de ellos continuaron con la pelea hasta que los agentes mediaron para separarles.
«No es habitual que sucedan estas cosas y menos a una hora en que hay tanta gente en la calle y niños. Yo tenía el bar lleno y la gente estaba asustada», explica Cruz. Por su parte, Lorena García, del bar Okendo, reconoce que la intervención policial fue rápida, «les tomaron declaración y se los llevaron» y, salvo algunas sillas y mesas exteriores, los escaparates de los comercios adyacentes no sufrieron daños.
Cristina (nombre ficticio), responsable de la joyería CXC en la plaza de Gipuzkoa, puntualizaba que «no, esta no es una zona tan tranquila». Y es que a pesar de tratarse de una zona céntrica, siempre repleta de vecinos y turistas, y sobre todo a una hora muy lejos de ser intempestiva, parece que la delincuencia y la inseguridad van en aumento.
«Suele haber gente por aquí merodeando con mala intención, pero ya les tenemos localizados. Se acercan, miran, no se cortan... Hace apenas unos meses una señora estaba atándole los cordones a una niña cuando uno de ellos se le acercó por detrás y le metió la mano en el bolsillo para robarle el móvil. Por suerte se dio cuenta y le dijo algo, pero tampoco te creas que el otro se achantó», recuerda.
La zona de la plaza Gipuzkoa y la calle Bengoetxea tiene mucho tránsito de personas, debido a las cercanas paradas de autobús de las líneas interurbanas. Tanto es así que Cristina se decidió a poner una alarma en su comercio después de sufrir un robo en su presencia. «Fue aquí mismo en la tienda y esa tarde estábamos cinco dependientas, no sé ni cómo ocurrió. Quizá con el ruido de la calle no escuchamos cómo entró, pero cogió varias pulseras del mostrador y se marchó».
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