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«Compañeros necesitamos ayuda. Policía Local de Moncada. Hay un incendio en la residencia de la calle Mayor. Hay unas cuarenta personas atrapadas. Hemos llamado a bomberos. Necesitamos que vengáis aquí para ir sacando a la gente». La voz de Vanesa, policía local de Moncada, ... resuena en un canal de comunicación entre agentes. Es uno de los primeros avisos de una emergencia que movilizó a cuerpos municipales de ocho pueblos, miembros de Protección Civil, guardias civiles, bomberos… Sin olvidar a las cuatro trabajadoras del centro y otras que llegaron sin estar de servicio para unirse a un rescate «crucial para evitar una tragedia aún mayor». En el incendio de la residencia de Moncada fallecieron seis mayores y veinte personas resultaron heridas.
Pero hubo un grupo de héroes. De no haber sido por su entrega y rapidez quizá no se hubiera salvado alguno de los 34 ancianos que lograron desalojar del centro. Todos ellos son personas dependientes y con problemas de movilidad que ocupaban el ala derecha del geriátrico. Es en esta zona donde se encontraba la habitación foco del incendio.
En esos pasillos quedan vivencias como la de Jorge, que prefiere omitir su apellido. Es policía local de Moncada, de 39 años y uno de los intoxicados en la arriesgada evacuación. Cuatro agentes del cuerpo fueron los primeros en llegar y se toparon con la magnitud y peligro del incendio. «Entramos dentro agachados, viendo si podíamos sacar alguna cama, alguna persona... Pero tuvimos que retroceder y cerrar la puerta. Era imposible». Ese momento, reconoce, «fue lo más duro». Pura impotencia. «Ahí no hubiéramos durado ni 30 segundos». No quedaba otra que esperar a los bomberos para poder abrirse paso.
Para colmo de males, una trabajadora estaba dentro atrapada. «No podía salir porque no se veía nada. Pero gritamos, nos oyó y pudo dirigirse hacia nosotros», recuerda el policía. Jorge no había vivido hasta el martes «una intervención policial tan fuerte» y al límite, «con nuestra vida en peligro».
Cuando llegaron todos los refuerzos policiales sintió «un subidón». Se formó ese 'ángel' colectivo para los ancianos que fue la cadena humana. «A partir de ese momento sólo tuve un pensamiento: sacar a todas las personas atrapadas que fuera posible». Lo más doloroso fue «ver salir de allí a gente que sabías que ya no iba a vivir».
Otra pieza del crucial engranaje fue la agente Coromoto Souto, de la Guardia Civil, también intoxicada por el humo. «Los mayores estaban muy asustados», describe, «y para tranquilizarlos les decíamos que les íbamos a llevar a dar un paseo». A algunos, «los sacábamos moviendo la cama». A otros, «en silla de ruedas, con sillas rígidas, en volandas, en brazos…».
Souto no duda. «Volvería a hacerlo. Por supuesto». Esta es su reflexión: «En una situación de este calibre una no piensa en si es complicado o no. Se hace lo que toca hacer y punto. Y sólo teníamos una cosa en mente: sacarlos a todos». La agente «nunca había tenido una intervención con tantísimas víctimas». Su familia no cesa de felicitarla. ¿A cuántos salvó? «Buf... No le puedo decir. Éramos un engranaje para salvar vidas, perfectamente implicados».
En el infierno de la residencia también estuvo Javier Villanueva, miembro de Protección Civil de Moncada. «En ese momento sentí adrenalina pura. Cuando vi la situación, sin pensarlo me fui para arriba, me metí en un pasillo de humo, me encontré a una señora, la cogí y la saqué afuera». Así comienza su recuerdo de la noche más dolorosa de Moncada.
Jorge salvó a tres mujeres. Es corpulento y optó por lo más sencillo: «Las llevé en brazos. Estaban enmudecidas del susto». Otras «voces de auxilio» de aquel momento aún resuenan en su cabeza: «¡Ayúdame, ayúdame!», apremiaban las personas atrapadas. «Guapísima, véngase conmigo, que nos vamos para abajo», tranquilizaba. «Hubo muchos momentos que me ahogaba», confiesa. «El humo inundaba todo el pasillo. Nada más entrar tragabas humo. Cuanto más avanzabas, más inhalabas. En la última habitación tuvimos que entrar ya a gatas porque no había manera».
Otro de los gestores del milagro humano de Moncada fue el oficial Alberto Capaccioni, oficial del Consorcio Provincial de Bomberos, de 61 años y con media vida en el cuerpo de emergencias. Según confiesa, «lo más duro» y estresante fue decidir en segundos «cómo gestionar los recursos iniciales». «Los compañeros dentro me describieron un pasillo lleno de humo, una habitación en llamas, gente sacada cogida al cuello para ponerla a salvo...». «Con salvar una sola vida ya sientes que todos los años de servicio valen la pena». El martes fueron 34.
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