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La alarma saltaba el 22 de julio de 2018. Hace un año. Guillermo Fernández Bueno, un santanderino que había sido condenado por dos violaciones y un asesinato cometidos dos décadas atrás en Vitoria, no había regresado de un permiso penitenciario. Ese día era ... la fecha límite para su vuelta a la cárcel de El Dueso (Santoña), donde aún le quedaban al menos ocho años de condena. Era un domingo. Las sospechas de que algo raro estaba pasando comenzaron el lunes. El martes, las autoridades penitenciarias alertaron a la Policía Nacional y el miércoles, justo después de que este periódico publicara la noticia, el Ministerio del Interior emitía una alerta en sus redes sociales en la que avisaba de la «extrema peligrosidad» del individuo y solicitaba a la ciudadanía cualquier información disponible.
Desde ese momento, los responsables de la investigación adelantaban que había muchas posibilidades de que Fernández Bueno ya estuviera fuera de Cantabria. Incluso fuera de España, tal y como se confirmó días después. Exactamente el 31 de julio, cuando, tras nueve días huido, fue detenido en la frontera entre Senegal y Gambia.
Los agentes españoles y africanos le seguían la pista desde que fuera localizado 24 horas antes en Mauritania. Las características físicas del detenido coincidían con las de Fernández Bueno, pero llevaba un pasaporte falso, de modo que la confirmación oficial no se produjo hasta que se cotejaron sus huellas. Era él, e iba acompañado por Elena, su compañera sentimental, una trabajadora social que conoció en prisión cuando esta era voluntaria en la antigua cárcel provincial de Santander. Desde entonces, permanece entre rejas en un centro penitenciario de Dakar (Senegal).
Se trata de una medida temporal, porque tras su arresto, el reo santanderino, que ha cumplido los 42 años en tierras africanas –las condiciones de las cárceles son menos gratas y confortables que en España–, tendrá que cumplir lo que le resta de condena en su país. No sólo eso, sino que le sumarán los nuevos delitos que le atribuya el juez que lleva su causa por el quebrantamiento de condena y otros supuestos como la suplantación de identidad. Lo que ocurre es que todavía no hay fecha para su extradición. Y mucho menos para la vista judicial. «Sigue allí, pero no puedo decir nada más», afirma su abogado, quien espera que el proceso concluya cuanto antes.
El Consejo de Ministros, en la última reunión de agosto de 2018, aprobó pedir la entrada de Fernández Bueno a Senegal para el cumplimiento de una condena de 26 años y 6 meses por delitos de asesinato y agresión sexual. Desde entonces, las autoridades locales están tramitando esta petición, pero aún no han dado respuesta.
«El procedimiento sigue su curso formal, que se dilata en el tiempo por no haber un tratado bilateral sobre la materia entre ambos países. En ese caso, se aplica un procedimiento general, cuyos requisitos y plazos no son ágiles como en el caso de haber ese tratado bilateral mencionado», cuentan a este periódico los responsables de la Consejería de Interior de la Embajada de España en Senegal.
Y desde Instituciones Penitenciarias tampoco confirman si, una vez que se produzca esa extradición, el preso volverá a El Dueso. Tan solo afirman que se trata de una decisión «técnica», aunque no es descartable que como castigo sea destinado a un centro fuera de Cantabria –él y su pareja tenían fijada su residencia en Torrelavega– y menos amable que el penal santoñés.
El Ministerio del Interior aprovechó el pasado mes de junio el acto de entrega a las autoridades senegalesas de 22 vehículos para la lucha contra la inmigración irregular para reconocer y condecorar a los agentes de aquel país que colaboraron con España en la detención de Guillermo Fernández Bueno, el santanderino condenado por violación y asesinato que no regresó de El Dueso tras un permiso y pretendía esconderse en algún lugar de África.
Un año después de aquellos acontecimientos, la Policía Nacional destaca como uno de los factores determinantes para dar con su paradero y el de su pareja la cooperación internacional entre ambos cuerpos. Eso, y que desde que se tuvo noticia de la ausencia de este hombre se pusieron en marcha en la Jefatura Superior de Santander los resortes necesarios para devolverle entre rejas. «Si no es por esa inmediatez le habríamos perdido la pista y lo más probable es que ahora mismo siguiera en paradero desconocido», confirman desde la Policía Nacional en Cantabria.
Los agentes de la Brigada Central contra el Crimen Organizado detectaron una furgoneta propiedad de la pareja de Fernández Bueno que había dejado España por Algeciras a Tánger el 17 de julio, un día después de que el preso saliera de permiso. Todo hacía pensar que viajaba con el recluso, por lo que activaron a los equipos conjuntos de funcionarios que están en Marruecos, a los agregados españoles en los países del entorno y a las policías africanas. Fueron ellas las que detectaron el vehículo en la frontera de Mauritania, antes de dirigirse a Senegal, donde se produjo la detención.
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