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OSKAR ORTIZ DE GUINEA
Viernes, 14 de octubre 2022, 08:32
«Habría llegado adonde hubiera querido». Es la idea que más trasladan sus amigos de Irura-Anoeta, entre los que también se mezcla alguno de Tolosa. Tienen entre 23 y 24 años, y con su reflexión únicamente desean describir la «madurez» que Salah transmitía a ... sus 18 años. Pero al tiempo la idea revela la crueldad del destino con este chico, al que ni siquiera dejó llegar al bar Buztiña como pretendía cuando el miércoles cruzaba las vías y el Alvia que venía de Barcelona se lo llevó prácticamente delante de los ojos de su cuadrilla. «Nadie merece morir así, pero él mucho menos. Era todo ilusión, trabajador, generoso, siempre dispuesto a ayudar o a darte un consejo», evocan.
Salah nació en Fuerteventura, en el seno de una familia saharaui. Una vecina de la familia recuerda que llegó a Irura «cuando tenía 11 años», dato confirmado por el Ayuntamiento, donde sus padres, Abderraman y Mbarka se empadronaron en 2016. Era el mayor de cinco hermanos, cuatro chicos y una chica (Fatima). El menor, Abed Hadi, de 6 años. «Tienen la doble nacionalidad marroquí-española, y están completamente integrados en el pueblo. Los críos van a la ikastola y hablan euskera. Hacen una vida muy normal», añade la vecina. «Es una familia modélica, muy buena gente –explica «una amiga de la madre»–. Cobraban la RGI, por lo que tenían muy pocos recursos, pero los padres se han desvivido por sacar adelante a sus hijos, sobre todo la madre, ya que el padre ha tenido problemas de salud, recibió diálisis durante bastante tiempo aunque ahora está mejor, y ella ha tirado mucho de los hijos. Con tantos pequeños en casa, ¿de dónde va a sacar tiempo para trabajar?».
Dado que cuando vino a Irura con 11 años no hablaba euskera, Salah no estudió en Irura ni Anoeta como sus hermanos, sino en Samaniego ikastetxea, en Tolosa, donde «tiene bastantes amigos». Ahora ya no estudiaba y «estaba trabajando», destacan en su cuadrilla de Anoeta. Según precisan, «hace poco, al cumplir la mayoría de edad, se fue a vivir a Andoain, en alguna habitación, para tener algo más de independencia porque en su casa eran muchos, pero venía casi todos los días a Anoeta, o visitaba al aita y a la ama en Irura», describen los amigos, incapaces de concretar su lugar laboral. «Es que trabajaba en lo que le iba saliendo, casi cada día en un sitio. Estaba en un bar, en un almacén de una empresa de transportes...». De un lugar a otro se desplazaba siempre «en tren y en patinete. Iba a todos los lados con el 'pati'», y «nunca con auriculares. No era de los que va escuchando música todo el rato como otros».
Su principal motivación era «ganar el dinero para poder traer desde Marruecos a un primo, y ayudarle luego a obtener la nacionalidad aquí», destacan sus amigos, que prefieren preservar el anonimato. «Pon que somos los del 'Vertedero' del Buztiña, que es el nombre que tenemos en el grupo de WhatsApp», que el miércoles echó humo. «Ha sido un palo para todos. Se hacía querer fácilmente. Llegaba al bar y saludaba a todos: '¡Qué pasa, chavales!».
Una chica del grupo destaca que «la víspera estuve con él. Le comenté que estaba un poco agobiada en el trabajo y me estuvo aconsejando». A su lado, un colega cuenta que «por su forma de ser y expresarse, Salah parecía mayor de 18 años. Podía pasar por 23-24, como nosotros. Era genial, muy despierto, razonaba muy bien. Era el típico que sabes que va a llegar adonde quisiera. Y ya ves dónde está ahora».
También subrayan que era «supergeneroso. Siempre estaba dispuesto a ayudar, a darte un consejo o a pagar una ronda. En fiestas de Irura quería invitar a todo el mundo». Durante la charla se les ocurre que «el mejor homenaje para Salah» sería que «su accidente sirva para arreglar el acceso al tren. Van muchos muertos ya aquí, y muchas salvadas. El chico que iba con él se salvó por poco. A ver si hacen algo y Salah es la última víctima».
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