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«Mi vida no es igual desde entonces. Me la han arruinado. Lloro mucho y no soy ni capaz de coger a mi nieta en ... brazos. Quiero que paguen por lo que han hecho». La que habla es Silvia S., la mujer de 43 años que denunció haber sido víctima de varios puñetazos en los calabozos de la comisaría de Getxo. La agresión, que fue grabada por una cámara de seguridad y desvelada ayer por EL CORREO, ha llevado a abrir una investigación judicial con dos ertzainas imputados.
– Según su versión todo empezó en un supermercado.
– Era un sábado, como a las nueve menos cuarto. El día anterior me había hecho un esguince y tenía todo el tobillo hinchado. Soy española, pero nací en Bolivia, y fuimos al supermercado porque al día siguiente en mi país festejábamos el día de la madre. Yo no estaba con muchas ganas. Hacía poco que había muerto mi cuñada, a la que quería muchísimo, y yo estaba muy mal. Pero mi novio me dijo que salir me iba a venir bien. Yo me quedé fuera esperando, apoyada en una barandilla. A unos dos metros había un mendigo con un vasito de plástico para que le dejasen moneditas. De pronto aparecieron dos ertzainas y empezaron a tirarle de las mangas del jersey. Le preguntaban qué estaba haciendo ahí.
– ¿Usted les recriminó su actitud?
– Yo no me acerqué. Para empezar porque no podía caminar. Les dije: 'No está haciendo nada. Sólo está pidiendo limosna'. Entonces me preguntaron si estaba con él y me dijeron que no me metiera. Uno de los ertzainas se señaló al uniforme: «¿Sabes qué es esto? Lárgate de aquí», me dijo. Vino y me empujó. Ahí hay un desnivel entre la acera y la tierra. Pisé mal y me hice mucho daño. Yo le dije que tener uniforme no le daba derecho a tratar así a la gente. Y fue entonces cuando me dijeron que me fuese «a tomar por culo» y yo le respondí que el que debía irse a ese mismo lugar era él por atrevido.
– ¿Fueron los mismos ertzainas los que le detuvieron?
– Yo me quedé ahí. Mi cabeza estaba en mi cuñada. No me di cuenta de que habían llamado a otra patrulla. De pronto apareció otro ertzaina y me dijo que fuese con él. Pensaba que íbamos a dialogar. Cuando me separé un poco de la barandilla me llevó a empujones hacia la pared, donde me esposó. Yo estaba tranquila. No había hecho nada. Pensaba que iría a declarar y que me iría a casa.
– En las imágenes desveladas por EL CORREO se aprecia que usted pide algo de forma insistente a los agentes en los calabozos.
– Les pedía mi billetera. No quería nada más. Tenía 500 euros que habíamos reunido para pagar los gastos del funeral y de la enfermedad de mi cuñada, que falleció de cáncer. Cuando me llevaron traté de dársela a mi pareja y no me dejaron. Me preocupaba el dinero, porque tengo amigos que han salido de comisaría con menos dinero. Me desvistieron de mala forma. Yo sólo quería que llamasen a mi pareja para que supiese dónde estaba.
– ¿Ellos qué le decían?
– Que no me iban a dar nada. Fue entonces cuando el policía me agarró y me dio el primer puñete en la boca. Me dijo: 'Cállate de una vez'. Me empezó a pegar. Yo lancé mi mano para que no me lleguen los puñetes. Y pasó lo que pasó. Suerte que no me desmayé. Yo le decía a la otra ertzaina si no estaba viendo lo que estaba haciendo el hombre. La otra chica le decía: «¡Para ya! ¡Para ya!». Luego llegó otra ertzaina de paisano y les dijo que pararan, que les estaban grabando las cámaras. Luego me empujaron al calabozo.
– ¿Cuánto tiempo estuvo detenida?
– Yo me tumbé de cara a la pared. Al de una hora vino una persona que me dijo que me iban a tomar las huellas. Yo me negué hasta que no tuviese un abogado. Después vino un abogado. Tenía miedo. Yo le rechacé porque no confiaba en nadie. Tenía toda la cara reventada por los puñetes. Me querían llevar al hospital, y les dije que sólo quería ir a un médico forense. Tampoco la doctora me trató bien. No me sacó ni una sola foto, como si quisiese quitarse el asunto de encima. Tenía los ojos hinchados. A mi me dolían los dientes y ella decía que no tenía nada. Y la semana siguiente fui al hospital, donde me dijeron que tenía piezas que se habían movido y una incluso se me ha salido. Al final, no me soltaron hasta las dos del día siguiente. Me hicieron dormir ahí el día de la madre.
– ¿Cómo se siente después de todo esto?
– (Rompe a llorar) Fatal. Me han dejado mi vida marcada, destrozada. Tengo miedo. Ya estaba mal por mi cuñada, pero ahora he entrado en depresiones. Y me lastimaron mi columna con las agresiones al hacer un mal esfuerzo cuando me empujaron. He sido operada de una hernia discal. Tengo 19 puntos en la espalda. Estuve hasta noviembre sin poder salir de la cama, con un orinal al lado porque no podía ni levantarme. Incluso mi perrita tuvo que irse con el padre de mis hijos porque yo no podía ni bajarla a hacer pis. No puedo hacer vida normal. No puedo ni alzar a mi nieta. Y tengo miedo. Veo una patrulla de la Ertzaintza y me pongo nerviosa.
– Los ertzainas le acusan a usted de atentado contra la autoridad.
– Sí. Yo no hice nada. Ellos llamaron para que retirase la acusación. Después del año que he pasado quiero que paguen por lo que han hecho. Yo trabajaba en limpieza y llevo tiempo sin poder hacerlo. No puedo pasar las pensiones a mis hijos. Tengo muchas facturas de medicación. Lo más seguro es que tengan que operarme otra vez.
– ¿Había tenido problemas con la Policía antes?
– No, nunca. Sólo tuve un incidente hace tres años con una chica que me debía mucho dinero y que me agredió cuando le dije que me lo devolviese. Pero nunca he tenido problemas. De todos modos, en ningún caso algo así justificaría lo que pasó dentro de un recinto policial. Yo sé que no todas las personas son malas, como tampoco lo son todos los policías. Pero espero que se tomen represalias contra los que me hicieron esto, porque además hacen quedar mal al resto de sus compañeros. Ellos deben protegernos. No agredirnos o utilizar un uniforme para sentirse más que el resto. Sólo quiero que se haga justicia. Lo que me han hecho no es justo. Y si no existiese el vídeo pocos me habrían creído.
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