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nacho gonzález ucelay
El Bosque
Lunes, 10 de septiembre 2018, 13:01
Dos hermanos vecinos de Entrambasaguas, una mujer de 52 años y un varón de 48, murieron ayer a orillas del Miera, ella ahogada tras resbalarse y caer cuando estaba haciendo unas fotos y él violentamente golpeado contra una roca tras lanzarse al agua para tratar de sacarla de allí con vida. La escena, durísima, fue contemplada por un tercer hermano que, después de pedir ayuda en balde, tuvo que volver a casa para contarle a su madre –ya viuda– que acababa de perder no a un hijo sino a dos. También la vio, para su desgracia, una sobrina de los dos fallecidos. Una niña de corta edad.
De acuerdo con los testimonios recabados por este periódico, el suceso, que ha causado una honda consternación en este municipio, se produjo en la media tarde ayer. A eso de las cinco. Minutos antes, Gema e Inocencio Cobo Toyos, las dos víctimas, habían salido del domicilio familiar –ubicado en el barrio de La Rañada (El Bosque), a unos 300 metros del lugar donde ocurrió el accidente– para disfrutar de un paseo por los alrededores del caudaloso Miera. Con ellos iban también otro hermano y una sobrina.
Al parecer, cuando el grupo llegó a la presa del molino de Pilamarte, una zona que los chavales del lugar frecuentan en los días de verano para darse un chapuzón a pesar de que esa práctica no está permitida, ella, Gema, quiso detenerse para hacer unas fotografías panorámicas. Entonces, resbaló, perdió el equilibrio y cayó al río. Al verla en aprietos, y consciente de que la mujer no sabía nadar, uno de sus hermanos, Inocencio, se lanzó al agua golpeándose la cabeza contra una roca.
Con los cuerpos de sus dos parientes yacentes sobre el río Miera, y ante la imposibilidad de hacer más, el tercero corrió a pedir ayuda a una familia que, no muy lejos, celebraba un cumpleaños. «Estábamos ahí, en el descampado, a punto de empezar a comer, cuando llegó un señor corriendo pidiendo a gritos nuestra ayuda», explicaba ayer Óscar Sáinz Gallardo algo aturdido.
Sin pensarlo, el chico y su cuñado corrieron al lugar del accidente, se quitaron las ropas y el calzado, se adentraron en el río y llegaron hasta la posición de la mujer, Gema, a la que sacaron de allí en muy malas condiciones. «Estaba morada», dice el chico, que no obstante no se dio por vencido. «Estuvimos practicándola el boca a boca durante unos minutos, hasta que llegaron los de emergencias. Pero...». En cuanto al hombre, Inocencio, «no entramos a buscarle porque estaba en una zona muy peligrosa» a la que solamente pudieron acceder los bomberos provistos con el material adecuado.
«Tenía un golpe muy fuerte en la cabeza», recuerda Óscar agobiado. «Es que... a él no, pero a ella la conocía. La verdad, se me ha quedado muy mal cuerpo». A él, y a todo Solares y Entrambasaguas en la medida en que la noticia de la muerte de sus dos vecinos se fue extendiendo por todo el pueblo hasta detenerse en la puerta del domicilio familiar, donde el tercero de los hermanos tuvo que presentarse acompañado por un médico para contar a su madre el dramático final de un simple paseo por la orilla del río.
«Todavía estoy en estado de shock», decía sobrecogida la alcaldesa de Entrambasaguas, María Jesús Susinos, que, destemplada por el atardecer, aguardaba a los mismos pies del río a que el juez de guardia ordenara el levantamiento de los cadáveres de sus dos convecinos. Entretanto, la regidora hacía un considerable esfuerzo por dibujar los perfiles de Gema e Inocencio sin echarse a llorar.
«Es una familia muy conocida aquí. Yo, personalmente, conocía a Gema desde que teníamos 15 años», recordaba la alcaldesa, que de Inocencio, en cambio, apenas sí sabía su apodo: «Titi». Hijos del antiguo propietario de la estación de servicio que está situada en el mismo cruce de Solares, donde Gema estuvo trabajando hasta el fallecimiento de su progenitor, los dos eran muy apreciados.
Ella, que tras dejar su puesto en la estación de servicio de su padre se empleó como dependienta en una famosa frutería del centro del pueblo, trabajaba actualmente en un supermercado de Somo. Y él, del que no han trascendido más detalles, lo hacía para una marca comercial en El Corte Inglés. «La verdad es que ha sido una desgracia. Una auténtica desgracia», repetía Susinos, que hoy, sin tardar, comunicará el suceso a la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, de la que depende la presa en cuestión, «para que ponga los medios a su alcance para que hechos como estos no se vuelvan a repetir».
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