La Policía acusa a un entrenador bilbaíno de abusar de ocho jóvenes en Logroño

Fue en junio del año pasado cuando se recibió la primera denuncia, el germen de unas larguísimas y complicadas pesquisas que aún están abiertas. Entonces, una madre descubrió «archivos de contenido sexual» en el móvil de su hijo y acudió a la Policía. En agosto se producía la detención de Guillermo S., que actualmente se encuentra en libertad con medidas cautelares. Durante todo este tiempo, los agentes han descubierto que al menos otros siete chavales de entre 15 y 18 años han podido ser víctimas de los apetitos sexuales del técnico vizcaíno. Pero puede que no sean las únicas y los investigadores esperan que afloren más casos tras la rueda de prensa ofrecida ayer.

«Le hemos quitado la careta», aseguraba Eduardo Esteban, jefe de la Brigada Provincial de Policía Judicial, que calificaba al investigado como «presunto depredador sexual». A Guillermo S. se le acusa de un delito de pornografía infantil, cinco de corrupción de menores, tres de delitos de abusos sexuales por tocamientos y otros tres de 'child-grooming' (asoso sexual a menores por internet).

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El extécnico, de 38 años, siempre actuaba presuntamente con un mismo patrón: «Durante los entrenamientos no mostraba ninguna rareza pero fuera hablaba a los jóvenes por redes sociales o mensajería para quedar, conversar, ir a algún sitio para firmar algún contrato... y en ese momento se aprovechaba de su superioridad para condicionarles», explicaba Zita Cascallana, jefa de grupo de la Unidad de Familia y Atención a la Mujer. «Hacía valer su condición de entrenador para lograr sus objetivos. Prometía hacerles profesionales, debutar en un equipo de Primera y les pedía hacer estas cosas, acompañarles...», añadía Esteban.

El jefe superior del cuerpo en La Rioja, Manuel Laguna, desveló que, en el momento de su detención, encontraron un teléfono móvil y una tablet que ha sido clave. Más de 62.000 archivos multimedia (más de 29 gigas) de distinto material, con imágenes de algunas de las ocho víctimas, pero también de personas sin identificar y fotos descargadas de internet y de «índole sexual». La magnitud de estas cifras hace que los agentes mantengan el caso abierto.