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Soraya Pérez | Ramón Muñiz
Miércoles, 2 de abril 2025, 07:38
Jorge, Rubén, Amadeo, Iván y David murieron en la mina de Cerredo, en la localidad de Degaña y la pregunta ahora es por qué. Por ... qué el país llora el peor accidente minero en 30 años en Asturias pese a los avances técnicos y el endurecimiento de la normativa. Las respuestas las darán dos investigaciones en curso. De un lado, la administrativa, a cargo de los técnicos de minas del Gobierno autonómico para determinar si la empresa Blue Solving cumplió las condiciones de seguridad que exige la normativa y los permisos de actividad. Del otro, las diligencias abiertas por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Cangas del Narcea para determinar si, al margen de la posible infracción administrativa, se cometió algún delito. El Área de Personas de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Guardia Civil llevará estas pesquisas, con el refuerzo de los expertos en incendios de la unidad de A Coruña.
Los responsables de las investigaciones piden paciencia. La mina quedó clausurada tras el suceso y el primer paso para los guardias civiles será realizar una inspección ocular cuando el acceso sea seguro. Otra fuente de información la darán los supervivientes, lo que requiere que se recuperen y estén en condiciones de testificar. El herido ingresado en el Hospital de León seguía ayer sin poder aclarar gran cosa. Según relata uno de sus allegados, repite que «todo ocurrió de repente, estaba trabajando y sentí un golpe por detrás. No recuerdo más».
Habrá una tercera tarea, de revisión documental, que consistirá en analizar los permisos con los que contaba Blue Solving y el marco regulatorio que le regía, algo que ya deja pistas de la cadena de responsabilidades.
La principal hipótesis de investigación es que el accidente se debió a una explosión por acumulación de grisú, pero ¿con qué medidas de seguridad debía contar para evitarla? «Con las que fija el Reglamento General de Normas Básicas de Seguridad Minera y las Instrucciones Técnicas complementarias», cita Santiago Suárez, exjefe de la Brigada de Salvamento Minero de Hunosa. «La norma es muy restrictiva y obliga a contar con ventilación adecuada, trajes EPIs y un vigilante responsable», describe este profesional.
El vigilante tiene una función esencial: «Antes de entrar el equipo debe revisar si hay presencia de gases y luego vigila el metanómetro o grisómetro. Este gas es potencialmente explosivo con presencias en el aire de entre el 4,5 y el 14% así que, por seguridad, la alarma suena si llega al 1% y a partir del 2,5% se tiene que abandonar la labor».
El presidente del Principado, Adrián Barbón, pidió respetar los días de duelo para acompañar a las familias y despedir a los fallecidos, pero también aseguró que ya se está trabajando en la investigación para esclarecer lo ocurrido en la mina. «La empresa va a ser chequeada de arriba a abajo», se comprometió. El negro del carbón hoy tiñe los corazones de luto por la muerte de Iván, Rubén, Jorge, Amadeo y David.
Iván Radío Barciela, tenía 54 años, estaba casado y tenía dos hijas. Uno de sus familiares lo recuerda como «una persona muy espabilada, era el que más mandaba en la mina». Sin embargo, lamenta la decisión de Iván de volver a trabajar en la minería. Hace unos años se había prejubilado. «Lo hizo por dinero», explicó.
Rubén Souto Robla, tenía 49 años, estaba casado y tenía un hijo. Se da la circunstancia de que Rubén era primo de Jorge Carro, otro de los fallecidos. Su cuñado, roto de dolor, contaba ayer en la capilla ardiente que Rubén «acababa de ser abuelo y estaba muy feliz viviendo esa nueva etapa de su vida».
Jorge Carro André, tenía 33 años y vivía con su pareja y un hijo de 2 años, al que Jorge «adoraba». Así lo comentó quien fuera su profesor, Clemente Martínez. Sus palabras mezclaban los recuerdos: «Era un chico muy despierto y ahora tenía un hijo pequeño. Es un dolor que un chaval como él, con tanto futuro, haya fallecido así».
David Álvarez Núñez tenía 33 años y aunque no estaba casado ni tenía hijos, sus padres y su hermano estaban muy unidos a él. De hecho, su hermano explicaba que David trabajó mucho tiempo en la construcción, pero decidió darle un vuelco a su vida y meterse en la minería «porque quería seguir los pasos de su padre».
Amadeo Bernabé Castelao, tenía 48 años y estaba casado con Yoani Méndez. Ayer en la capilla ardiente también lo lloraban sus padres Amadeo y Pilar, así como su hermano Aniceto. Según contó uno de los vecinos de Villablino que aseguraba conocerle bien, «Amadeo era muy buena persona». «Antes de empezar a trabajar como minero estuvo trabajando muchos años en el Ayuntamiento de esta misma localidad», recordó.
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